El Museo Thyssen-Bornemisza abre su año expositivo con la fuerza de un creador que fue puro color, Raoul Dufy (1877-1953), héroe del fauvismo y el diseño gráfico francés.
Imagen de portada: ‘El casino de Niza’ (1929), vista parcial
Hoy martes arranca en el Thyssen-Bornemisza la retrospectiva de Dufy, un intento de crear una imagen global de este artista para el público español. La primera de las exposiciones centrada en el mundo creativo francófono junto con la que arrancará el próximo 24 de febrero con la dedicada al surrealista Paul Delvaux con una selección de obras del Museo de Bruselas, que colecciones privadas y de otros museos. Una doble apuesta que completará la oferta del museo para este año, que tiene en la gran exposición sobre Munch y varias combinadas de fotografía su baza para mantener su estatus de pinacoteca imprescindible en Europa.
Raoul Dufy ha crecido a medida que pasaba el tiempo y el mundo del arte ha retrocedido para ver su importancia e influencia a lo largo del siglo XX y en la actualidad. Un proceso de revalorización progresivo que ya tuvo en 2003 en el Thyssen un primer paso con el 50º aniversario de su fallecimiento con una exposición. En ese año también se compraron varias piezas para la colección Carmen Thyssen-Bornemisza. No obstante Dufy apenas ha tenido repercusión en España. Para paliar ese vacío el museo propondrá una relectura de su obra a partir de una visión doble: el hedonismo que le caracterizó artísticamente y la vertiente más íntima y menos frívola.
Fotografía de Dufy y una de sus obras sobre París, la ciudad que le acunó artísticamente
Porque ante todo, y sobre todo, Dufy fue un ser polivalente en la creación. En su época más abierta y formadora convivió con el mundo de las vanguardias en aquel París eterno y caduco al mismo tiempo que creció alrededor del Pigalle, de Montmartre y de las galerías parisinas. El tiempo de Picasso, Cocteau, Apollinaire o el millón de ismos que bulleron en una ciudad amante del arte que no dudó en asumir (y perseguir al mismo tiempo) esas vanguardias de las que formó parte Dufy. Trabajó con todas ellas en realidad, y eso ofrece una de sus características más personales: la capacidad para saltar de la ilustración a la pintura, de ahí al diseño gráfico y la escenografía. Incluso hizo incursiones como colaborador de varios modistos franceses de la época (como Paul Poiret).
Dufy era como un gran vórtice criado artísticamente en la Escuela de París, donde se asoció con el fauvismo y parcialmente con el cubismo, caminando en paralelo a Modigliani o Chagall, pero sin su impacto mundial y con su aparente hedonismo por bandera. Algo que le ha caracterizado en positivo y negativo. A todos los pintores les caen tópicos fáciles encima, como si fueran necesarios para poder “venderlos” al público. En el caso de Dufy era su frivolidad: sus cuadros eran expresiones de la vida alegre y popular, desde fiestas a carreras o escenas cotidianas llevadas al punto de lo hedonista.
Por eso la exposición del Thyssen intenta ser diferente. El comisario de la muestra, Juan Ángel López-Manzanares, aborda cuestiones poco estudiadas de su producción, como el progresivo alejamiento del punto de vista en sus obras, la síntesis de lo cotidiano con lo pastoral, el distanciamiento sentimental de sus paisajes y la importancia, cada vez mayor en sus obras finales, de ámbitos privados del artista. Un proceso de introspección que fue parejo a su carrera artística. Esta selección incluye su trabajo para el ‘Bestiario’ de Apollinaire.
Varias obras de Dufy, de las “regatas” a los retratos
‘El campo de trigo’ (1920)
‘Interior con muter india’ (1930)