Resulta que la Tierra no es el arca azul que todos creíamos, que en realidad no es el planeta con más agua del vecindario y que hay una más en la lista, Mimas.
A la cada vez más larga lista de planetas, lunas o cuerpos celestes que tienen agua se le ha sumado uno más, Mimas, la luna helada de Saturno que parece una diana gigante por la cantidad de cráteres que la tapizan y que, debido a alteraciones significativas en su órbita (literalmente se bambolea descompensada), podría albergar en su interior enormes reservas de agua líquida. Según la Universidad de Cornell a partir de datos tomados de la misión Cassini de la NASA, Mimas se mueve como, por poner una imagen, tuviera una rueda más inflada que la otra. Todo ha sido publicado en Science.
Mimas traza una órbita extraña alrededor de Saturno, no es regular, oscila demasiado, tanto que sólo algo interior podría explicarlo. Ni siquiera la fuerte gravedad del gigante que es Saturno puede explicar ese comportamiento. Aparentemente es una luna más, pequeña (apenas tienen 396 km de diámetro) y helada por la falta de luz solar y que tiene una edad inmensa, unos 4.000 millones de años, tiempo suficiente para que cualquiera anomalía en su origen hubiera sido corregida. La primera idea es que el núcleo no es esférico sino ovalado, lo que genera unas diferencias gravitacionales muy grandes.
Mimas (Foto NASA)
La luna se comporta igual que nuestra Luna, es decir, la rotación hace que siempre muestre a Saturno la misma cara. La posibilidad de que en su interior haya agua daría sentido a su comportamiento, ya que tal cantidad de líquido descompensa todo el satélite. Los modelos desarrollados indican que a unos 25 km por debajo de la corteza sólida y sin actividad geológica aparente que conocemos habría un océano. Pero eso choca directamente con muchos datos: para empezar está su tamaño. Con apenas 396 km de diámetro es demasiado pequeña para albergar atmósfera o siquiera ser capaz de retener el calor generado durante su formación, con lo que es mundo helado. Si además no hay actividad geológica subterránea, tampoco hay subducción, esto es, energía termal subterránea.
Habría una idea que explicaría eso: la órbita de Mimas era mucho más larga, y su reducción por la fuerza de atracción de Saturno habría sido suficiente para someterla a un comportamiento “chicle” en el que el planeta se estira o contrae en función de su posición respecto al gigante de anillos eternos, y ese mismo movimiento habría generado un efecto marea capaz de crear ese océano líquido. De todas formas su comportamiento es extraño y se ha convertido en uno más de los mundos “oceánicos” que pululan por el Sistema Solar y que son la gran esperanza de la ciencia respecto a la posibilidad de encontrar vida fuera de la Tierra.
Hay mucha agua ahí fuera
Mimas es una más de las lunas que se unen a la lista de “piscinas” espaciales orbitando gigantes. Un nuevo estudio de la Universidad de Puerto Rico en Arecibo ha hecho un cálculo de volúmenes de agua líquida bajo superficie que hay en el Sistema Solar. Y resulta que nuestra amada bola azul no es ni por asomo la gran piscina que nos creemos. Resulta que Europa o Titán, lunas de Júpiter y Saturno, albergan mucha más agua a pesar que su tamaño mucho menor. Europa tiene el doble que la Tierra, y Titán es el gran embalse espacial ya que multiplicaría por once lo que tenemos aquí.
Comparaciones de agua (Imagen: Universidad de Puerto Rico Arecibo)
El agua es mucho más abundante de lo que nos creemos, está bien en forma de vapor, en formato sólido o intermedio, pero también líquido, casi siempre atrapado entre rocas, placas de hielo endurecido, en cometas, asteroides o incluso en bloques de hielo entre sistemas y a la deriva. No hay que olvidar que la base del agua son el hidrógeno (el primero y más abundante componente del Universo) y el oxígeno, el tercero más omnipresente en todos lados, vayamos donde vayamos. Sin embargo sólo la Tierra lo tiene en estado líquido y en superficie. Y eso que se sospecha que bajo tierra hay todavía más agua encerrada entre rocas o incrustada en ellas en el manto.
La formación del Sistema Solar hizo que el agua quedara encerrada en los cuerpos más sólidos o bien los más cercanos al Sol. Sobre todo congelada. Precisamente nuestra cercanía al Sol es lo que hace que sea tan habitual que haya agua en estado gaseoso (las nubes), ya que el calor es alto y eso hace que no abunde el hielo y sí el estado líquido y en forma de vapor. Se estima que tiene poca agua líquida, pero eso es debido precisamente a esa cercanía con el Sol. Para que se hagan una idea: la Tierra sería una esfera de Navidad llena de agua, mientras que Europa y Titán serían esa misma bola congelada y mezclada con todo tipo de detritus. Por el contrario en Marte se sospecha que toda el agua está congelada bajo la primera capa de superficie blanda, incluso se especula que a apenas medio metro si pudiéramos excavar.
Los mundos oceánicos: Marte, Encelado, Titán, Europa…
Cuando en la película ‘2001: Odisea del Espacio’ se apunta a que el monolito que es el chispazo inicial para la vida aparece cerca de la luna Europa, orbitando Júpiter, los autores del guión no iban tan desencaminados. Esta luna jupiteriana es uno de los cinco cuerpos celestes sólidos donde los científicos creen que se dan las condiciones geológicas, químicas y ambientales donde “podría haberse generado vida” de forma parecida a como lo hizo en la Tierra. Es decir, a partir de aminoácidos y cadenas de proteínas que surgen de reacciones químicas y que evolucionan hacia formas biológicas complejas. Todos son, además, cuerpos rocosos, no gigantes gaseosos. No figura Venus porque la presión de superficie es brutalmente alta (hasta 90 atmósferas, hay 1 en la Tierra) y puede fundir incluso el plomo simplemente con dejarlo a la intemperie. Además, la concentración de sulfuros y de dióxido de carbono es extremadamente alto.
La vida se define no sólo por una serie de componentes químicos básicos (carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno, los cuatro naipes clave) que interaccionan con el medio, sino también por las condiciones de posición de un planeta. En el Sistema Solar existe la llamada “zona habitable”, una franja de espacio orbital respecto a la distancia con el Sol: la Tierra está en el punto exacto, ni muy lejos ni muy cerca. Mercurio y Venus están demasiado cerca, si bien Venus está justo en el borde de la zona, igual que Marte, que es demasiado frío pero que todavía orbita dentro de ese cinturón imaginario. La abundancia de agua en el Sistema Solar (es una molécula muy sencilla y se forma con naturalidad) es una realidad que se une a esa zona clave: pero salvo en la Tierra, en su mayor parte está helada y compactada por la presión gravitatoria o encerrada a decenas o cientos de km de profundidad en los cuerpos rocosos.
Europa es una de ellas. Esta peculiar luna de Júpiter apenas es apenas del tamaño de nuestra Luna, y desde el exterior es una gran bola blanca manchada de tonalidades ocres y rayada como si un niño hubiera hecho prácticas con un punzón. Aparentemente inerte y perlada. Pero en realidad lo que vemos es la superficie helada de un descomunal océano global de unos 100 km de profundidad y subglacial que abarca casi toda su superficie, por otro lado terriblemente helada (entre 163 y 225 grados bajo cero). Las cicatrices visibles de la superficie son venas abiertas en ese hielo por la actividad volcánica submarina, que rompería el hielo para lanzar material más caliente. El origen de estos volcanes internos sería el efecto de la presión gravitatoria de Júpiter sobre la luna (y que, como efecto colateral, hace que Europa tenga su propio campo magnético, lo que protegería la potencial vida biológica de radiaciones espaciales), lo que daría pie a un movimiento interno de subducción que incluso podría dar la paradoja de que se moviera la superficie sobre ese océano, que desconectaría el manto interno con ese hielo.
Titán es también número uno en agua. Es la mayor de todas las lunas que orbitan el planeta anillado (es más grande que Mercurio y más denso que la Luna), y cuenta con una atmósfera gruesa y rica en gases que son potencialmente necesarios para la germinación de vida biológica: nitrógeno y metano. Al igual que en Europa y Encelado, existe la posibilidad de que haya océanos subterráneos mezclados con amoníaco. De existir agua podrían producirse reacciones químicas que dieran como lugar a aminoácidos, un paso fundamental para la vida.En realidad todo Titán está cubierto por una bruma persistente, especialmente en zonas únicas: lagos de hidrocarburos en estado líquido. Algunos tienen el tamaño del Mar Negro terrestre y se les considera mares. En ellos podrían, perfectamente, aparecer bacterias que se alimenten de metano en estado líquido, igual que ocurre con el petróleo en la Tierra, donde algunas formas de vida microscópica pueden, literalmente, devorarlo. En realidad Titán cuenta con un ciclo de metano similar al del agua en la Tierra: hay ríos, lagos, deltas… incluso dunas y movimiento de materiales por el viento. Y estaciones similares a las de nuestro planeta, pero donde la base del ciclo es el metano.
Y Encelado, otra luna de Saturno que es, en realidad, una hermana gemela parcial de la luna Europa. Al igual que ésta, Encelado está recubierta de hielo sólido, es más pequeña que el resto, pero su temperatura no es tan fría como la de otros, tiene más que probablemente una geología activa y el 99% de su superficie está compuesta de hielo de agua. Y la sospecha de que en algún lugar había bolsas de agua líquida quedó confirmada recientemente por la sonda Cassini, primero en 2005 y ahora también en 2013. Posee carbono, hidrógeno, nitrógeno y… si tiene agua, también oxígeno. Su núcleo podría ser similar al de la Tierra: hierro fundido en movimiento.
Desde 2005 existe la sospecha de que Encelado tiene muchas papeletas para ser una hipotética segundo nido biológico; ese año la sonda Cassini dio el primer aviso: había detectado geiseres de vapor de agua en el polo sur de esta luna. En una nueva pasada, y ya programada para recabar nueva información, la Cassini ha podido hacer un estudio más detallado y concluido que los datos geofísicos confirman la existencia de una gran masa líquida bajo la superficie, detectada gracias a las variaciones gravitacionales que registraron los sensores de la sonda. Dichas alteraciones sólo se explicarían por la presencia de una gran masa líquida en ese mismo polo sur. La NASA ha calculado que bajo el hielo hay algo líquido, un océano grande de casi 10.000 metros de profundidad de media (bastante más que los de la Tierra) encerrado bajo una capa aún más gruesa de hielo de unos 40 km de espesor.