El Museo Thyssen-Bornemisza celebra su 20º aniversario con una exposición sobre Paul Gauguin, uno de los pintores más célebres y excéntricos que ha dado Francia, unido a muchos otros creadores fascinados por el exotismo. 

El pasado 9 de octubre el Thyssen-Bornemisza de Madrid abría un nuevo camino de celebración de sus 20 años con Paul Gauguin, una exposición que reúne toda la etapa “tahitiana” o de vida a través del color de este pintor excepcional que supo revolucionar su estilo desde el impresionismo hasta una mezcla de simbolismo y color de una manera única. Pero no es el único: a las 33 obras del francés se suman otras 70 más que retratan el amor y la pasión de aquella Europa aburguesada y conflictiva socialmente por los mundos tradicionales de la tribu.

El papel de Gauguin como motor de las siguientes vanguardias del siglo XX es evidente, especialmente en esa ruptura con la modernidad europea hacia el “primitivismo” de las culturas tribales que todavía hoy existe. Iniciado en la pintura dentro de la corriente impresionista, la evolución de Paul Gauguin hacia el sintetismo y el simbolismo habría de convertirlo en una de las figuras más influyentes del arte de finales del siglo XIX. Sobre esa base los organizadores recrean una gran muestra colectiva en la que aparecen piezas de Henri Matisse, August Macke, Vasily Kandinsky, Franz Marc, Emil Nolde, Henri Rosseau o Paul Klee. Todos ellos renovaron el lenguaje plástico del arte occidental a partir de la carrera de Gauguin, que llenó sus cuadros de formas toscas, curvas, sencillas, escenas estáticas donde lo que mandaba era el color y la ruptura con Europa.

Gauguin – ¿De dónde venimos? ¿Quienes somos? ¿A dónde vamos? 

‘Gauguin y el viaje a lo exótico’ (hasta el 13 de enero) gira en torno a la huida del pintor a partir de los años 80 del siglo XIX (murió en 1903) hacia Tahití y las islas Marquesas, donde certificó su visión llena de exotismo, primitivismo y culturas tribales. Un giro parecido al que harían Picasso y otros con el africanismo tribal en la primera mitad del siglo XX. La diferencia es que él fue el gran pionero, quizás siguiendo la estela del orientalismo de Ingrés o Delacroix décadas antes: lo que no es occidental es bueno y lo imitamos. O mejor dicho, lo recreamos.

Esa etapa tahitiana es la base de un proyecto de 111 piezas (33 de Gauguin) en la que se traza el viaje hacia mundos supuestamente más auténticos que estimularon el lenguaje creativo europeo para entrar en el modernismo, desde el impresionismo (el último movimiento de la vieja época y el primero de la nueva) y ver la impronta que dejó Paul en Francia, Alemania y Austria. Gauguin creó un nuevo canon exótico que sirvió de arranque de los lenguajes de la modernidad de las primeras décadas del siglo XX. 

Gauguin – Parau api 

Las culturas ajenas a la europea eran entonces una puerta a otras filosofías vitales, a la inocencia ancestral, al buen salvaje de Rosseau que se contraponía con fuerza a la imperial Europa burguesa y tradicional. El universo creado en torno a la jungla ayudaba a superar el convulso entorno moral y político y las crisis estéticas europeas: allí todo era natural y lógico, no había restricciones de ningún tipo, alentados los artistas por la inocencia infantil de aquellas tribus, desde el sexo a la propiedad colectiva y no individual. Era la recreación de la Arcadia Feliz, el paraíso en la Tierra, un mito heredado de la tradición judeocristiana y una y mil veces recreado en la Antigüedad con las pasadas Edades de Oro. El europeo vivía una realidad agobiante y dura que se contraponía con el paraíso perdido de un tiempo anterior, más sencillo y placentero. Era el particular El Dorado intelectual europeo que estos pintores, con Gauguin a la cabeza, creyeron ver en las tribus que vivían al margen del mundo moderno, desde la Polinesia hasta los valles africanos o las islas del Índico. Un mito después de todo.

Gauguin – Autorretrato 

 

La atormentada vida de Paul Gauguin

Francia es experta en traer al mundo artistas torturados cuyos trabajos asombran al mundo. Paul Gauguin fue uno de ellos. Huérfano de padre (francés) y de madre peruana, vivió entre París y Lima, dos contrastes absolutos en todos los sentidos en el siglo XIX. Mal estudiante, en 1865 embarca hacia Brasil, primer paso para viajar por medio mundo aprovechando su juventud, falta de futuro e intereses. Regresó a París más tarde para ser un simple agente de cambio, una estabilidad que le permitió contactar con la pintura, en la que volcaría toda su pasión y vitalidad. En 1882, ya casado y con cuatro hijos, lo abandona todo para ser pintor gracias, en parte, a su relación con Camille Pissarro, razón por la cual se mudó a la ciudad de éste (Ruán) y así poder aprender las técnicas del impresionismo en boga. En ese instante empieza un largo peregrinaje: en 1885 se muda a Dinamarca, país de origen de su esposa, para luego regresar a Francia apenas unos meses más tarde y contactar con otros artistas de su tiempo, como Laval, con el que viajaría en 1887 a la Martinica, primer anzuelo de la pasión por el mundo tropical y el color que le marcaría de por vida. Aquella isla caribeña le alejó del impresionismo y le lanzó a la orgía de color y suavidad que marcaría su pintura por completo. Las influencias de otros artistas, como Emile Bernard, Paul Sérusier o Vincent van Gogh le marcarían de por vida, hasta el punto de empujarle a empezar una nueva vida en Tahití, donde viajaría en 1891. Un breve regreso a Francia, frustrado por no encontrar su paraíso de color en el Pacífico, le termina de convencer de que Europa se ha terminado para él. Regresa a Tahití en 1895, y en 1901 a las todavía más primitivas islas Marquesas, donde viviría y pintaría hasta su muerte. Murió en 1903, pobre y sintiéndose abandonado.

 

MUSEO THYSSEN-BORNEMISZA mtb@museothyssen.org – www.museothyssen.org Palacio de Villahermosa, Paseo del Prado 8 – 902 760 511

Horarios: de martes a domingos de 10.00 a 19.00 horas. Lunes cerrado. El Museo cierra los días 1 de Enero, 1 de Mayo y el 25 de Diciembre. Los días 24 y 31 de diciembre el horario de apertura será de 10.00 a 15.00 horas.

Entradas: por internet, en taquilla y por teléfono; general, 9 €, reducida, 6 €. Conjunta general y temporal sobre Gauguin, 15 € la normal y 8 € la reducida.