Este diciembre llega ‘Matrix Resurrections’, cuarta película de la saga original de 1999, aunque también puede que sea un “reboot” disfrazado. Sea como fuere, el mito del cine de acción y la ciencia-ficción regresa con Keanu Reeves y Carrie Ann-Moss como Neo y Trinity. Volveremos a ver el código máquina, el universo simulado y que detrás de cada pared, puerta o espejo hay algo más.

IMÁGENES: Warner Bros

Volvemos a Matrix. A la simulación. A la particular Caverna de Platón electrónica virtual en la que existimos en una gran farsa tan real que incluso dudamos de que la posibilidad de tal mentira sea probable. Pero no imposible. Uno de los horizontes preferidos de la ciencia-ficción (“la realidad no es real”), explotado mil y una veces por autores como Philip K. Dick (os recomendamos ‘Ubik’). Volvemos también a los colores icónicos: el verde del código máquina (herencia del fósforo de las pantallas en los lejanos años 80, cuando despertó la bestia informática), el omnipresente negro de la realidad, pero sobre todo al azul de la simulación (“sigue dormido”) y al rojo de la verdadera realidad (“despierta”). Los referentes de la trilogía original (en especial de la primera película, la mejor y la que realmente hizo Historia en el cine en un siglo XX al borde de su fin, antes del 11-S y de que la realidad humana, con todas sus miserias y mediocridades, nos arrastrara de nuevo al mundo diario.

‘Matrix’ (1999) fue el principio de algo tremendamente provechoso para Warner Bros, que hasta 2006 había acumulado más de 3.000 millones de dólares de beneficios por las tres películas. De hecho las dos secuelas se rodaron seguidas y se estrenaron en mayo (‘The Matrix Reloaded’) y noviembre (‘The Matrix Revolutions’) para no dejar apenas respirar al público. El resultado es que entre ambas sumaron más de 1.000 millones de dólares de ingresos, todo un hito en una época (2003) previa a los hitos de ‘Avatar’ y el MCU de Marvel. Pero mucho más importante que el dinero (al menos para los que no somos Warner Bros o trabajamos allí) fue la revolución tecnológica en beneficio del cine de acción, de la ciencia-ficción y sobre todo la estructura de narración, que dejaba atrás el infantilismo adolescente en el que había caído el género desde los años 80. Pero después de aquel 2003 todo se diluyó lentamente, y la saga quedó fijada en el imaginario colectivo. Un ejemplo de inspiración: ‘Inception’, de Christopher Nolan, bebió directamente de las fuentes de Matrix para su particular encadenamiento de mundos del sueño.

Se convirtió en un mito recurrente, con multitud de derivaciones en forma de videojuegos, cómics, novelas e incluso otros productos vinculados a la saga. Por el camino incluso los hermanos Wachowski, que formaron tándem inseparable, culminaron el proceso de transición hacia las hermanas Wachowski, Lana (antes Larry) y Lilly (antes Andy), que incluso tiene vinculación con la historia de la trilogía. Recientemente Lilly ha confirmado que parte de la intrahistoria de la saga se refiere a la transformación, liberación y descubrimiento del verdadero yo del individuo, que además de desvelarse a sí mismo como lo que realmente es, adquiere un conocimiento en el proceso. Sin embargo Lilly no está presente en esta cuarta entrega: los guiones de las tres primeras fueron escritos por ella con colaboraciones puntuales de Lana. No hay divorcio familiar: Lilly estaba en pleno proceso de rodaje y emisión de una serie de TV, ‘Work in progress’. A partir de ahí ya no pudo incorporarse al trabajo, pero les auguró el éxito (sin olvidar que es copropietaria con su hermana de los derechos de explotación de los personajes y los guiones originales).

Sólo Lana se lanzó a la tarea mastodóntica de poner en marcha un mito del cine que recupera a los personajes principales pero sin ocultar los años pasado. Esta vez el guión contará con más manos, como las de David Mitchell y Aleksandar Hemon, que compartirán esfuerzos con Lana Wachowski. El reparto incluye a Keanu Reeves, que vuelve a ser Neo, y Carrie Ann-Moss como Trinity, y han rescatado también el personaje de Niobe (Jada Pinkett Smith). El resto del elenco es mixto: Yahya Abdul-Mateen II (aparentemente como el “nuevo Morpheo”), Daniel Bernhardt (que recupera su papel como el agente Johnson), Lambert Wilson (de nuevo el Merovingio). Adicionales aparecen, pero sin muchos detalles sobre sus personajes, Neil Patrick Harris, Jessica Henwick, Jonathan Groff, Toby Onwumere, Max Riemelt, Eréndira Ibarra, Priyanka Chopra, Andrew Caldwell, Brian J. Smith, Ian Pirie, Ellen Hollman y Christina Ricci.

Supuestamente lo que veremos el 22 de diciembre es una continuación allí donde se quedó, con Neo liberado por completo del control de la máquina para poder expandir el nuevo conocimiento y la auténtica realidad fuera de la simulación, fuera de Matrix. Sin embargo el trailer no da muchas pistas, salvo lo que parece una reedición de la primera película: Neo está perdido de nuevo en Matrix, otra vez se encuentra con Trinity sin darse cuenta de nada, lo intuye, pero nada más. Sabe que pasa algo, pero no qué es. Entonces encuentra a Morpheo, que de nuevo le hace pasar al otro lado. Luego llega la sugerente canción de Jefferson Airplane, ‘White Rabbit’, que tiene mucho que ver con otro referente literario de la saga, ‘Alicia en el País de las Maravillas’ y ‘Alicia a través del espejo’. Desde la producción se asegura, aunque suena mucho a cebo, que esta nueva versión o secuela será “más fuerte, más segura y más peligrosa que nunca”. La sinopsis oficial dice mucho y nada: “En un mundo de dos realidades, la vida cotidiana y lo que hay detrás de ella, Thomas Anderson tendrá que elegir seguir al conejo blanco una vez más. La elección, aunque sea una ilusión, sigue siendo la única forma de entrar o salir de Matrix, que es más fuerte, más segura y más peligrosa que nunca”.

Apenas ha trascendido información, y mientras escribimos estas líneas sólo conocemos lo que Lana Wachowski y Warner han filtrado con cuentagotas, dejando que el público y en especial esa trituradora y generadora de paranoias que es internet les haga el trabajo de marketing sin gastar un dólar. Hay dos posibilidades: que sea una cuarta entrega más y que este primer trailer sólo desvele parte del principio de la película, o bien que sea un reboot mucho más complejo que sólo ha lanzado el cebo conocido para atraer al público. Los detalles son múltiples, pero con añadidos: este segundo Neo parece mayor, y apenas ha cambiado de aspecto respecto al personaje de John Wick de Keanu Reeves, lo que le da una apariencia incluso de más edad. Aparece un psiquiatra que tiene referencias hacia el azul que simboliza el sueño, la simulación, pero el encuentro con Trinity desata algo que el (supuesto) nuevo o joven Morpheo (Yahya Abdul-Mateen II) desboca con la repetición de la pastilla azul y la roja. Pero con un añadido, la frase “es hora de volar” que quizás haga referencia al Neo final que controlaba por completo la simulación.

Es tanto repetición como continuación: mismo planteamiento que en 1999, pero con el añadido de que Matrix es mejor que nunca, lo que induce a pensar que Neo fue ensamblado de nuevo en la máquina de alguna forma, amnésico pero incapaz de escapar a ese conocimiento de la realidad y su poder sobre la propia Matrix. El círculo de sueño, despertar, ascenso y plenitud del personaje, que bebe de múltiples fuentes (se llegó a mencionar incluso que emulaba a Jesucristo por una escena del final de ‘Matrix Revolutions’ en el que parecía sacrificarse para liberar a los humanos de la máquina), en un relato muy complejo que a finales de los 90 y principios de siglo impactó con fuerza en el público. Hablar de Matrix es hacerlo de parte de la cultura popular, de un lugar común mil veces mentado (la realidad simulada), pero sobre todo de un empujón vital para el cine. La primera película ganó cuatro Oscar, allanó el camino tecnológico para lo que luego veríamos en ‘Avatar’ y fue incluida en el catálogo a preservar por la Biblioteca del Congreso de EEUU.

Unos años más tarde del estreno de la primera película, un programa de televisión español (‘Viajeros’) grababa cómo un grupo de jóvenes japoneses, vestidos como Neo y Trinity, repetían la célebre escena en la que el primero esquivaba una ráfaga de balas en la azotea de un edificio. Bastantes más años después, Christopher Nolan creaba sus mundos oníricos superpuestos siguiendo un esquema similar al que se usaba en la doble realidad de Matrix. También a principios del siglo XXI, películas como ‘Tigre y Dragón’ emulaban el mismo proceso de efectos especiales y coreografía de artes marciales que los combates de Neo en la saga original. Eso sin olvidar que a rebufo de la estética de la película (que en algunos tramos bebe directamente del ciberpunk de los 80 y 90) resurgió el interés por algunos movimientos y subgéneros de la ciencia-ficción que hasta entonces permanecían aletargados.

Hubo quien incluso vio en los guiones de Lilly Wachowski la alargada sombra de Philip K. Dick y sus leitmotiv preferidos: la realidad no es tal, nos engañan, detrás de cada pared y espejo hay algo más que nos está vedado y todo lo que hacemos depende de esas mentiras. También podemos hilar más fino y hablar de uno de los mitos de la filosofía solipsista: el cerebro en la cubeta. Nuestros sentidos sólo operan porque el cerebro da sentido y organiza la percepción, por lo que si controlamos la entrada de impulsos al cerebro podemos hacerle creer lo que queramos. Roald Dahl escribió también un célebre relato sobre esta figura. Y a fin de cuentas Neo es un cerebro dormido y estimulada artificialmente en una vaina de las centrales de energía humana que usan las máquinas. Y de Platón hablamos en otro lugar. Las raíces y las ramas de Matrix son inmensas.

Matrix y el dinero de Warner Bros

La productora, una de las majors de Hollywood y durante años un peso pesado (en 2021 superada por los monstruos como Disney o las plataformas de streaming), sólo ve dinero cuando piensa en la trilogía original de Matrix. Hay dos datos globales, a fecha de hoy, que demuestran que fue un negocio redondo: generó más de 3.000 millones de dólares desde 1999 a 2006, por lo que se supone que podría superar esa cifra de lejos si ampliamos hasta 2021, y hasta que no apareció ‘Deadpool’ en 2016 fue en EEUU la película “R-rated”, es decir, sólo para adultos más taquillera de la Historia. Si nos fijamos más concretamente en las trilogía original, las cifras (si calculamos la inflación acumulada en 20 años) también son mareantes: ‘The Matrix’ (1999) costó 63 millones de dólares y generó 463,5 millones en todo el mundo; la secuela, ‘The Matrix Reloaded’ (2003) fue todavía más lucrativa, ya que con 150 millones de presupuesto logró 739,4 millones en todo el mundo; finalmente, ‘The Matrix Revolutions’ (2003), de nuevo con 150 millones para hacerla realidad, alcanzó los 427,3 millones de dólares. En total más de 1.632 millones que cayeron como maná para Warner Bros y la industria audiovisual, que además de revolucionar la tecnología de filmación y el cine de acción, consiguió un hito en taquilla mucho antes de que ‘Avatar’ y Marvel rompieran todos los registros.

La Caverna de Platón

Uno de los referentes principales de la saga es el filósofo griego Platón, que para explicar su teoría de la realidad (y como haría muchas otras veces en sus obras) recurrió a metáforas e historias ejemplarizantes. Una de ellas era la alegoría de la Cueva o Caverna (‘La República’, VII libro), donde explica cómo hay dos mundos: el sensible conocido por los sentidos y el inteligible, percibido por el puro conocimiento y que son las “ideas puras” que dan sentido al propio mundo sensible que percibimos. La Humanidad vive prisionera y encadenada de forma que sólo puede mirar hacia una pared del fondo de la cueva, en la que se reflejan objetos reales. Pero esos humanos prisioneros sólo pueden ver las sombras de esos objetos. Al no conocer otra realidad dan por sentado que esas sombras son la realidad, y ni siquiera pueden girarse para descubrir los objetos físicos.

Pero digamos que uno consigue liberarse: descubriría una nueva realidad de objetos físicos, más profunda y completa porque genera o que consideraba como real. Al darse cuenta de la mentira, el humano busca la verdad y escapa de la cueva por una angosta subida en la que lentamente descubre nuevas facetas de la realidad “auténtica”, en un aprendizaje paulatino. Cuando llega a la superficie descubre finalmente “el Sol y lo que le es propio”, que en la alegoría platónica es la idea más pura y perfecta, la del Bien, que da sentido a todo, es decir, la “verdad completa”. El relato de fondo de Matrix es similar, pero mezclado con otras ideas posteriores sobre la realidad-simulación de la filosofía contemporánea: el despertar de Neo, primero con sueños, después con sucesos que se salen de lo establecido, y finalmente al desconectarse de la máquina-colmena que lo explota como unidad de energía, es un proceso similar al ascenso y salida de la caverna platónica. Mismo camino, diferentes variaciones, pero el fin es el mismo: nuestra percepción de la realidad es una mentira inducida, y sólo mediante la liberación y el esfuerzo por llegar al conocimiento puro, a lo inteligible, se puede desvelar la auténtica realidad.