Las notas y manuscritos que dejó Leonardo da Vinci sin ordenar a su muerte son una mina sin fin de ideas y de anticipaciones de la mente más enigmática en siglos. El análisis de uno de sus legajos con bocetos muestra que ya en 1493 había concluido las leyes de la fricción física.

Leonardo sería así un verdadero antecesor, capaz de formular las leyes de la fricción en un simple legajo más de los cientos que acumuló en su vida (y que dejó sin organizar), en los que anotaciones matemáticas y mecánicas comparten espacio con bocetos para cuadros y diseños arquitectónicos. Aquel caos maravilloso en color sepia donde se fusionan ciencia y arte es una de sus grandes aportaciones a la civilización. En una de esas páginas está la formulación más o menos estándar de lo que es la fricción en cuerpos mecánicos.

El descubridor es Ian Hutchings, de la Universidad de Cambridge, pionero que ha creado un estudio cronológico de los apuntes de Da Vinci sobre la fricción, y cómo aplicó estas leyes a su trabajo como ingeniero al servicio de nobles y reyes. Él fue uno de los primeros teóricos de la fricción mecánica, que daría lugar a parte de las técnicas modernas. Lo que no se sabía era cuándo había llegado a ese punto en concreto. Ahora el estudio de sus textos lo ha determinado: 1493. Concretamente Hutchings halló el texto en una anotación de un papel muy pequeño, más propio de un moderno bloc de notas, fechado en 1493 y que está en el Museo Victoria y Albert en Londres.

El texto es idéntico a tantos otros de Da Vinci: escrito en espejo (al revés de lo normal en Occidente, para codificarlas y evitar que se las robaran, o eso creía él), con claves concretas y de manera muy sintética y deshilvanada del resto de anotaciones. Leonardo era un poco caótico a la hora de trabajar, y eso ha dado a sus manuscritos esa apariencia de tormenta de ideas que iba anotando y desarrollando a tirones mentales. Un ejemplo: en la misma página donde está la formulación el florentino dibujó el esbozo de una anciana para un cuadro. Es sólo un ejemplo de cómo aprovechaba cada resquicio de papel para poder crear.

El texto con las anotaciones de Da Vinci

Por culpa de este dibujo esta parte de las anotaciones pasaron sin pena ni gloria durante mucho tiempo, quizás pensando que eran partes sueltas de otros estudios que a muchos historiadores del arte, más centrados en el dibujo de la anciana (que creían parte de un futuro cuadro más grande), no les llamó la atención. Tuvo que ser un profesor de ingeniería de Cambridge el que, conocedor las calves de la escritura de espejo, supo ver lo que otros no habían detectado. Esa formulación es la base de la actual tribología, el estudio sistemático del rozamiento, desgaste y funcionamiento de partes sólidas en fricción mecánica. Básicamente Leonardo creó la base teórica sobre la que todas las máquinas actuales funcionan.

Después de él muchos otros también lo hicieron, y lo perfeccionaron, pero fue todo o un pionero que al año siguiente del viaje de Colón ya sentaba las bases de lo normal en la industria de 400 años después. Esa formulación es un compendio de figuras en las que se ven hileras de bloques lastradas por un peso colgante de una polea. Muy revelador: es el experimento básico para mostrar las leyes de fricción que todavía hoy se hace en las escuelas. Da Vinci sintetizó una idea concreta: dos superficies en deslizamiento provocan una fricción proporcional a la carga de presión de ambas superficies juntas, y a su vez esa fricción es independiente del área de contacto entre esas dos mismas superficies. Esa misma idea fue formulada, doscientos años más tarde, por William Amontons, que se quedó para siempre con la titularidad. Antes Da Vinci había experimentado: lo que sabíamos era que sus proyectos de ingeniería llevaban implícitas esas ideas sobre fricción, pero nunca (hasta ahora, claro) las había recogido. Pero sí que lo hizo.

Leonardo el antecesor (de casi todo)

El hijo ilegítimo de un burócrata florentino fue, por decirlo así, el primero de los llamados “antecesores”, uno de esos raros casos de genialidad humana que se adelanta siglos a su tiempo. Una vida consagrada tanto al arte (donde fue de los más grandes del Renacimiento), la ciencia y la ingeniería, un extraño caso de fusión de todas las disciplinas en una sola persona. Por trabajar incluso ideó recetas gastronómicas. Mientras que en el Renacimiento se alabó su maestría artística y se desdeñó su capacidad tecnológica y científica, hoy es justo al contrario: crece la leyenda de Da Vinci por su previsión y anticipación en estos campos, mientras que su talento como pintor o escultor queda como algo propio de los libros de Historia del Arte.

A su genio se deben muchos avances, redescubiertos posteriormente, sobre óptica, hidromecánica, anatomía, ingeniería militar y civil… y la aviación. Queda para la historia el primer diseño de una máquina para volar. En realidad dos de ellas: creó un aparato heliocoidal que anticipaba en casi 500 años el helicóptero, así como un primitivo parapente que supuestamente debería servir para volar. Pero también creó diseños primitivos para coches, tanques o submarinos. En parte también se debe a su imaginación un arcaico sistema de buzo.

Como todo buen renacentista, arte y ciencia se regían por el mismo amor por el conocimiento y la pasión crea­dora, que en su caso se encaminó directamente hacia la ingeniería y no hacia la ciencia teórica, as­pecto que no le llamó tanto la atención. Efectivamente era un humanista, más preocupado por las soluciones prácticas que las derivas mentales de la Revolución Científica de los siglos XVI, XVII y XVIII. Más de 13.000 pá­ginas atestiguan que en vida fue una máquina de creación continua, empírica: la mayor parte, sin embargo, se ha perdido y ha quedado repartida entre Inglaterra, Francia, España, Italia o los sótanos de la casa de Bill Gates, que pagó una fortuna por el Codex Leicester, uno de los grandes trabajos de Leonardo.

Su pasión por el empirismo encorsetó sus derivas teóricas, así que sólo podemos conocer al naturalista y al ingeniero, y no al matemático, físico o filósofo. Al menos hasta que estas famosas leyes de la fricción han sido descubiertas. Por eso sus manuscritos “de espejo” (era zurdo y escribía de derecha a izquierda en sentido inverso, lo cual le hacía ir más rápido que como lo hacemos nosotros) hablan de la biomecánica de los pájaros en pleno vuelo, del movimiento del agua, de la anatomía humana… Problema: aunque era un empirista, muy pocas veces, que sepamos, puso en práctica real sus diseños. Un simple examen de un ingeniero actual comprobaría que el sistema de alimentación de aire al buzo no habría funcionado, que la máquina para volar no tenía sustentación suficiente, que su barco de palas mecánicas apenas se habría movido, o que su “helicóptero” habría tenido el efecto inverso (se clavaría al suelo como una peonza).

Y una de sus mayores ironías: en 1502 el sultán de Estambul le encargó que diseñara un puente que uniera Europa y Asia por el Bósforo. Se olvidó la idea hasta que varios intentos siguiendo ese modelo salieron bien en Noruega y Estados Unidos. Cuando la actual República Turca decidió construir un nuevo puente sobre el estrecho del Bósforo, siguió su modelo. Cinco siglos tarde. Indistintamente a todo el ensayo y error de su inteligencia, queda para la historia como el modelo en el que muchos otros se han interesado, es un espejo humano en el que mirarse y, quizás, el último ser humano que no conoció barreras entras ciencia, arte e ingeniería.