Rafael Moneo, el mundo artístico parisino a finales del siglo XIX y la revolución de la cámara Leica: tres muestras antagónicas, arquitectura, pintur y fotografía, tres formas de ver el arte en un viaje ida y vuelta entre Madrid y Bilbao.

De la arquitectura española del siglo XX y XXI, personificada en Rafael Moneo y sus archivos abiertos al público en el Museo Thyssen-Bornemisza, a la historia de una cámara fotográfica que cambió el rumbo de la imagen en el siglo XX, hoy objeto de coleccionista, arma de la memoria de una centuria terrible construida con imágenes, la Leica. El Espacio Fundación Telefónica reserva una de sus plantas al recuerdo de una herramienta única por su sencillez y fiabilidad. Entre medias un salto a Euskadi, donde una exposición colectiva más tradicional, sobre cómo París marcó el rumbo del arte contemporáneo y de toda la vanguardia en ese “final de siglo” mil veces alabado y retratado, visto con perspectiva en la exposición del Museo Guggenheim a orillas de la ría vizcaína.

Rafael Moneo. Una reflexión teórica desde la profesión. Materiales de archivo (1961-2016)’

Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid. (4 de abril – 11 de junio). Aunque la muestra no sea debutante en Madrid, ya que antes pasó por la Fundación Barrié de A Coruña, que son los organizadores de la propia exposición, y también por algunas sedes internacionales, esta revisión sobre la obra del arquitecto Rafael Moneo sí tiene la originalidad de llevar al espectador hacia la complejidad de la arquitectura contemporánea. Y hacerlo, además, con la contextualización de los archivos del propio creador, Rafael Moneo, el único español con el Premio Pritzker (el máximo galardón para un arquitecto) y responsable del paisaje urbano de muchas ciudades dentro y fuera de España, tanto por su impacto como por servir de modelo a muchos otros.

La muestra reúne dibujos, fotografías y maquetas de 46 de los edificios creados por Moneo, desde el Ayuntamiento de Logroño al Museo Nacional de Arte Romano de Mérida, el Kursaal de San Sebastián, la ampliación contemporánea (y larga de realizar) del Museo del Prado o la que realizó para la estación de Atocha en Madrid. Todos son edificios que el público español conoce de sobra, representaciones del estilo particular de Moneo, que concibe los edificios casi como monumentos perdurables que puedan ser utilizados durante largo tiempo, no expresión concreta de un punto determinado en la expresión. Siguió durante años el racionalismo contextual, además de beber de fuentes del estilo nórdico y de la tradición funcional holandesa. Busca sobre todo la perdurabilidad, cierto grado de longevidad en las construcciones y mantener un diálogo fluido con la propia evolución urbana donde se insertan sus diseños, ya que el arquitecto debe “encontrar los elementos de cada época” para adaptarla a las necesidades de ese tiempo.

Esa visión se expresa también en los edificios que España no conoce, pero que son su rostro internacional, como la Catedral de Nuestra Señora de Los Ángeles en la metrópoli californiana, el Museo de Arte Moderno y Arquitectura de Estocolmo o una construcción tan funcional como los Laboratorios de la Universidad de Columbia en Nueva York. La exposición, como complemento, también reúne varios de los proyectos que nunca salieron a la luz y que son parte de la obra de Moneo, tanto o más incluso que los que finalmente se realizaron.

Northwest Corner Building (NY) de Rafael Moneo

Northwest Corner Building (NY) de Rafael Moneo 

París, fin de siglo: Signac, Redon, Toulouse-Lautrec y sus contemporáneos’

Museo Guggenheim, Bilbao (12 de mayo – 17 de septiembre). Exposición histórica por su contenido y por su desarrollo de temas, en la que se lanza al espectador el contexto concreto de una época, una ciudad, y una visión del arte, revolucionario entonces, hoy ya habitual en todos los niveles. Viajamos a Bilbao para conocer los elementos propios de aquel París que finiquitaba el siglo XIX rompiendo por completo con la tradición figurativa, que anticipaba los movimientos vanguardistas y que preparaba el terreno para la gran ruptura posterior a la Primera Guerra Mundial. Es el reflejo de una bohemia y un mundo creativo que se expande, libre, que vive ya incluso dejando atrás a los impresionistas, los primeros rompedores de muros.

Un tiempo en el que Paul Signac, Odilon Redon, Pierre Bonnard, Félix Valloton, Maximilien Luce, Maurice Denis o el célebre (hoy) Toulouse-Lautrec abren camino con las primeras vanguardias que representan ellos mismos. Es un tiempo casi de bruma: entre un siglo que agoniza y se carboniza con los impresionistas ya superados, y otro que comienza y que con la Gran Guerra romperá por completo con todo, incluso con los propios artistas de ese final de siglo. La exposición presta especial atención a los neo-impresionistas, los simbolistas y los nabis, las olas que marcaron ese paso hacia el 1900 en el que París era un hervidero político en los tiempos de la II República posterior al cataclismo de la Guerra Franco-Prusiana, del ascenso del socialismo, el anarquismo y en paralelo el tradicionalismo francés que tantos problemas daría durante el siglo XX.

Una cultura en transformación, una mutación que nos llevará de la industrialización y el positivismo decimonónico hacia un mundo post-todo en el que se rompen esquemas y tradiciones, incluso tradiciones modernas. Esos movimientos artísticos impusieron un ritmo frenético de cambio que, sin embargo, la exposición demuestra no fueron tan revolucionarios: los temas de estos artistas eran casi los mismos que la generación impresionista anterior, tales como el paisaje (rural o urbano, de gran expansión entonces), el ocio de las nuevas clases sociales, incluso el retrato. El añadido es el sentido onírico y fantástico de muchas de las creaciones reunidas.

Gente en la calle (Pierre Bonnard 1894)

Gente en la calle (Pierre Bonnard 1894) 

Con los ojos bien abiertos. Un siglo de fotografía Leica’

Espacio Fundación Telefónica, Madrid (11 de mayo – 10 de septiembre). La Leica fue (y es) algo más que la primera cámara compacta vendida. Fue el testigo, la herramienta, el arma, casi el símbolo, de un siglo, y más concretamente de una primera mitad del siglo XX en el que el desarrollo tecnológico de la fotografía permitió eliminar la aparatosidad anterior. Una cámara fiable, resistente, ligera (400 gramos), con rollo de 35 mm, de calidad y que cabía en una mano. Toda una revolución que arrancó hacia más de un siglo y que fue incluso anterior (en poco tiempo) a la Primera Guerra Mundial: inventada por Oskar Barnack en 1913, pero no sería hasta 1923-1925 cuando por fin fue comercializada en serie con un nombre, Leica, que era la combinación del apellido del empresario financiador, Ernst Leitz, y la palabra “camera”.

De los prototipos se pasó a la comercialización. Transformó la fotografía de un proceso largo de estudio, con trípode y exigente, en un proceso sencillo que permitió un testimonio visual mucho más espontáneo y dinámico. Literalmente “democratizó” la fotografía, en el sentido de que la simplificaba y acercaba al ciudadano común. Esto hizo de la Leica un instrumento clave de los reporteros, los fotógrafos de guerra y sociedad, los artistas y los nuevos publicistas de una sociedad de masas. Pero también de los simples individuos que retrataban sus vidas en fotografías sencillas. Ese impacto, que luego tendría eco en los medios de comunicación gráficos, es lo que intenta sintetizar la exposición del Espacio Fundación Telefónica, con más de 300 fotografías más periódicos, revistas, libros, catálogos y cámaras que permiten entender en perspectiva la transformación social, cultural e incluso artística.

Incluso en la estructura de apartados la exposición se adivina sus impactos: “Nueva Visión”, “Fotoperiodismo de los años 30 a los 50”, o la imagen a color en la posguerra, un recorrido por la historia de la fotografía a lo largo del siglo XX y que está, en cierta medida, detrás de la fotografía digital actual. A nadie se le escapa que las actuales cámaras digitales compactas son las nietas de aquellas primeras Leica. Aparecen en manos de gente como Bruce Davidson, Robert Capa o Cartier-Bresson, figuras clave que dieron un buen uso a un instrumento al que homenajea la muestra.

Uno de los modelos iniciales de la Leica en el periodo de Entreguerras