Con cinco nominaciones a los próximos Oscar, narran la vida del bróker Jordan Belfort, que estafó más de 200 millones de dólares en la década de los noventa.

“La locura no tardó en arraigar y, en el verano del 93, me embar­gaba la curiosa sensación de que era el protagonista de un reali­ty show antes de que éstos se pusieran de moda. Mi programa se debería haber llamado ‘Vidas de los ricos desequilibrados’ y cada día parecía más desequilibrado que el anterior.

Yo había fundado una firma de corredores de Bolsa llamada Stratton Oakmont que, en ese momento, era una de las más grandes y la más audaz de todas las que existieron en la historia de Wall Street. En Wall Street se decía que yo padecía de una decidida voluntad de muerte y que indudablemente estaría en la tumba antes de los treinta años. Pero claro que eso no era así, pues acababa de cumplir treinta y uno y aún estaba vivito y co­leando”.

Señoras y señores, bienvenidos a la inimaginable, delirante, ambiciosa, desbordante y nos quedamos cortos vida de Jordan Belfort, ‘El Lobo de Wall Street’ como se define en su homónima biografía que este viernes llega a los cines españoles. Leonardo DiCaprio y Martin Scorsese juntan por quinta vez esfuerzos, tras ‘Gangs of New York’ (2002), ‘El Aviador’ (2004), ‘Infiltrados’ (2006) y ‘Shutter Island’ (2010), para adaptar las memorias, repletas de excesos, de Belfort.

 

‘El Lobo de Wall Street’ es uno de los grandes proyectos de la temporada en Hollywood. Leonardo DiCaprio, indiscutible protagonista de la película, ganó el pasado domingo el Globo de Oro como Mejor Actor de Comedia. La cosecha puede crecer en los Oscar. Está nominada en cinco categorías: Mejor Película, Director (Martin Scorsese), Actor (Leonardo DiCaprio), Actor de Reparto (Jonah Hill) y Guion Adaptado (Terence Winter). DiCaprio tiene serias opciones de conseguir su primer Oscar con Matthew McConaughey, protagonista de ‘Dallas Buyers Club’, como gran rival.

Gordon Gekko y Ricard Gere en ‘Pretty Woman’

“Mis figuras a seguir eran Gordon Gekko (el personaje de Michael Douglas en ‘Wall Street’) y Richard Gere en ‘Pretty Woman’. Quería siempre lo mejor, la suite presidencial, el Ferrari, una casa en la playa, la rubia más despampanante, el vino más caro, un yate… Quería ser el rico de Wall Street definitivo”, recordaba Belfort en una reciente entrevista al The Telegraph tras la publicación de sus memorias, ‘The Wolf of Wall Street’ (‘El Lobo de Wall Street’) y ‘Catching the Wolf of Wall Street (‘Atrapando al Lobo de Wall Street’), dos libros de obligada lectura para quienes deseen conocer los riesgos de creerse en la cima del mundo.

“Tengo la sincera esperanza de que el relato de mi vida sirva de advertencia para ricos y pobres por igual, para to­dos los que viven con una cuchara en la nariz y pastillas en el estómago o para cualquiera que esté pensando en utilizar los dones que Dios le dio para malgastarlos, para quienes decidan seguir el mal camino y vivir una vida de hedonismo desenfrena­do. Y para todos los que crean que ser llamado ‘El Lobo de Wall Street’ tiene algo de romántico”, se redime Jordan Belfort (New York, 1962) en el prólogo de sus memorias.

Belfort aterrizó en Wall Street en 1987. Era un nuevo aspirante a forrarse en el lucrativo mundo de las finanzas. Sus primeros pasos fueron, no obstante, desilusionantes. Belfort comienza sus memorias con un episodio que nada tiene que ver con su posterior vida de lujos. El futuro ‘Lobo de Wall Street’ se llevó de inmediato el primer revolcón.

-En esta empresa eres la última basura -me dijo mi jefe, mien­tras recorríamos juntos la sala de negocios de LF Rothschild por primera vez-. ¿Tienes algún problema con eso, Jordan?

No -respondí-. Ninguno.

Stratton Oakmont, el hogar del dinero y los excesos

Aprendió rápido, muy rápido gracias a su inmensa ambición. Un año después de ser un ‘mierda’ en LF Rothschild, Belfort fundó Stratton Oakmont, una agencia bursátil que funcionaba como un ‘call center’ donde se vendían ‘bonos basuras’. Los corredores usaban las estrategias más fraudulentas posibles para cumplir su objetivo. El joven Belfort carecía de escrúpulos y empezó un imparable y estruendoso ascenso a la cima con una carrera profesional basada en las mentiras. Stratton Oakmont se especializó en una dudosa práctica: convencía a sus clientes para que invirtieran en compañías con un incierto futuro. El valor de las empresas crecía y Belfort y sus corredores cobraban su inversión en el momento álgido de cotización hundiendo a quienes habían caído en su trampa.

“¿Cuál era la fórmula secreta que Stratton había descubierto? En su mayor parte, estaba com­puesta por dos simples verdades: primero, que la mayoría del uno por ciento más rico de la población estadounidense está formada por jugadores compulsivos no reconocidos y que no pue­den resistir la tentación de tirar los dados una y otra vez, aun cuando éstos estén cargados para hacerlos perder. Y la segunda es que, contrariamente a lo que se suponía hasta entonces, es posible enseñar a hombres y mujeres jóvenes que en conjunto tienen la habilidad social de una manada de búfalos de agua en celo y un coeficiente de inteligencia semejante al de Forrest Gump bajo una triple dosis de ácido a ejercer como magos de Wall Street. Se trata de escribir cada una de las palabras que de­ben decir y metérselas en la cabeza una y otra vez, todos los días, dos veces al día, durante un año entero”, describe ‘El Lobo de Wall Street’ en su biografía.

El dinero se multiplicaba y llegaba a los bolsillos de todos los jóvenes empleados, casi todos por debajo de los treinta años, de Stratton Oakmont, cuyo desenfrenado estilo de vida se cuenta también en ‘Boiler Room’ (2000), dirigida por Ben Younger, con Giovanni Ribisi, Vin Diesel, Ben Affleck y Nia Long como protagonistas.

“La cantidad de dinero que se ganaba era impresionante. Se esperaba que un corredor novato ganase doscientos cincuen­ta mil dólares en su primer año. Menos que eso era sospechoso. Si, para el segundo año, hacías menos de quinientos mil dólares, se te consideraba débil e inútil. Y, para el tercer año, más te valía estar ganando un millón si no querías ser un patético hazme­rreír. Y ésos solo eran los mínimos, los que producían mucho ganaban el triple de esas sumas. A partir de ahí, la riqueza fluía hacia abajo. Las asistentes de ventas, que eran poco más que secretarias con un título rimbombante, ganaban más de cien mil dólares al año. Hasta la te­lefonista ganaba ochenta mil dólares al año, y no hacía más que atender las llamadas. Era nada menos que una fiebre del oro como las de antes. Los jóvenes ‘strattonitas’, como niños que eran, llamaban al lugar ‘la Disneylandia de los Corredores de Bolsa’. Todos sabían que, si eran despedi­dos de ese parque de diversiones, nunca volverían a ganar tanto dinero en sus vidas. Y ése era el mayor de los temores que anida­ban en la mente de mis jóvenes empleados: perder ese trabajo alguna vez. ¿Qué harían si eso ocurriera? A fin de cuentas, se suponía que si uno trabajaba para Stratton, debía vivir la Vida, lo que significaba conducir el coche más moderno, comer en los restaurantes más de moda, dar las propinas más grandes, vestir la mejor ropa y vivir en una mansión de la fabulosa Costa Dora­da de Long Island. Y, si solo estabas comenzando y no tenías ni un céntimo a tu nombre, podías tomar dinero prestado de algún banco que estuviese lo suficientemente loco como para conce­dértelo – al interés que fuese – y te ponías a vivir la Vida, estu­vieses preparado para ello o no”.

Sexo y drogas en cantidades ingentes

Belfort se jactaba de gastarse hasta 9,5 millones de dólares en un solo día. Se lo podía, perfectamente, permitir. En un día de suerte, se podía meter en los bolsillos 12 millones en apenas tres minutos. Wall Street en estado puro. Su rutina diaria incluía sexo con prostitutas y droga, mucha droga, ambos ‘placeres’ en cantidades elevadas en medio de constantes orgías, auténticas bacanales. Vivía al límite:

“Un miércoles de madrugada, a mediados de diciembre, iba sentado ante los controles de mi helicóptero bimotor Bell Jet. Había partido del helipuerto de la calle 30, en el centro de Manhattan, y me dirigía a mi finca de Old Brookville, en Long Island. Por mi sistema circulatorio co­rrían suficientes drogas como para sedar a toda la población de Guatemala.

Eran algo más de las tres de la madrugada y volábamos a ciento veinte nudos por hora, en algún lugar por encima de la bahía Little Neck de Long Island. Recuerdo haber pensado que era notable que pudiera volar en línea recta, dado que veía do­ble. De pronto, me sentí mareado. Repentinamente, el helicóp­tero comenzó a caer en picado y vi que las negras aguas de la bahía se precipitaban hacia mí. Se produjo una terrible vibra­ción en el rotor principal y oí la voz aterrada de mi copiloto en los auriculares. Gritaba, frenético:

-¡Por Dios, jefe! ¡Suba! ¡Suba! ¡Nos vamos a estrellar! ¡Oh, mierda!”.

Así era la desenfrenada vida del ‘Lobo de Wall Street’, una montaña rusa sin final, una caída en picado aderezada con mujeres, droga, dinero y caprichos como la adquisición del yate de Coco Chanel: el ‘Nadine’, hundido cerca de Cerdeña en medio de una tempestad tras desestimar los consejos del capitán. Jordan Belfort devoraba su vida a un ritmo frenético. Y le fue ‘bien’ durante mucho tiempo, con una fortuna estimada de hasta 72 millones de dólares, hasta que…

En 1998, el FBI cazó al ‘Lobo de Wall Street’, acusado de fraude de valores y blanqueo de dinero. Las cifras eran ingentes. Había estafado a 1.513 clientes aproximadamente un total de 200 millones de dólares. Belfort admitió los cargos y se ofreció a colaborador descubriendo a otros defraudadores. Fue condenado a pagar 110.4 millones, de los que apenas ha devuelto algo más de ocho, e ingresó en prisión, aunque apenas pasó 22 meses entre rejas. Tiempo suficiente para dejar las drogas y todo tipo de excesos. Actualmente, vive en un piso de tres habitaciones en una zona modesta de Los Angeles e imparte seminarios de motivación personal al precio de 3.500 dólares semanales por persona.

Proyecto de DiCaprio

Leonardo DiCaprio quedó impactado tras leer las memorias de Jordan Belfort. “Sentí que la biografía era el reflejo de todo lo malo de la sociedad actual. Este hedonista estilo de vida, este periodo en la historia de Wall Street en el que Jordan básicamente cedió a todos los deseos carnales posibles. Estaba obsesionado con la codicia y consigo mismo, en definitiva”. ‘El Lobo de Wall Street’ volvía. DiCaprio se empeñó en adaptar la biografía de Belfort, que vendió los derechos por un cheque de un millón y medio de dólares. Estaba convencido, en plena resaca de la caída de Lehman Brothers  y del escándalo Madoff, de que detrás de la historia de Belfort se encontraban “los peces gordos que estaban destruyendo la economía”. Y llamó a la puerta de su amigo Scorsese.

“Me interesan las personas que son esencialmente buenas pero que hacen cosas malas”, ha enfatizado el director neoyorquino sobre la personalidad de Jordan Belfort. DiCaprio y Scorsese, juntos de nuevo, consiguieron el gran reto para un proyecto con una historia de estas características con una imagen de Wall Street tan negativa: financiación.  “Encontramos bastante resistencia”. Pero, finalmente, apareció el dinero. “Oportunidades así no se presentan muy a menudo dentro del sistema de los estudios”, ha agradecido Scorsese que firma una película, voz en off incluida, con puntos en común con ‘Uno de los nuestros’. Con sus casi tres horas, ‘El Lobo de Wall Street’ es, para parte de la crítica estadounidense, un ‘Uno de los nuestros’ “sin las armas”.

Martin Scorsese

Jordan Belfort era “una especie de Calígula moderno”, sostiene DiCaprio para subrayar los impensables excesos de su vida cotidiana en Wall Street. “No nos hemos guardado nada”, ha garantizado el actor, que ejerce también de productor, si bien ha añadido que Belfort, en sus memorias, sí ha omitido historias aún más surrealistas y bochornosas. DiCaprio está acompañado por un extenso reparto donde destacan las actuaciones de Johan Hill, que interpreta a Donnie Azoff, el socio del ‘Lobo de Wall Street’, tan depravado como él; el director de cine Rob Reiner, como el padre de Belfort; Matthew McConaughey, su mentor en la meca de las finanzas; Jean Dujardin, como un simpático banquero suizo; Kyle Chandler, el agente del FBI que le persigue; y Margot Robbie, su segunda esposa Naomi. Mientras, Terence Winter, guionista de series como ‘Los Soprano’ y ‘Boardwalk Empire’, adapta las memorias de ‘El Lobo de Wall Street’: “No podía creer que lo que estaba leyendo fuese una historia real sobre alguien que vive para contarlo”, ha ironizado Winter.

‘El Lobo de Wall Street’ es “una gran obra épica americana de la codicia”, resume Leonardo DiCaprio mientras camina a lomos de Jordan Belfort hacia el Oscar. “Sé que algunas personas dirán: ‘Es un tipo malo, podrido hasta las entrañas. Espero que arda en el infierno’, pero las personas tienen derecho a redimirse. He cometido algunos errores terribles. Pero un leopardo puede cambiar sus manchas”, respondía Belfort en una entrevista a The New York Times. ‘El Lobo de Wall Street’ era pasado. “La película me ha hecho recordar lo que fui y la persona en la que me he convertido”.

Ficha técnica de ‘El lobo de Wall Street’:

Título original: ‘The wolf of Wall Street’. Dirección: Martin Scorsese. País: Estados Unidos. Año: 2013. Género: Biopic y drama. Interpretación: Leonardo DiCaprio (Jordan Belfort), Jonah Hill (Donnie Azoff), Matthew McConaughey (Mark Hanna), Kyle Chandler (Patrick Denham), Rob Reiner (Max Belfort), Jean Dujardin (Jean Jacques Saurel), Margot Robbie  (Naomi Lapaglia), Jon Bernthal (Brad) y Jon Favreau (Manny Riskin). Guion: Terence Winter, basado en las memorias de Jordan Belfort. Producción: Martin Scorsese, Leonardo DiCaprio, Riza Aziz, Joey McFarland y Emma Koskoff. Distribuidora: Universal Pictures International. Estreno en España: 17 de enero.