‘La mula’, tras una auténtica batalla legal entre director y productora, se estrena este viernes. Una buena ocasión para repasar algunas de las mejores películas ambientadas en el conflicto bélico más importante desatado en España.

La Guerra Civil española regresa este viernes a las pantallas con ‘La mula’ (Michael Radford). Pese a una amplia opinión popular, los filmes ambientados en los años del conflicto (1936-1939) no son demasiados. Ni siquiera tras el final de la dictadura franquista y la reinstauración de la democracia. El cine español ha preferido mostrar las consecuencias del conflicto bélico: la posguerra.

‘La mula’ sí se centra en la Guerra Civil. Basada en una novela de Juan Eslava Galán, narra la historia de un cabo del bando nacional, interpretado por Mario Casas, que se encuentra una mula, a la que llama Valentina, en medio del campo de batalla. El soldado la esconde para quedarse con el animal cuando concluya el conflicto. “Habla de personas que estaban en sitios donde no querían estar, no habla de buenos y malos, habla de personas sencillas”, resume Mario Casas, cuya interpretación le ha valido el premio de mejor actor en el reciente Festival de Málaga. Casas está acompañado por María Valverde, Secun de la Rosa, Daniel Grao, Luis Callejo y Antonio Gil.

 

‘La mula’ (2013)

Rodada en el último trimestre de 2009, ‘La mula’ se estrenará en los cines este próximo viernes, casi cuatro años después y tras una auténtica batalla legal, financiera y artística entre el director, Michael Radford, y la productora, Alejandra Frade, a la que se unió el ICAA (Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales). “El problema surge cuando la productora española Gheko Films (Alejandra Frade), probablemente mal aconsejada, no se aviene a firmar los documentos de coproducción necesarios que los gobiernos ingleses e irlandeses exigen para poder cobrar las inversiones aprobadas y reservadas para el proyecto, tanto por el UK Film Council (1.000.000 de libras) como por la Irish Film Board (850.000 euros)”, explicó Radford en julio del año pasado.

El director británico se plantó y abandonó el rodaje en su última semana. Un amigo de Alejandra Frade, Sebastián Grousset, concluyó el filme. Una situación esperpéntica que se intensificó con el ‘look’ que eligió para acudir al rodaje: enmascarado para no herir ‘sensibilidades’ entre el elenco artístico. El enfado de Radford (autor, entre otras, de ‘El cartero y Pablo Neruda’ y ‘El mercader de Venecia’) ha llegado hasta el punto de renegar de su trabajo. De esta manera, ‘La mula’ no está firmada. En sus créditos, aparece un frío “anónimo” en la dirección. La guerra legal abrió otro frente con el ICAA que demandó a los productores ya que consideraba lesiva la película.

 

Cine y guerra

La paz, labrada con varias sentencias judiciales, permitirá el estreno de un filme que sigue un camino abierto desde el mismo momento en el que concluyó la Guerra Civil. La dictadura franquista utilizó desde el inicio al cine como arma propagandística. La guerra y la posterior victoria nacional habían espantado a buena parte del mundo de la cultura. El exilio fue la única salida.

Dos años después de concluir la guerra, en 1941, la dictadura franquista mostró sin reparos cómo entendía el cine. ‘Raza’, dirigida por José Luis Sáenz de Heredia, fiel adepto a un régimen que le recompensó con el cargo de director de la Escuela Oficial de Cine, es la película más representativa de esta época. El argumento está inspirado en un texto de Jaime de Andrade, pseudónimo del mismo Franco. Alfredo Mayo, uno de los actores, comentaba tiempo después que la presencia del caudillo en el rodaje era habitual. ‘Raza’ retrata la Guerra Civil con un claro tufo propagandístico con una encendida defensa de las ideas nacional-católicas.

Hasta la caída de la dictadura, con la guadaña de la censura franquista sobrevolando sobre cualquier creación artística, el cine español pasó de puntillas por el conflicto bélico y, siempre que lo hizo, de una manera escandalosamente parcial. Juan Antonio Bardem definía claramente cómo eran aquellos años de posguerra: “El cine español actual es políticamente ineficaz, socialmente falso, intelectualmente ínfimo, estéticamente nulo e industrialmente raquítico”.

 

‘¿Por quién doblan las campanas?’ (1943)

La libertad que no existía en España sí aparecía en Estados Unidos. De esta manera, el cine norteamericano ambientó en la Guerra Civil española uno de sus primeros clásicos: ‘Por quién doblan las campanas’ (Sam Wood) (1943), con Gary Cooper, que encarna a un norteamericano que lucha al lado de los republicanos, Ingrid Bergman y Katina Paxinou, que ganó el Oscar a la mejor actriz de reparto. El filme versiona una novela homónima de Ernest Hemingway, que siguió de cerca la guerra civil española como corresponsal de prensa.

Hollywood revisó de nuevo el conflicto en ‘Las nieves del Kilimanjaro’ (Henry King) (1952), con Gregory Peck y Ava Gardner. No obstante, se trata de una película más dispersa. Un herido Gregory Peck, perdido en África, recuerda episodios de su vida como su participación en la Guerra Civil española. Con el franquismo entregado a la tijera de la censura, cualquier atisbo neutral o republicano por acercarse a los años 1936-1939 suponía perder el tiempo. La guerra era tabú. Directores comprometidos políticamente como Juan Antonio Bardem o Luis García Berlanga no tuvieron opción, debieron conformarse con retratar las miserias del franquismo con tramas situadas en la posguerra y extremando la imaginación para burlar a los censores.

Muerto el caudillo y con la dictadura acabada, España respiró. El cine, también. La libertad dejó de ser una palabra y un pensamiento prohibidos. Surge así ‘Las largas vacaciones del 36’, de Jaime Camino, coguionista junto con Manuel Gutiérrez Aragón. El filme se rodó en 1976. “Quebró numerosos tabúes en la representación de la Guerra Civil en el cine español, incluyendo la imagen de la bandera republicana y la imagen y la voz del presidente Lluís Companys, debido al inédito punto de vista adoptado”, ensalza Román Gubern en ‘1936-1939: la guerra de España en la pantalla. De la propaganda a la historia’. “Yo también soy ‘rojo’ y ni robo ni asesino. Me dedico simplemente a enseñar geografía, historia, matemáticas, lengua y literatura, para ‘desasnar’ a los niños de este pueblo y ahora a vosotros”, clama un profesor republicano interpretado por Francisco Rabal, que comparte protagonismo con Concha Velasco, José Sacristán. Analía Gadé, Ismael Merlo y Angela Molina.

‘Ay Carmela’ (1990)

Nuevas visiones

No obstante, es a partir de la década de los ochenta cuando el cine español empieza a abordar los años de la guerra civil con normalidad. Casi con normalidad. El cine español, bien sea por el mayor coste de las escenas de acción o bien sea, sobre todo, para no herir sensibilidades, ha evitado mostrar batallas.

‘Las bicicletas son para el verano’ (Jaime Chávarri) (1984), ‘La vaquilla’ (Luis García Berlanga) (1985) y ‘Ay, Carmela! (Carlos Saura) (1990) son los máximos representantes de un periodo en el que tragedia y comedia se mezclan a la hora de retratar la guerra. Chávarri, en 1986, repetiría tema con ‘Dragon rapide’, el filme más militar de este periodo con Juan Diego en la piel de Franco en los días previos al alzamiento contra el Gobierno de la II República.

Por su parte, Berlanga inauguró con ‘La vaquilla’ una manera de abordar la guerra llena de inteligencia y fina ironía. Hijo de familia republicana, el director valenciano se alistó en la División Azul para evitar que a su padre le aplicaran la pena de muerte y para ‘curar’ un desengaño amoroso. Los contrasentidos de la guerra, como luego retratara en ‘La vaquilla’, heredera de la tradición literaria del absurdo del mejor Ramón Valle-Inclán.

“Las guerras las pierden todos, y más todavía los pobres. No entiendo la tendencia de los españoles a matarse por ideas. La guerra es una situación atroz, una pérdida de valores humanos como la amistad y la tolerancia”, reflexionaba pocos años antes de su fallecimiento. Un absurdo que también se aprecia claramente en ‘¡Ay, Carmela!’, con Carmen Maura, Andrés Pajares y Gabino Diego como tres cómicos republicanos que acaban por error en la zona nacional interpretando un espectáculo preparado para ridiculizar al bando franquista.

‘Tierra y libertad’ (1995)

‘Trece rosas’ (2007)

Ese sentimiento satírico desaparece en los noventa. El tratamiento de la guerra civil se recrudece: ‘Tierra y libertad’ (Ken Loach) (1995), todo un tratado político del conflicto desde el bando republicano; ‘Libertarias’ (Vicente Aranda) (1996), con un grupo de milicianas anarquistas como protagonistas; y ‘La hora de los valientes’ (Antonio Mercero) (1998), con el sufrimiento del pueblo de Madrid a través de los ojos de un celador del museo del Prado.

Esa visión seria del conflicto se ha mantenido en los últimos años: ‘Soldados de Salamina’ (David Trueba) (2003), ‘Las 13 rosas’ (Emilio Martínez-Lázaro) (2007), ‘La mujer del anarquista’ (Peter Sehr y Marie Noëlle) (2008), ‘La buena nueva’ (Helena Taberna) (2008), ‘Pájaros de papel’ (Emilio Aragón) (2010), el arranque de ‘Balada triste de trompeta’ (2010) (Alex de la Iglesia) e ‘¡Ispansi! (¡Españoles¡)’ (Carlos Iglesias) (2011).

Los años de la Guerra Civil española han dejado de ser tabú u objeto de propaganda franquista, pero no es tan habitual ver filmes ambientados en la etapa más triste de la historia moderna de España. El cine ha preferido mostrar la posguerra. La tragedia del conflicto se ha mostrado a cuentagotas, a menudo con sátira, y en pocas ocasiones con rudeza para no reabrir heridas que incluso, en algunos sectores de la sociedad, se encuentran lejos de estar cicatrizadas. Aún existe cierto miedo a abordar el tema y a las reacciones en una España que sigue, siete décadas después, muy dividida. ‘La mula’ opta por seguir la vía del esperpento de Berlanga en ‘La vaquilla’, el mejor filme ‘militar’ sobre una guerra que no ha sido del todo explicada en el cine. Falta mucho por contar.