Más al norte. Más congelado. Más brutal. La novela negra nórdica parece seguir un patrón geográfico: Escandinavia demasiado civilizada, Islandia ya es demasiado grande y cálida, así que el espíritu literario salta a la última tierra septentrional, Groenlandia, cruento escenario físico, humano y social de las novelas del danés Mads Peder Nordbo.

IMÁGENES: Editorial Planeta / Text Publishing / Wikimedia Commons

Existe una idea preconcebida en el género negro: lugares caóticos e inquietantes pueden dar lugar a grandes historias negras. Cuando los nórdicos empezaron a escribir en el género le enseñaron al mundo que no hace falta vivir en el Bronx, Harlem, las calles de Londres, París, Madrid o los escondrijos de Chicago y Los Ángeles para contar historias crudas. Incluso en los países más desarrollados del mundo hay sitio para la oscuridad criminal. Puede incluso que más todavía que en otras sociedades. El clima, una sociedad protestante con tendencia al aislamiento individual en medio de un fuerte espíritu comunitario (sí, muy contradictorio pero real), una geografía durísima que contrasta con una baja población, ese invierno imparable que lo cubre todo de nieve, hielo, frío y obstáculos…

Hegel solía decir que el condicionamiento geográfico y climático determinaba las variables de una sociedad o una cultura más allá de lo obvio. Ese determinismo físico se convirtió en los países nórdicos en una mina de oro literaria que conquistó el género negro y el mundo entero. Todos hemos leído algo de nordic noir, algunos incluso son fanáticos y ya no recuerdan el thriller anglosajón, la novela policíaca norteamericana o el polar francés, o la larga escuela de género negro español, siempre tan crudo, nostálgico o directamente político y social. Aunque en el fondo el noir siempre ha sido social y político. Las novelas del último de los reclutados para esa armada literaria tienen también mucho de social. Mads Peder Nordbo tiene como novedad una cuestión geográfica determinante: Groenlandia.

Mads Peder Nordbo

En una escalada que parece no tener freno, el nordic noir cada vez es más crudo, más frío, viaja más y más al norte y a territorios más despoblados y siniestros. Si el crimen en la pequeña demografía de Islandia ya nos parecía muy arriesgado, imaginen lo que puede ser en una isla gigantesca, del tamaño de un tercio de toda Europa, con apenas 55.000 habitantes, dos culturas antagónicas en muchos aspectos, inviernos de casi ocho meses, sin apenas carreteras, aislados y con una altísima cota de suicidios, alcoholismo y de violencia de género. Imaginen una forma de escribir que es un reflejo de un clima inclemente, sometido ahora también a un progresivo calentamiento que sólo empeora la situación, noches de varios días, dos idiomas que no suelen llevarse muy bien (aunque uno es dominante pero en competición desigual, el groenlandés frente al danés o incluso el inglés, cada vez más presente). Un lugar donde viajar a ver a la familia en el pueblo vecino puede suponer tener que aguantar en trineo durante decenas de horas, o con algo de suerte en barco o helicóptero.

Nordbo es la nueva estrella del género negro nórdico, un danés que vivió años en Groenlandia y que puso en primera línea el “arctic noir”, una vuelta de tuerca a un modelo literario habituado a retorcer mucho ya las cosas. Lleva ya sobre sus espaldas seis novelas, pero en España sólo se le conocen las dos primeras de su “Trilogía Groenlandesa”: ‘Los crímenes del Ártico’ y la que se publicó a finales de este mes de junio, ‘El espíritu del hielo’, ambas con Planeta. En sus novelas Nordbo transmite su fascinación por el paso del tiempo y la determinante influencia del clima en la vida humana, en la psique de los habitantes, hasta el punto de que el tiempo convencional no importa, es la meteorología la que marca los ritmos.

La trama de esta trilogía (en Dinamarca ya se publicaron los tres, la última es ‘La mujer con la máscara de la muerte’) nace con un periodista, Matthew Cave, enviado desde la capital para cubrir un hallazgo arqueológico pero que termina investigando crímenes con ayuda de Tupaarnaq, una groenlandesa nativa cubierta de tatuajes que se ha pasado media vida en la cárcel y que fue víctima de violencia de género y también verdugo, concretamente de su padre. El título original de la primera novela (“La chica sin piel”) se convirtió en España en un convencional ‘Los crímenes del Ártico’ y dio paso a ese tándem como parte de la saga de Nordbo con la próxima ‘El espíritu del hielo’. Ambos libros están conectados. En el primero Cave trabaja en el periódico local de Nuuk y es enviado a cubrir el descubrimiento de lo que parece un cadáver fosilizado vikingo; no obstante el cuerpo es robado y el policía que se encargaba de custodiarlo es asesinado.

Matthew Cave se ve envuelto en la investigación, que le llevará lentamente hacia casos del pasado, a Tupaarnaq, que le ayudará a atrapar al criminal que tiene a Groenlandia bajo el miedo. A partir de esta primera historia llega la segunda que se publicó a finales de junio en España y que en Dinamarca se tituló ‘Terror frío’: el padre de Matthew, Tom, ha estado escondido durante años después de ser acusado de un doble asesinato. Cuando la hermana de su compañera y amiga Tupaarnaq desaparece, se volverá a abrir el caso de su progenitor y Matthew deberá investigar si es el responsable final de todo ello, ya que la policía de Groenlandia y el ejército estadounidense andan tras su rastro. Cuando comienza a desentrañar una terrible conspiración, deberá enfrentarse a serias preguntas sobre su joven amiga Tupaarnaq, y si su anhelo de venganza no ha ido demasiado lejos.

Nordbo conoce bien Nuuk, donde trabajó como asesor y funcionario durante varios años, y la propia Groenlandia, que le fascinó hasta el punto de abandonar Dinamarca para vivir allí. En sus novelas (más allá de las de esta trilogía) el ritmo y el estilo se acoplan a la geografía y el clima, hasta el punto de que es su mayor ambición, como él mismo reconoce en las entrevistas, conseguir que el lector se teletransporte a ese páramo inmisericorde. La otra parte es la crudeza social: Groenlandia tiene una proporción de abusos sexuales y físicos contra las chicas menores altísimo, en algunos pueblos incluso del 100% de todas las mujeres menores. Nordbo no ha escondido en las presentaciones que los libros son vehículos de denuncia de ese siniestro rasgo groenlandés, para que tanto allí como en Dinamarca supieran lo que ocurría. En sus libros no escamotea la crudeza, lo que le da más fuerza literaria; tampoco se ahorra las incongruencias de una cultura nativa acostumbrada a vivir en asentamientos abiertos y que ahora se apelotona en pisos modernos, un choque que deriva en una vida más triste.

Esa misma brutalidad climática, geográfica y social es la base de todas las novelas de Nordbo, que las ha utilizado como bisturí social de un mundo apartado, que nos suena casi legendario y cuya realidad no podemos siquiera imaginar tan al sur. No sólo nos lleva a un viaje de descubrimiento de la particular sociedad groenlandesa, sino que la desnuda y utiliza el crimen como una herramienta cultural, para comprender y denunciar. Un nuevo nivel literario listo para ser devorado en la soleada España.

¿Quién es Mads Peder Nordbo?

Escritor danés que vivió durante varios años en Groenlandia, concretamente como funcionario en Nuuk, la capital del enorme país subordinado a Dinamarca. Nacido en 1970, Nordbo estudió Literatura, Comunicación y Filosofía en la Universidad del Sur de Dinamarca y en la Universidad de Estocolmo. Ha vivido en Dinamarca, Suecia, Alemania y Groenlandia antes de regresar recientemente al país de origen. Trabajó como funcionario de comunicación en el ayuntamiento de Nuuk, donde escribió para la entidad y el alcalde. Allí comprendió la cultura inuit de los groenlandeses y su especial vínculo con el mundo nórdico, sus tradiciones sociales y la vida en un paraje de muy baja demografía. Nordbo es autor de cinco novelas, dos de las cuales (‘Los crímenes del Ártico’ y ‘El espíritu del hielo’) se han traducido a 18 idiomas, entre ellos el español.

Groenlandia, una sociedad en el límite

Si ya se nos hace duro a muchos tener que surcar un inverno moderado, imaginen lo que sería vivir en una isla gigante del tamaño de todo el Este de Europa cubierta de nieve y hielo desde hace miles de años, por no hablar que en las zonas pobladas todo está bajo la nieve durante siete meses al año. La geografía define la vida humana en Groenlandia más que cualquier otra circunstancia, hasta el punto de que apenas hay carreteras y hay que desplazarse entre ciudades y pueblos a enormes distancias en trineo, helicóptero, avión o barco, porque simplemente no hay posibilidad de hacer carreteras. En esos pueblos es muy frecuente quedarse aislado durante semanas, y en muchos sitios no hay cobertura telefónica. En el norte de la isla, por ejemplo, es costumbre cavar en verano las tumbas que van a necesitarse el resto del año (siempre hacen cálculos aproximados) porque después será imposible cavar en un suelo congelado. Toda la vida de las escasas 55.000 almas que viven en Groenlandia, territorio autónomo dependiente del Reino de Dinamarca, queda supeditada al clima y la geografía. No es ni de lejos comparable a la de un occidental medio, ni siquiera a la de un escandinavo medio.

Nada allí es como aquí. Pero al mismo tiempo está en la órbita occidental, con todos los males y choques culturales que eso supone para la mayoría de población inuit que colonizó Groenlandia durante la Edad Media al tiempo que los vikingos asentados desaparecían. Se adaptaron mejor y tienen su propio idioma, que sin embargo no habla mucha gente. Y todo esto mientras se expande el uso del danés o el inglés, lo que provoca muchos choques sociales y culturales en la isla más grande del mundo. La combinación de clima extremo, aislamiento, choque cultural y crudeza social deriva en un alcoholismo exacerbado, una de las tasas de suicidios más altas del mundo y violencia contra las mujeres. A todo eso se añade un elemento sin freno, el cambio climático, especialmente en el norte de la isla, que vive de la caza y la pesca, cada vez más escasas en una isla que se transforma a ojos vista. Un lugar perfecto para escribir género negro.