Han pasado 70 años de ‘Rebelión en la granja’ de George Orwell, pero nunca como hoy es más lícito hablar de él, celebrar su vigencia en una España donde supuestamente todos somos iguales, pero los cerdos un poco más que el resto, donde la desigualdad de oportunidades es la norma institucionalizada.
FOTOS: Trotalibros / DeBolsillo / Booket / BBC
Érase una vez un escritor británico de izquierdas que terminó tan hastiado del dirigismo y la tiranía interna del comunismo que creó una sátira brutal y demoledora con animales, una suerte de fábula política con una capacidad de desborde tan grande que a día de hoy, 70 años después, sigue en pie como un monumento antitotalitario de primer orden. Una fábula donde todos son iguales, pero algunos son menos iguales que otros. ‘Animal Farm’, ‘Rebelión en la Granja’ en español, es un martillazo en los dedos como se han escrito pocos en la historia de la literatura. Pocas veces un autor ha sido capaz de condensar en unas páginas las verdades de la contradicción interna y las nefastas consecuencias de una forma de gobierno basada en el derecho a gobernar de unos pocos sobre el resto.
La sátira tuvo dos adaptaciones al cine, una de animación en 1954 y otra con animales reales en 1999; en ambas hay cambios respecto al texto original, pero son también continuaciones de la historia central, que es muy sencilla: los animales de una granja se rebelan contra los humanos, a los que expulsan, y se organizan para gobernar el lugar. El problema llega cuando los cerdos toman el poder y entienden que ellos están legitimados para gobernar. A partir de ahí se crea un régimen despótico de desigualdad y represión que genera muerte, sufrimiento e injusticias tanto o más grandes que cuando estaba el hombre. Moraleja: si un grupo o raza en particular gobierna siempre habrá injusticia y sufrimiento.
El libro cumple 70 años incólume: es aplicable hoy más que nunca. Un ejemplo: la España de la corrupción, donde unos pocos, elegidos democráticamente, se convierten en poderosos establecidos capaces de imponer un régimen concreto donde roban a manos llenas. Salvando las distancias la España de hoy se parece bastante a esa granja donde un puñado de cerdos (animales y metáfora de los déspotas) controlan el poder y aplican una tiranía. Aquí quizás no sea tan represora, pero sí lo es económicamente y legislativamente. ‘Rebelión en la Granja’ es una alegoría política donde los animales (con sus características y asociaciones metafóricas) representan a los humanos, sus intereses, sus grupos, filias, fobias y sobre todo su transformación cuando tienen el poder.
Primera edición de 1945 y una de las últimas en español flanquean a Orwell
Los ideales comunitarios pasan a ser una utopía en lugar de una realidad posible porque importan más los nuevos intereses partidarios. A eso se le llama corrupción del poder, y cuando Orwell lo escribió estaba pensando en Stalin y esa casta del “Aparato” del gobierno comunista que se había convertido, de facto, en una casta tiránica como en los peores momentos del feudalismo o el fascismo. El libro también es aplicable al fascismo, y es usado comúnmente para retratar también los tiempos del Tercer Reich.
Al tratarse de una alegoría satírica antropomórfica, al menos en el lado intelectual, ha sido un libro pasto de colegios e institutos. Muchos países incluyen ‘Rebelión en la Granja’ en la lista de libros de uso en las aulas, de tal forma que los niños pueden aprender a identificar la tiranía (y a tener conciencia de su libertad política en democracia) desde muy pequeños. Es pues un arma intelectual de primer orden que ha sido prohibido en muchos países por lo obvio: denuncia y trastoca el poder, asociado con esos cerdos inicialmente igualitarios pero a los que la corrupción del poder transforma en tiranos. Pero el libro, pensado por Orwell como ariete contra el estalinismo y el nazismo, también se convirtió en una maza contra el comunismo.
El argumento general es sencillo. En la Granja un viejo cerdo, apodado el Mayor, explica poco antes de morir que todo iría mejor si gobernaran los animales. La idea cala entre todos los animales, que hacen la revolución y expulsan a los humanos. El nuevo orden se basa en siete reglas pintadas en la pared: Todo lo que camina sobre dos pies es un enemigo; Todo lo que camina sobre cuatro o vuele es amigo; Ningún animal usará ropa; Ningún animal dormirá en una cama; Ningún animal beberá alcohol; Ningún animal matará a otro animal; Todos los animales son iguales.
Es uno de los libros más editados en lengua inglesa, con decenas de ediciones en todo el mundo
La Granja se hace próspera y feliz durante un tiempo, pero lentamente los cerdos, erigidos a sí mismos en líderes (punto importante la apropiación dialéctica y real del poder) por su mayor inteligencia, abusan del poder a su favor. Especialmente dos, Snowball y Napoleón, que logra expulsar al primero con apoyo de los perros. Así, Napoleón se convierte en líder absoluto y convierte la Granja en una dictadura gracias a su alianza con los perros. Los cerdos, la nueva casta, se reconvierten en algo peor incluso que los hombres, e incluso modifican las siete reglas básicas para poder afianzar y legitimar su poder, lo que supone el acto final de corrupción política.
En la fase final del proceso, Napoleón y el resto de cerdos incluso usan las ropas dejadas por los humanos y empiezan a caminar sobre dos patas. Explotan al resto de animales cuando los humanos vecinos se asocian con Napoleón para mantener los beneficios. Pero cuando éste les invita a comer en la Granja el resto de animales ven las similitudes y se escandalizan; no hay reacción porque el sistema les ha alienado de manera completa y absoluta. Un burro, Benjamín, el único que sabe leer, es el que cierra el círculo al ver en la pared que sólo queda una ley: “Todos los animales son iguales, pero algunos son más iguales que otros”.
En las dos adaptaciones del libro al cine (1954 y 1999) hay cambios en el final para, también, cerrar el círculo discursivo: en la primera el burro Benjamín lidera la rebelión que aplasta a los cerdos pero anticipa una nueva forma de autoritarismo, el de los burros, con lo cual establece el principio de que siempre que haya un grupo que se crea legitimado para gobernar habrá opresión y despotismo. En la segunda todo va un poco más allá: el régimen de los cerdos se hunde, corrompido y anquilosado, lo que supone el regreso de los humanos a la Granja. Es un mensaje claro hacia el final de la URSS y cómo la historia es adaptada al tiempo presente, cuando, una vez pasado el comunismo, llega el antiguo régimen con otros medios nuevos.
Un libro tan actual como fundamental, el libro que todo el mundo debería leer alguna vez en su vida para comprender cómo casi todos los regímenes, incluso los democráticos, son en realidad pequeñas Granjas más o menos gobernadas por cerdos donde los intereses comunitarios se esfuman entre las redes particulares. Tiene 70 años pero parece escrito ayer. Por eso es una victoria para la literatura.
George Orwell, la piedra en el zapato de medio mundo
George Orwell no tuvo una vida larga (1903-1950), pero sí que personificó como pocos el espíritu de la izquierda británica y las muchas contradicciones de su país. Para empezar nació en un lugar, Motihari, en la India, que a su muerte ya era otro país. Falleció en la capital de un imperio que se desmoronaba a ojos vista, en Londres, en un frío 1950 después de haber sido periodista, crítico literario, escritor y agitador de conciencias. Además su nombre era diferente: nació Eric Arthur Blair pero se transformó en otro literariamente. Su vida se configuró en tres fases: la primera, como militante progresista contra el Imperio Británico; la segunda, como crítico denunciante de las condiciones laborales de la clase obrera en Gran Bretaña (con libros como ‘El camino a Wigan Pier’), y finalmente como ariete contra cualquier tipo de totalitarismo, ya fuera el fascista o el comunista, principal motivación por la que escribió la falsa fábula de ‘Rebelión en la Granja’. Queda para su historia personal, y la Historia con mayúscula, su activismo en el frente de la Guerra Civil Española, de la que surgirían libros como ‘Homenaje a Cataluña’. Sin embargo los dos libros que enervaron conciencias conservadoras y comunistas fueron la citada fábula de 1945 y su monumental ‘1984’, publicada en 1949.
A él le debemos un concepto como “Gran Hermano”, el estado opresor que nos vigila las 24 horas del día, y que hoy ya es una realidad. También conceptos como “orwelliano”, aplicables a cualquier tipo de universo distópico o situación real de tiranía global completa con tintes de absurdo. Por ejemplo, Corea del Norte, un país realmente “orwelliano”. Procomunista en un principio, pero en el fondo socialista democrático, fue uno de los primeros en rebelarse contra el estalinismo, al que consideró un ejemplo de traición suprema de los valores sociales que el marxismo inicial propugnaba. Esto le costó entrar en las listas negras de casi todos los partidos comunistas mundiales, que le veían como un burgués traicionero. A fin de cuentas pasó por Eton (becado) y trabajó para la BBC.
Y tampoco fue un plato de gusto para el establishment y los conservadores: a principios del presente siglo se supo que el MI5 británico le había tenido en el punto de mira durante doce años por sus filiaciones comunistas, catalogado como intelectual peligroso para el orden establecido, antes incluso de que empezara la Guerra Fría. No sufrirían todos mucho: en 1950, después de tres años enfermo de tuberculosis, de un hospital a otro, fallecía en Londres. Lo que sí quedó, como piedras inamovibles contra cualquier tipo de tiranía, fueron ‘Rebelión en la Granja’ y ‘1984’, todavía hoy prohibidos en muchos países del mundo. Y si ladran, Sancho, es que cabalgamos. Al menos las ideas de Orwell viven hoy más que nunca.
Ficha policial de George Orwell