Foo Fighters publica ‘Concrete and Gold’ (15 de septiembre), el noveno álbum de estudio de su larga carrera, presentado oficialmente con una carta manuscrita y que dará más madera a los fans de Dave Grohl y la banda acunada en Seattle.

IMÁGENES: Roswell Records / RCA Records / Foo Fighters

‘Concrete and gold’ sale a la venta, producido por Greg Kurstin (primera vez que colaboran) y Foo Fighters dentro de Roswell Records y RCA Records, y mezclado por Darrell Thorp. Tendrá once canciones, con un primer single, ‘Run’, y llegará cuando la banda esté en plena gira internacional. De hecho la publicación anticipará una larga gira por EEUU del grupo. Y para presentarlo en sociedad, Dave Grohl, el alma del grupo, habló de qué les había motivado: “Quería que su sonido fuese el del mejor álbum de Foo Fighters. Hacer un álbum brutal de rock pero que tuviese el sentido de la melodía y los arreglos de Greg Kurstin… la versión de Sgt. Pepper hecha por Motorhead… o algo por el estilo”. Es decir, un disco bastardo que quiere ser algo más que el viaje personalizado que hicieron por las raíces de su música en el anterior álbum, ‘Sonic Highways’, que generó una serie documental incluso mejor que el propio disco.

Esa es la historia oficial, con carta de Grohl incluida en la que explicaba por qué y cómo habían hecho el álbum en estos meses pasados. Ahora viene el salto “raro” de los Foo Fighters: ¿por qué elegir a un músico y productor especializado en divas de pop masivo o muy relativa y ligeramente alternativas como Greg Kurstin, cuyo CV incluso extremos como Adele y Pink? No tiene sentido, y bien podría desembocar en un fiasco. Sin embargo Grohl lleva casi 30 años en la industria de la música desde Nirvana y sabe perfectamente quién maneja el timón: él. Otro asunto es lo que salga de ahí. La razón la dio el propio Grohl: cuatro años atrás escuchaba en la radio a The Bird & The Bee, la banda de Kurstin, y le gustó por su gran sofisticación, “así que acabé escuchándolo obsesivamente”.

Y detrás de la obsesión surgió una amistad basada en gustos comunes y el descubrimiento de que Kurstin estaba siempre a un lado y al otro del cristal insonorizado de los estudios de grabación: de hecho su banda había acabado temporalmente “en barbecho” porque Kurstin estaba demasiado ocupado con la voz de Adele. Por aquel entonces el pálpito de Grohl con él ya había calado, pero eran otros tiempos: estaban metidos de lleno en la grabación y publicación de ‘Sonic Highways’, álbum y serie documental, en una mastodóntica gira de conciertos en los que Dave terminó con una pierna rota y tocando en un trono que parecía de un rey persa, lleno de luces y altavoces. Y entre medias también apareció el EP ‘Santa Cecilia’ (2015), un regalito para los fans. Muy doloroso y divertido todo, pero en cuanto tuvieron la agenda liberada y Grohl pudo volver a caminar se metieron en el estudio con Kurstin para esta “versión alocada del Sgt Peppers”.

Grohl asegura que no se lo pensó mucho al elegir el equipo de grabación que lidiaría con un matrimonio tan raro entre una de las mejores bandas de rock de los últimos 20 años y un músico acunado en el pop sofisticado y vendible. Necesitaron el pegamento de Darrel Thorp, colaborador de Radiohead en el pasado para que hiciera la mezcla como ingeniero de sonido. Una garantía de que los dos extremos no se desviarían mucho. Seis meses después aparece un álbum que puede ser otro giro de los Foo Fighters, que ya hicieron de su carrera en el rock un estilo propio antes de empezar a experimentar y variar. Son una banda ya consagrada, que puede haber vivido sus mejores cotas de calidad, y que ahora sólo le queda probar suerte con diferentes caminos para ver hasta dónde pueden llegar. Con mezclas bastardas, por ejemplo.

Foo Fighters: la segunda vida después de Nirvana

Foo Fighters nació en 1994 fruto del desastre que supuso el suicidio de Kurt Cobain. La onda expansiva de aquella terrible caída de un ídolo, que había fichado a Dave Grohl para ser el batería de Nirvana cuando formaba parte de Scream, empujó a Grohl a explorar el camino por su cuenta. Su inmenso talento como músico (es uno de los mejores guitarristas vivos y quizás de los mayores percusionistas del mundo) se unió a su experiencia con Nirvana y su talento como compositor. En Seattle, igual que con Nirvana, nació Foo Fighters, que tomó su nombre de los avistamientos de ovnis por la USAF durante la Segunda Guerra Mundial. Debutaron en 1995 con una formación que, además de Dave, incluía a Nate Mendel y William Goldsmith, que se ocuparían del bajo y la batería, dejando al fundador como guitarrista. Al final se les unió Pat Smear. Más tarde llegarían Taylor Hawkins para sustituir a Goldsmith y por último Rami Jaffee y Chris Shiflett más adelante. Las entradas y salidas no obstaculizaron el despegue fulgurante de la banda, que encadenó un álbum tras otro en los 90 para abrir el siglo XXI con ‘One by one’, el cuarto álbum, que ya les dejó colocados como uno de los grupos de referencia, capaces de vender más de 15 millones de discos en todo el mundo y ganar un Grammy al mejor álbum de rock.

Los Foo Fighters forman parte del abanico de bandas post-grunge de los 90, nacidos justo en la segunda mitad de una década que rompió cadenas con el marasmo de los 80 gracias al grunge, al punk mezclado con el rock y a la fuerza de una generación entera de bandas que rompieron con los solistas de tiempos anteriores. Mezclaron el rock con el grunge, el punk e incluso el heavy, para crear un sonido propio que bebía mucho de su ciclo anterior, pero que no tenía la rabia nihilista de ese género. Había mucha más placidez en su música, y sobre todo el potencial de las guitarras, que se multiplicaban, de tal forma que sus álbumes parecían dividirse entre canciones más moderadas y arranques de potencial instrumental como hay pocos en el rock. Y todo con el sello de Grohl, influido por Cobain y por todos sus gustos musicales, variando, adaptándose.

‘Sonic Highways’, la serie documental

Cuando en 2014 publicaron el álbum homónimo Dave Grohl, que parece un hombre orquesta y tiene tiempo para todo, decidió crear, producir y dirigir una serie documental que es un gran regalo a los amantes de la música, una colección ecléctica en la que Grohl y el resto de la banda saca da cada ciudad norteamericana algo de cada estilo (blues, soul, jazz, el rock y sus variantes). La HBO emitió ocho episodios (una por cada canción supuesta del nuevo álbum). La idea partió del propio Dave Grohl, que desarrolló un concepto nuevo: un tour por EEUU, que narra cómo los Foo Fighters se unieron de nuevo para grabar en Chicago, Austin, Nashville, Los Ángeles, Seattle, Nueva Orleans, Washington DC y Nueva York. “En realidad es un mapa musical de Estados Unidos”, ya que no sólo estuvieron para grabar sino también para tocar con los músicos de cada una de las urbes por las que pasaron, siempre en estudios clave y para hacerlos converger en el propio disco que debería salir a la venta en noviembre.

De esta forma el mundo visual y el sonoro se unen en un todo que podría ser una catapulta para otras bandas para que les imiten. Así, en la serie se escucharan nidos de creatividad tan distintos como el country y el jazz, y más unidos como el rock o el blues. Todos influyeron en la banda y al mismo tiempo las retrataron, un viaje de ida y vuelta entre ellos y la música. Es una recomendación atemporal ver esa serie, en la que colaboran gente como Chuck D (Public Enemy, ¿les recuerdan verdad?), Joe Walsh (otro mito vivo, el de los Eagles) o Rick Nielsen (Cheap Trick). No hay que olvidar que el año pasado Grohl ya demostró su talento con ‘Sound City’, su debut detrás de las cámaras y donde la música lo era todo, eje y desarrollo, y la nueva obra parece más una declaración de amor a la historia de la música de su país, y que en parte son los sonidos y géneros que los demás escuchamos.

Portadas de ‘Sonic Highways’ y ‘Concrete and gold’