Llega el estreno de la sexta parte de la saga ‘A todo gas’, último ejemplo de un fructífero cine, el de coches, cargado de adrenalina, tíos duros, chicas guapas pero, sobre todo, mucha, mucha velocidad.
Pise a fondo el acelerador. Suelte el freno. Y no miré atrás mientras va subiendo de marchas. Está al volante de un coche, y no de un coche cualquiera, de un auto de película. Las pantallas de cine desprenderán, de nuevo, olor a gasolina con el estreno este viernes de ‘Fast & Furious (A todo gas 6)’ (Justin Lin). Vin Diesel, Paul Walker, Jordana Brewster, Michelle Rodríguez, Gina Carano, Dwayne ‘The Rock’ Johnson y la española Elsa Pataky son los herederos de una larga historia de amor entre el Séptimo Arte y el mundo del motor.
Los coches han sido directa o indirectamente protagonistas de películas y series de televisión. ¿Quién no recuerda, por ejemplo, a KITT (Knight Industries Two Thousand) con David Hasselhoff? KITT, un Pontiac Firebird negro con una característica luz roja intermitente entre sus faros delanteros, recorrió y voló, en el sentido literal, miles de kilómetros en las carreteras de Estados Unidos y en los televisores de todo el mundo en la década de los ochenta. ‘El coche fantástico’ (1982-1986), como se conoció en España, fue uno de los grandes éxitos de la NBC. Volvió con desigual aceptación con secuelas, algunas de ellas en el cine. KITT es el automóvil más conocido de la ‘tele’ junto con la furgoneta negra de la marca GMC de ‘El equipo A’.
Otro coche amable, Herbie, es el alma del mundo del motor en el celuloide. Un Volkswagen Sedan con alma propia como KITT. Herbie ha aparecido en seis películas. Debutó en ‘Ahí va ese bólido’ (Robert Stevenson) (1968) y se paseó por última vez en ‘Herbie: a tope’ (Angela Robinson) (2005) con Lindsay Lohan al volante. El ‘escarabajo’ no se ha cansado de ganar carreras en el cine, con su inconfundible número 53 y su franja roja-blanca-azul. Volkswagen lanzó al mercado en el último trimestre del pasado año el Beetle 53 Edition inspirado en uno de los autos clásicos de la cultura popular mundial gracias al cine.
Muchos más coches han aparecido por las pantallas. Casi todos anónimos, más allá del nombre de su marca y su modelo o del apodo con el que le conocen sus dueños o pretendientes, como Nicolas Cage en ’60 segundos’ (Dominic Sena) (2000) con un espectacular Shelby Mustang GT500 al que bautiza como Eleanor. Coches como protagonistas, como acompañantes o enemigos del protagonista o como un elemento necesario en robos o incluso en viajes por el tiempo como en ‘Regreso al futuro’ (Robert Zemeckis) (1985) y sus dos secuelas. “Si vas a viajar al pasado, hazlo con estilo. Y, ¿qué mejor que con un DeLorean?”, responde el científico Doc Emmett Brown (Christopher Lloyd) a un incrédulo Marty McFly (Michael J. Fox).
El cine y los coches arrancaron su relación en la década de los sesenta con dos nombres claves: el director John Frankenheimer y toda una estrella de Hollywood como Steve McQueen. ‘Grand Prix’ (John Frankenheimer) (1966), con James Garner, Eva Marie Saint e Yves Montand, es el primer filme cien por cien automovilístico. Ninguna otra película como ‘Grand Prix’, en la que participaron pilotos como Graham Hill y Jack Brabham, ha reflejado tan bien la épica de los primeros años de la Fórmula Uno. Frankenheimer filmó escenas increíbles en las calles de Mónaco. ‘Driven’ (Renny Harlin) (2001), con Sylvester Stallone compitiendo en la ChampCar norteamericana, se quedó muy lejos de ‘Grand Prix’.
Steve McQueen con el Mustang de ‘Bullit’ y la escena en moto de ‘La Gran Evasión’
Steve McQueen es el otro nombre propio de los primeros filmes ambientados en el mundo del motor. McQueen era un amante de la velocidad. No dudaba en rodar la mayoría de las secuencias de acción. ¿Quién no empujaba con una gran sonrisa en la boca su carrera hacia la libertad en una moto robada al Ejército alemán en ‘La gran evasión’ (1963) (John Sturges)? Como curiosidad, McQueen usó una Triumph Trophy T6 modificada ya que las BMW de la Wehrmacht no estaban preparadas para ejecutar los saltos que el capitán Hilts efectuaba para saltar las alambradas y entrar en Suiza. Una de esas maniobras, una acrobacia de dieciocho metros, la realizó incluso un especialista, Bud Ekins, amigo del mismo Steve McQueen.
Si en ‘La gran evasión’ el actor se divirtió sobre una moto, en ‘Bullit’ (Peter Yates) (1968) lo hizo con un Ford Mustang GT 390 verde persiguiendo a dos asesinos, que circulaban en un Dodge Changer R/T 440 Magnum, por las calles de San Francisco. Siete minutos impresionantes. Quizás la mejor persecución de la historia del cine ayudada por las empinadas y espectaculares calzadas de la ciudad californiana. Solo faltó rodar en un Golden Gate que las autoridades no quisieron cerrar al tráfico. La madre de todas las persecuciones, imitada mil veces desde entonces en series y películas.
No tuvo suficiente Steve McQueen, que impulsó un ambicioso proyecto: ‘Las 24 horas de Le Mans’ (Lee H. Hatzin) (1971). Todo un homenaje a la carrera de resistencia francesa, la más conocida en su categoría en todo el planeta. Para un amante del motor, toda una delicia y una obligada parada. En realidad, más que de una película estamos casi hablando de un documental sobre las 24 horas de Le Mans. Lo más parecido, aunque centrado en la figura del genial piloto brasileño, es ‘Senna’ (Asif Kapadia) (2010). Pixar, en 2006, homenajearía a McQueen en la película de animación ‘Cars’ (John Lasseter y Joe Ranft). “Rápido como una moto, potente como un camión”, se vanagloria el bólido protagonista: Rayo McQueen.
‘Grand Prix’, ‘Bullit’ y ‘Las 24 horas de Le Mans’ fueron las precursoras de un cine, no obstante, que se ha centrado sobre todo en las persecuciones. ‘The French Connection’ (William Friedkin) (1971) es la perfecta demostración. Friedkin ni siquiera cerró las calles y rodó en pleno Brooklyn con tráfico real. Steven Spielberg asombró, por su parte, en 1971 con ‘El diablo sobre ruedas’. Dennis Weaver, en un Plymouth Valiant, sufría una pavorosa persecución de un oxidado camión cisterna, un Peterbilt 281, empeñado en sacarle de la carretera en medio del desierto de California. El motor, tratado con cariño por Frankenheimer y McQueen, se convertía en un arma de terror por Spielberg.
The Italian Job (1969)
Las persecuciones se sucedían en el cine en filmes policíacos. ¿Quién no ha pensado alguna vez en utilizar un coqueto y veloz mini para robar como hace Michael Caine en ‘The Italian Job’ (Peter Collinson) (1969) o la banda de Mark Wahlberg en su ‘remake’, dirigido por F. Gary Gray en 2003. El coche es un aspecto esencial a la hora de planear un atraco. El gran Alfredo Landa ya lo había padecido en ‘Atraco a las tres’ (José María Forqué) (1962). Robert de Niro y Jean Reno lo comprobaban en ‘Ronin’ (John Frankenheimer) (1998) con una majestuosa persecución en Niza con un BMW y un Peugeot como responsables.
Las grandes sagas de acción no se han resistido a colar numerosas vibrantes secuencias con coches, motos, camiones e incluso tanques. Los organismos cibernéticos de Terminator pugnaban por un juvenil John Connor (Edward Furlong) en ‘Terminator 2: el juicio final’ (James Cameron) (1991). Un T-800 (Arnold Schwarzenegger) digno del mundial de Moto GP luchaba contra un moderno T-1000 (Robert Patrick) con un camión dispuesto a destruir Los Angeles con tal de acabar con el futuro líder de la resistencia humana. En ‘Terminator 3. La rebelión de las máquinas’ (2003), Jonathan Mostow rodó otra espectacular escena con camión de por medio.
Más humana, pero no menos impresionante, ‘Indiana Jones y el templo maldito’ (Steven Spielberg) (1984) arranca, por su parte, con una frenética persecución en las calles de Shangai. Mientras, en ‘Indiana Jones y la última cruzada’ (Steven Spielberg) (1989), el arqueólogo más famoso del cine persigue a los nazis subido a una moto de la Segunda Guerra Mundial dispuesto a rescatar a su padre.
Sean Connery y el mítico Aston Martin DB5
Los espías cinematográficos no son tampoco nada sin sus coches. Matt Damon conduce todo tipo de automóviles en la saga Bourne. Otra vez un Mini devora kilómetros. Esta vez en las calles de París en ‘El caso Bourne’ (Doug Liman) (2002). Bourne también muestra sus habilidades al volante en ‘El mito de Bourne’ (Paul Greengrass) (2005) en Goa (India) y Moscú.
¿Qué decir de los coches de James Bond? En su mayoría clásicos británicos como los Aston Martin, en especial el genuino DB 5 que aparece en ‘Goldfinger’ (Guy Hamilton) (1964), ‘Operación trueno’ (Terence Young) (1965), ‘GoldenEye’ (Martin Campbell) (1995), ‘El mañana nunca muere’ (Roger Spottiswoode) (1997), ‘Casino Royale’ (Martin Campbell) (2006), ‘Quantum of solace’ (Marc Forster) (2008) y ‘Skyfall’ (Sam Mendes) (2012). El agente 007, con licencia para matar, ha disfrutado de coches de última generación gracias a las ingeniosas manos de ‘Q’. Y, cuando lo ha estimado necesario, se ha puesto a los mandos de motos, como en ‘El mañana nunca muere’, o incluso tanques como en ‘GoldenEye’.
Batman tampoco sería lo mismo sin su Batmóvil. Christopher Nolan ‘tuneó’ al murciélago con un nuevo medio de transporte en ‘El caballero oscuro’ (2008): el Batpod, engendrado del mismo Batmóvil. Una impresionante motocicleta con dos enormes llantas para luchar contra Joker (Heath Ledger). De todos los héroes de cómic, sin duda Batman ha sido el que mejor uso ha hecho de los coches y de las motos para combatir al crimen.
La gran persecución de ‘The Dark Knight’
Aún nos quedaría hablar de la saga ‘Mad Max’, con un mundo apocalíptico en el que la gasolina es el mayor tesoro. Mel Gibson tuvo su primer éxito como actor gracias a un Ford Falcon XBGT con el que patrullaba las carreteras. Otra estrella de Hollywood, Keanu Reeves, debe buena parte de su fama a filmes relacionados con el motor como ‘Speed’ (Jan de Bont) (1994) con un imparable autobús con bomba incluida o la saga ‘Matrix’ (1999-2003) de los hermanos Wachowski con persecuciones en moto en un mundo virtual. Mientras, Jason Statham ha hecho carrera, nunca mejor dicho, gracias a otra saga donde no se despega el pie del acelerador: ‘Transporter’ (2002-2008).
Antes de derrapar con ‘A todo gas’, los amantes del cine de coches tienen más citas obligadas: ‘La roca’ (Michael Bay) (1996), con Sean Connery y Nicolas Cage destruyendo San Francisco al volante, respectivamente, de un poderoso Hummer y un bello Ferrari; ‘Collateral’ (Michael Mann) (2004), con un asesino desplazándose como pasajero en un taxi para cumplir con su trabajo en Los Angeles; ‘Death proof’ (Quentin Tarantino) (2007), con un psicópata de carretera; y ‘Drive’ (Nicolas Winding Refn) (2011), con un especialista de cine y de atracos.
‘A todo gas’, con su sexta entrega, es una perfecta excusa, por tanto, para que sus espectadores revisen un cine, el de coches, que ha ofrecido mucho más que películas sobre carreras con chicas guapas y tíos duros al estilo de la española ‘3 metros sobre el cielo’ (Fernando González Molina) (2010) y de la saga de Vin Diesel. Suelten el acelerador, abran los ojos, fijen su mirada en la pantalla, inhalen olor a gasolina y disfruten.