Llevar la versión ampliada de la nave Dragon construida por SpaceX, Red Dragon, a Marte en 2018. Elon Musk, ingeniero y emprededor dueño de Tesla y SpaceX, no tiene muchos límites. Y en la exploración espacial muchos menos. Más que hablar de ciencia pura y dura, vamos a hablar de una de sus caras más conocidas “y prácticas”.
La obsesiva carrera contra la propia tecnología, los presupuestos y los límites técnicos y humanos ya tiene nuevo horizonte: llevar al ser humano hasta allí y traerlo. Y para todo el sistema logístico ya hay un emprendedor (empresario, ingeniero, figura mediática y émulo del Tony Stark de los cómic de Marvel): Elon Musk. Lo que pretende es enviar a Marte la Red Dragon en combinación con los cohetes Falcon de propulsión pesada; Red Dragon es una versión más sofisticada de la nave no tripulada Dragon, un transbordador de uso múltiple y tamaño y diseño más reducidos que los antiguos transbordadores de los 80 y 90. A finales de abril Elon Musk lanzó un mensaje por Twitter para presentar lo que él quiere para su compañía, contratista de la NASA en estos momentos: “Planificación para enviar una nave Dragon a Marte tan pronto como en 2018”.
SpaceX lucha a brazo partido para conseguir todo lo que pueda de la NASA, razón por la que desarrolló esta cápsula no tripulada cuya misión es transportar materiales fuer de la Tierra y regresar. Red Dragon sería una versión más potente avanzada: su misión sería sencilla, llevar todo tipo de cargamento hasta el planeta rojo para misiones tripuladas e incluso colaborar en la creación de una colonia permanente. Poco después Musk añadió más madera: el proyecto Dragon 2 (la cápsula de segunda generación de Space X) está diseñada para ser capaz de aterrizar en cualquier lugar del Sistema Solar, por lo que Red Dragon sólo sería una variante tecnológicamente viable. Lejos de pillarse los dedos, Musk dejó claro que estas misines serían no tripuladas, ya que el límite logístico de las Dragon es la Luna, según la compañía más allá sería muy peligroso por la distancia y la complejidad de la misión. Además, las Dragon son demasiado pequeñas para viajes largos.
Elon Musk junto a la parte superior de la nave Dragon de SpaceX
SpaceX es una de las muchas empresas que compiten por contratos de agencias aeroespaciales o de consorcios mixtos (público-privados, el nuevo modelo de financiación de la carrera espacial) para todo tipo de proyectos de exploración espacial. Hace algún tiempo la NASA sacó a licitación varios proyectos con empresas privadas para hacer realidad el nuevo ímpetu de la agencia: que la inversión y el trabajo duro lo haga el dinero privado y que el presupuesto público de la NASA sirva para financiar investigaciones y como cobertura para esos proyectos. Se ahorran costes, se reutilizan mejor los fondos y de paso la NASA da vía libre a patentes industriales que ensanchan la economía de EEUU. Fue entonces cuando Elon Musk dio un paso al frente.
Ya no se trata tanto de construir enormes sistemas sino de ser pequeños, detallistas y sobre todo eficientes. Y quien dice eficiencia indica utilidad: los nuevos transbordadores no tripulados son la llave del futuro. Por eso Elon Musk creó SpaceX, para ensanchar el mundo tecnológico y como todo buen emprendedor que se precie, lucrarse con ello. Así nacieron los vehículos Dragon (versión 1 y 2), pensados para acoplarse a diferentes sistemas de propulsión y poder transportar carga útil a estaciones espaciales o incluso bases permanentes en la Luna. Ahora, con Red Dragon, darían un paso más allá, ampliando el rango de distancia y capacidad. ¿Y cómo llegarían hasta allí? Sencillo, con los cohetes del proyecto Falcon, pensados para llevar cualquier cosa hasta Marte. Concretamente con el Falcon Heavy, una versión agrandada del Falcon 9 y que sería el propulsor más potente jamás construido desde los ya primitivos (pero gigantes) Saturno V de la NASA y N-1 de la antigua agencia soviética.
Los Falcon 9 más pequeños ya se han preparado para pruebas (la última en diciembre de 2015, cuando despegó y aterrizó por sí mismo); su versión mayor sería capaz según la empresa de Musk de llevar a cabo un viaje de ida y vuelta al Planeta Rojo y traer muestras a la Tierra. El Gobierno estadounidense ha hecho especial hincapié en asociarse con la empresa privada para desarrollar la tecnología necesaria para emprender una nueva conquista espacial, que tiene como objetivo llegar a un asteroide en 2025 y a Marte en 2030. Por eso el anuncio de Musk fijando el límite en 2018 quizás sea más marketing que posibilidad real. Pero como reto de ambición no está nada mal.
Cohetes Falcon
El Falcon Heavy tendrá un aspecto parecido al actual Falcon-9, pero añadirá dos etapas de propulsión laterales con las mismas prestaciones de la primera fase de este último. Esto quiere decir que, durante el lanzamiento, se encenderán un total de 27 motores Merlin mejorados, que proporcionarán la potencia necesaria para impulsar hasta 53 toneladas métricas en dirección a una órbita baja. Esta cifra duplica la del actual cohete Delta-4 Heavy, usado para lanzar pesados satélites militares. Para que nos hagamos una idea, 53 toneladas es equivalente a enviar al espacio a un avión Boeing 737-200, con su combustible y 136 pasajeros. El Saturno-V lanzó 100 toneladas durante el programa Apolo. Porque la realidad terrestre se impone en el espacio. Ya no son los años de la abundancia de los 50 y 60, ni la apuesta científica de los 80 y 90, ahora son otros tiempos. Se abre un siglo XXI donde ya no es una hazaña mandar a alguien fuera, ni enviar máquinas a Marte, sino hacer cuadrar las cuentas. El Falcon y Space X son una prueba. Y Elon Musk otra.
¿Quién es Elon Musk?
Si les decimos Paypal seguro que intuyen de qué sector hablamos: internet. Y si añadimos Tesla puede que algunos también sepan algo de esta marca de automóviles de EEUU que sólo fabrica coches eléctricos y que acaba de acumular más de 10.000 millones de dólares en pedidos para su modelo X de tipo familiar. Y de SpaceX ya hemos hablado. Musk nació en Sudáfrica hace unos 45 años y fue uno de los pioneros de los servicios comerciales por internet; fundó la compañía de pagos online PayPal y con la riqueza lograda fundó Tesla, y luego SpaceX, y ha invertido en multitud de start-up del sector tecnológico. Y para culminar, creó SolarCity para desarrollar energías renovables de aplicación práctica para ciudades y creó la batería doméstica más potente, tan útil que muchos países (como España, “siempre a la vanguardia”) legislaron contra ella antes incluso de que se pusiera a la venta. Además anda metido en otro proyecto más futurista aún: un tren magnético ultrarrápido que supere incluso a los aviones.
Su perfil es tal que incluso fue fuente de inspiración para Robert Downey Jr para crear el Tony Stark que es en realidad Ironman. Tanto que incluso hizo un cameo en la segunda película de la franquicia. La fama no para de crecer, y ya ha recogido el testigo de Steve Jobs en el imaginario reino de los gurús de la tecnología que orbita alrededor de Silicon Valley y las universidades californianas. Cuentan de él que a pesar de la supuesta timidez que manifiesta en público es en realidad un pequeño tirano de los plazos: su nivel de exigencia no le va a la zaga al de Jobs, famoso por humillar y despedir en función de su nivel emocional de la semana. Él tiene fama de hacerlo de otro modo: si tiene que estar el día 1 por la mañana apretará hasta la crueldad a todos para cumplir con ese plazo. Después de todo su ambición es enorme.
Con doce años ya vendió su primer programa, precisamente un juego sobre misiones espaciales. Emigró con 17 años a Canadá y a EEUU con 24, donde estudiaría Física y Economía. De esa fusión de ciencia y cálculo comercial surgieron sus negocios de internet, energía, automoción y la exploración espacial. Creó Zip2 (una plataforma de difusión de prensa por internet), se la vendió a Compaq y con el dinero hundió al resto de gigantes creando PayPal, la cual vendió por más de 1.400 millones de dólares a EBay, dinero con el que engrasó sus nuevas creaciones. SolarCity acumula ya un valor de 3.000 millones de dólares, Tesla Motors le ganó por la mano a las multinacionales de la automoción el ser pionero en desarrollo de coches eléctricos, y ya prepara los coches autónomos. SpaceX es la más innovadora: tiene ya asegurados varios contratos y sus prototipos ya cumplen con lo que le pidió la NASA. Un primer paso para Marte.