Di adiós al cine: Amazon compra MGM y sube la apuesta en la competición entre plataformas de streaming por dominar el mercado de contenidos audiovisuales. Silicon Valley devora poco a poco a Hollywood, que busca en el nuevo modelo una salida a una situación en la que aporta ideas pero ya no el control financiero. Netflix, Apple, Amazon, Disney, Viacom, HBO, Time Warner, Discovery… todos listos.
IMÁGENES: Disney / Amazon / Apple / HBO / Hulu / Atresplayer / Filmin
Primer apunte: hay tantas plataformas como medios de comunicación. De hecho, la lista en el país de partida de este nuevo modelo de negocio, EEUU, es inmenso. Aquí en España hubo algunos pioneros, pero por ahora Atresplayer y Filmin son quizás, junto con las “delegaciones” locales de las grandes plataformas, las más conocidas. Segundo apunte: el auge del streaming, acelerado por los confinamientos por las pandemias, pone en peligro la existencia misma del sistema tradicional de exhibición en cines, que tenía sus propios sistemas internos. Las plataformas permiten tener el producto audiovisual en casa, mucho más rápido, más barato y con menos problemas. Elimina de un plumazo los intermediarios: ya no hay distribuidores secundarios, ni compañías de cines, ni esperas de meses (o años) para ver un filme en la televisión. Se acabó. Y cada una tiene sus ventajas: Netflix su catálogo original, Disney su dominio del mercado tradicional y sus productoras, Amazon el volumen de contenidos ajenos, y Apple que cuenta con cientos de millones de dispositivos para colar su catálogo.
Hay, sin embargo, paradojas: para empezar Netflix compró recientemente el Teatro Egipcio de Hollywood, un cine emblemático de Los Ángeles que ahora está renovando para poder alojar sus propias proyecciones, bien como modelo de negocio “de lujo” para suscriptores, o bien para salvar las limitaciones impuestas por la Academia a las plataformas a la hora de competir para colar sus producciones entre las nominaciones. Era necesario un mínimo de días en exhibición para poder luego estrenar en las plataformas, lo que cercenaba la cuenta de resultados de esas mismas empresas, y todo para que el sistema de distribución tradicional de las productoras contra las que competía se mantuviera. Algunos veían en eso un chantaje casi mafioso inaceptable. En muchos casos ya da igual porque la balanza se desplaza: primero las películas sólo se estrenaban en cines o las plataformas; después se pasó a estrenos en cine que luego pasaban al streaming; y finalmente, con la pandemia, muchas productoras han elegido estrenar directamente online y olvidarse de los cines.
Tercer apunte: este nuevo modelo de negocio ha generado una auténtica guerra comercial entre plataformas, cada una de un grupo mediático (o asociadas entre sí, repartiéndose el pastel). No sólo compiten ya por el mercado de suscriptores con una indisimulada guerra de precios (Disney bajó los precios de sus plataformas con una estrategia propia del dumping, ilegal en muchos ámbitos), también por los contenidos: los directores, guionistas y actores están dispuestos a firmar contratos con plataformas que antes rechazaba orgullosamente, como el caso de Spielberg, que pasó del “sólo hay un lugar para las películas, los cines” a subirse a las anchísimas espaldas financieras de Apple en cuanto pudo. La cuestión es que podemos resumir toda esta historia en dos frases: 1) Silicon Valley devora a Hollywood, y 2) Al viejo sistema de cines y distribuidoras se les ha puesto la misma cara que a los monjes que copiaban libros en la Edad Media el día que vieron a Gutenberg con su imprenta.
Puede parecer excesiva la comparación, pero es apenas una simplificación de lo que es en realidad. Y eso si dejamos de lado un detalle muy importante: el cine ya no es, ni siquiera las series de TV, el producto audiovisual estrella, son los videojuegos, que duplican ya el volumen de negocio de toda la industria audiovisual. Y que tienen también opciones para formar parte de las ofertas de esas mismas plataformas. Así que hemos entrado en una fase en la que las plataformas de streaming compran directamente a los antiguos gigantes que los menospreciaron durante años, en especial en la guerra particular de las majors contra Netflix. Sólo hay que recordar que Disney compró Fox, que AT&T (que fabricaba tecnología) devoró a Time Warner en 2018, o el otro matrimonio a tres entre Viacom, CBS y Paramount, que cubría de golpe cine y TV. Y no para: casi a la vez que Amazon anunciaba la compra de MGM se hacía pública la idea de AT&T de fusionar Time Warner con Discovery sus contenidos para catapultar a sus dos plataformas, HBO Max y Discovery Plus.
Esta guerra ha provocado un doble movimiento: tecnológicas que compran productoras para el streaming o bien productoras que crean sus propias plataformas de streaming para no quedarse fuera del nuevo modelo de mercado. Ya no se discute la supervivencia del sistema convencional, sólo cuándo va a fenecer o transformarse en parte de un consumo minoritario, de la misma forma que hoy podemos ir de vez en cuando a comer a un restaurante de calidad por un precio más alto en lugar de encargar la comida y recibirla en casa en pijama. Ése es el modelo que ha impuesto Netflix, la primera en llegar y que aún controla más del 60% de todo el mercado, capaz de financiar todo tipo de producciones originales y obligando a sus competidoras a esforzarse en sus productos (como Disney), o bien sacar la chequera y comprar los de otros (como Apple, Amazon o la propia Disney, que no dudó en comprar directamente franquicias como Star Wars).
Luego está el efecto llamada de las finanzas: Netflix es capaz de gastarse 15.000 millones de dólares en un año, una cifra absolutamente mareante fuera del alcance incluso para la mayoría de las gigantescas corporaciones industriales o bancarias que dominan la economía. Amazon llegó a la mitad: 7.000 millones de dólares, además de acuerdos para retransmisión de suculentos caramelos como el fútbol americano de la NFL. Esto se tradujo en número de clientes: 200 millones para Amazon (con truco, ya que muchos de ellos son antiguos usuarios del Prime Video de pago por visión simplemente trasvasados), Netflix (208 millones, pero multiplicados por el sistema de compartir claves y que multiplica los visionados de la plataforma hasta niveles que nadie supera) o Disney Plus (100 millones de suscriptores, todos nuevos, en parte por la agresiva y criticada política de precios de lanzamiento).
La guerra tiene otras variantes más específicas pero que ayudan a dar profundidad al escenario: Amazon Prime Video es la que mayor volumen de contenidos tiene (MGM incluida), pero muchos menos originales que HBO Max, Netflix o Disney Plus. Lo normal era justo lo que hace Amazon: contratar contenidos. Pero el modelo de éxito de Netflix lo cambió todo, igual que hiciera años atrás HBO con el mundo de la ficción en series de TV. El que gana impone el modelo de negocio. Hoy todas quieren ser Netflix. Pero de paso le levantaron contenidos al gigante: no es casual que Disney sacara las series de Marvel de Netflix, o que Warner hiciera lo mismo con su catálogo, transferido a HBO Max. Esto obligó a la gran plataforma pionera a aumentar el volumen de inversión en producción propia, con notables éxitos. Amazon va a intentar algo parecido con el desarrollo de la nueva serie de El Señor de los Anillos, la más cara de la Historia de la TV.
Ahora bien, las consecuencias de la acometida de Amazon son más grandes de lo que pensamos y pueden tener consecuencias para los espectadores españoles: en nuestro país la distribución suele cruzarse. Por ejemplo: ‘El cuento de la criada’, producida por MGM, se emite en HBO, competidora de Amazon, que no va a hacerle ese regalo (salvo que los contratos digan lo contrario). Más: una buena parte del catálogo de MGM está disponible para el público nacional a través de Filmin, plataforma española de pago por visión, que o bien llega a un acuerdo con Amazon o verá cómo le levantan parte de su armario de contenidos. Todo depende de cómo plantea la compañía fundada por Jeff Bezos la transmisión de ese mismo catálogo, si llegará a acuerdos con terceros regionales para explotarlos comercialmente o bien se lo quedará todo para sí (como hizo Disney con sus filiales) y dejar todo el negocio en casa. También de los contratos vigentes y las fechas de expiración de derechos de emisión.
En resumen: va a ser una guerra larga con pulsos binarios mientras todos intentan desbancar a Netflix. Un caso a seguir es Disney Plus. Por sí misma, Disney (sumando su producción propia más todas sus filiales, que incluye Marvel, Fox, Lucasfilm y Pixar) tiene el 70% de la cuota de taquilla mundial convencional, y es además la única que no ha tenido problemas para entrar en China (porque sus películas y series ya llegan “censuradas” de casa). Netflix se estrelló contra el puritanismo comunista chino, pero Disney no, y ese mercado con cientos de millones de potenciales clientes es un mordisco que podría llevarse por delante a muchas competidoras. Además fue la primera en empezar la guerra de precios a la baja. Lo que le pierde a Disney es que no tiene tanta oferta original como Netflix, capaz de estrenar 70 películas en un año.
En una posición muy diferente está Apple y su plataforma, que literalmente juega en otra liga: la corporación de la manzana tiene 900 millones de dispositivos en todo el mundo (sumando toda su oferta de ordenadores, tablets y teléfonos) y sólo tiene que hacer una actualización menor en todos ellos y la app de su servicio aparecerá hasta en el último rincón del planeta. Es la que tiene mejor método de captación, alentado por un año gratis de servicio cuando compras un dispositivo. El mismo método de “cepo” que usó con sus software lo tiene con el streaming: una vez entras en sus particular ecosistema tecnológico ya no sales, ya que es un sistema cerrado que no admite entradas externas (una crítica que proviene ya de los años 80 y que se mantiene todavía porque Apple no ha cambiado). Su carrera parece de más largo plazo, como un corredor agazapado. Y dispone además de suficiente liquidez (es una de las tres compañías más grandes del mundo por valor financiero) como para provocar el terremoto fuera de escala de que compren Netflix.
Amazon le da un mordisco (enorme) a Hollywood
Amazon compró en mayo pasado la Metro Goldwyn Mayer (MGM), una de las grandes productoras del Hollywood clásico, la mítica compañía del león rugiente que abrió miles de películas desde los años 30 hasta estos días. En total 8.400 millones de dólares para quedarse con una empresa que le dará dos ventajas: primera, un catálogo de 4.000 títulos que incluye la franquicia de James Bond, las series ‘Fargo’, ‘Vikingos’ y ‘El cuento de la criada’, además de históricos como ‘Poltergeist’, ‘Robocop’, ‘El silencio de los corderos’ o ‘Thelma y Louise’, entre otras muchas, que encontrarán acomodo en la plataforma de Amazon (con más de 200 millones de suscriptores en todo el mundo). A eso hay que sumar casi 17.000 episodios de series de TV.
Segunda: una estructura acostumbrada a la producción de películas que mejorará la oferta de Amazon Prime Video. Hay una limitación: salvo que llegue a un acuerdo con Ted Turner, no podrá disponer del catálogo anterior a 1986, que estaba en sus manos y que pasó luego a WarnerMedia, que por su lado va a fusionarse con Discovery para crear otro monstruo de los medios. Aún así, es un salto cualitativo y cuantitativo tan grande que ha cambiado el panorama de la guerra del streaming. Además de invertir millones en producción propia, se prepara para “rebuscar” en el armario de MGM. El director de Amazon Studios lo anunció con la compra: “El valor financiero detrás de este acuerdo es el tesoro de la propiedad intelectual del catálogo [de MGM]”, que usará en futuros proyectos.
Filmin y Atresplayer, las españolas
Filmin nació en 2008 como una plataforma de cine online enteramente español, pero que ha evolucionado hacia muchos otros contenidos, principalmente series de TV y documentales. Su oferta es doble: en streaming bajo demanda o como suscriptor con acceso a contenidos. Su caso no era el de un gran grupo mediático que metiera dinero en un servicio, sino que se creó con apoyo de distribuidoras españolas como El Deseo, Vértigo Films, Wanda Visión o Cameo, entre otras; en 2020 la propiedad se diversificó y amplió con la entrada de los fondos de inversión Nazca y Seaya Ventures, que compraron el 51% para ampliar la plataforma. En 2010 fue relanzada con nuevo catálogo, que cuenta ya con más de 10.000 título. En 2017 se alió con Vodafone para emisión y lanzó una versión en catalán (FilminCAT). Se puede acceder al catálogo por pago unitario (por título) o con una suscripción variable (1 mes, seis meses o un año).
Atresplayer nació de otra forma: a partir de un gran grupo, Atresmedia, que lo trajo al mundo audiovisual en 2013 como Nubeox y que pronto se convirtió en una plataforma paralela de streaming de contenidos de Atresmedia, donde a partir de 2018 ya empezó a estrenar productos exclusivos sólo para este servicio. Se puede usar en todo tipo de dispositivos mediante una app o servicios integrados. No sólo opera como altavoz de repetición de lo que se emite en los canales de Atresmedia, sino que ha sido el servicio de streaming de mayor crecimiento en España. Uno de sus mayores éxitos es ‘La Veneno’, sirvió de locomotora para el crecimiento del servicio de plataforma similar al de los gigantes, Atresplayer Premium, de pago por visión, que además de visionado permite descarga de contenidos. Entre los canales y marcas internas están Flooxer o Novelas Nova, además de retransmitir en directo el resto de medios del grupo. Cuenta ya con más de 450.000 usuarios.
Spotify, la guerra a las grandes por otros medios
Uno de los detalles del streaming es que no se circunscribe sólo a cine, series y documentales. La música forma parte del mismo negocio. En la guerra de plataformas no sólo las grandes reinan, más bien al contrario: Spotify es una de la siete grandes, a las que hay que sumar las respectivas plataformas en China, que superan los 100 millones de usuarios y rebasan incluso a Disney. Pero el caso de Spotify es para revisarlo: si Netflix creció en 2019 un vigoroso 34% (antes de la pandemia, por lo que se quedará corto), Spotify lo hizo un 44% , hasta los 144 millones de usuarios, el doble que Apple Music (68 millones de clientes) y aún más que Amazon Music (55 millones). A su favor tiene el inmenso consumo de música en el mundo, que tiene una plataforma única en todo el planeta (no todas pueden presumir de eso, ya que cada país tiene sus normas audiovisuales), la propia app y que depende todo de internet sin fronteras.