La publicación en forma de ensayo de estudios sobre medio ambiente y el ciclo del agua escritos por Leonardo da Vinci en el siglo XV sirven para demostrar, una vez más, que se adelantó en siglos a su propia época, una rara avis humana que sirve de excusa para resaltar una figura que fue un pintor brillante pero todavía mejor soñador y pionero, un oficio siempre ingrato y desmemoriado. Dos ejemplos recientes son ‘El libro del agua’ (publicado a finales de 2017) con sus estudios sobre hidrodinámica y la forma en la que se anticipó a las leyes de la fricción física en 1493.

‘El libro del agua’ (publicado en España por Abada Editores) es la demostración de que la mente de Da Vinci lo abarcó todo o casi todo, desde la pintura a la medicina, la Física, la arquitectura o el estudio del medio ambiente. Nacido en la ciudad de la que tomó apellido en 1452 y fallecido en Amboise (Francia) en 1519, su existencia quedó marcada por la necesidad de estudiarlo todo, anotarlo, estructurarlo, y luego ofrecer posibilidades a lo que había pasado por sus manos. Para algo tan aparentemente moderno como el estudio del agua, su comportamiento y los ciclos naturales de este líquido imprescindible, Leonardo dejó una montaña de escritos: 7.000 páginas desperdigadas por grupos, mezcladas con otros trabajos, como si escribiera compulsivamente. Leonardo sería así un verdadero antecesor, en los que anotaciones matemáticas y mecánicas comparten espacio con bocetos para cuadros y diseños arquitectónicos. Aquel caos maravilloso en color sepia donde se fusionan ciencia y arte es una de sus grandes aportaciones a la civilización.

Lo que él no dejó agrupado lo convertimos 500 años después en un todo bien estructurado siguiendo la pasión jerarquizadora que heredamos de la Ilustración y la Enciclopedia. Detrás de este trabajo están Juan Barja y Patxi Lanceros, que han editado este volumen que tiene consecuencias sobre la imagen de Leonardo: era ecologista cuando todavía había gente que creía con fervor que la Tierra era plana (eran mayoría, no como la minoría freak que ahora se empeña en la estupidez), que era el centro del Universo o que incluso el Sol gira alrededor nuestro. Antes de la edición española sólo hubo una publicación previa sobre el asunto, de Luigi Maria Arconati en 1643, que unificó los textos de Da Vinci. Después de él sólo Alemania trató de recuperar ese trabajo con el mismo título en 2012.

La suma de Abada Editores reúne todo lo que Leonardo pensó y escribió sobre la naturaleza, comportamiento y ciclo del agua. Lo hace no como un químico, un geólogo o un físico, sino como un hombre de su tiempo: llama la atención la candidez de muchas ideas pero también la ambición y la amplitud metódica del estudio, porque no solo estudia con detalle forma y comportamiento del agua sino también su dinámica, que era una de las obsesiones de Da Vinci. Para él todo era cuestión de cómo se comportaba en el entorno físico la materia. Era un materialista mecánico más propio del siglo XX que de su tiempo. Derivada de esa visión nace buena parte del libro, ya que Da Vinci, igual que hizo con sus máquinas futuristas, diseña proyectos para aprovechar y usar el agua; ingeniería hidráulica en pleno siglo XV, cuando casi ninguna ciudad europea soñaba siquiera con tener agua corriente y sólo las antiguas urbes romanas tenían cloacas. Y gracias.

El libro también reúne gran parte de los dibujos que cimentaban esos proyectos (molinos de agua, presas, canales, aparatos hidráulicos, rompeolas para proteger puertos, o incluso la forma de discurrir del agua durante una riada) y que demuestran que el mecanicismo de Da Vinci era casi una necesidad intelectual, tanto como dar explicación a algo tan difuso como el Diluvio Universal, al que dedicó mucho tiempo intentando dar explicaciones sobre el suceso a partir de las herencias cristianas que eran aún omnipresentes en su época. No obstante aquí ya empezó a bailar en la cuerda floja, porque Leonardo no creía la versión bíblica e incluso llega a plantearse si fue una simple inundación agrandada por los tiempos primitivos. Fue una más de las cosas que pensaba o hizo que le podían haber causado graves problemas con la Iglesia y el poder, el cual le protegía por su talento artístico. No hay que olvidar que Leonardo había disecciones de cuerpos humanos para sus estudios de anatomía cuando era pecado e ilegal hacer tal cosa.

Plan urbano de Imola de Leonardo

Una de las cosas más asombrosas es también su incipiente ecologismo: Da Vinci deja por escrito su creencia firme en que el abuso de los recursos llevará al mundo a una catarsis dinámica (siempre la mecánica en mente) que arrastrará consigo a la Humanidad. En los textos queda claro que Da Vinci aún porta consigo la pesada mochila de la escolástica medieval: considera al ser humano como un microcosmos dentro de un macrocosmos (mundo, universo) más grande en el que encajamos como engranajes, pero no ve el todo físico en el que vivimos como eterno, sino puntual. Aquí sí se separa filosóficamente del Medievo y considera que el mundo y la vida que soporta desaparecerán por el agotamiento del agua por abuso y exceso. Uno de los textos que recoge el libro, y que está insertado en el Códice Arundel (1504-1516), actualmente en el Museo Británico, es dolorosamente actual, ya que habla del agotamiento de los acuíferos naturales y los ríos. En su tiempo las desalinizadoras aún no eran siquiera una idea, así que hay cierto grado de exageración, pero desde luego Da Vinci tenía en mente una situación que se da ya en algunos lugares.

Un adelantado a su tiempo: anticipó teorías de la Física

Tan potente era su capacidad intelectual que por deriva propia incluso tuvo tiempo de anticipar algunas leyes de la Física que hoy se utilizan. El análisis de uno de sus legajos con bocetos mostró en 2016 que ya en 1493 había concluido las leyes de la fricción física. El descubridor de ese salto fue Ian Hutchings, de la Universidad de Cambridge, pionero que ha creado un estudio cronológico de los apuntes de Da Vinci sobre la fricción, y cómo aplicó estas leyes a su trabajo como ingeniero al servicio de nobles y reyes. Él fue uno de los primeros teóricos de la fricción mecánica, que daría lugar a parte de las técnicas modernas. Lo que no se sabía era cuándo había llegado a ese punto en concreto. El estudio de sus textos determinó que fue en 1493. Concretamente Hutchings halló el texto en una anotación de un papel muy pequeño, más propio de un moderno bloc de notas, fechado en 1493 y que está en el Museo Victoria y Albert en Londres.

El texto es idéntico a tantos otros de Da Vinci: escrito en espejo (al revés de lo normal en Occidente, para codificarlas y evitar que se las robaran, o eso creía él), con claves concretas y de manera muy sintética y deshilvanada del resto de anotaciones. Leonardo era un poco caótico a la hora de trabajar, y eso ha dado a sus manuscritos esa apariencia de tormenta de ideas que iba anotando y desarrollando a tirones mentales. Un ejemplo: en la misma página donde está la formulación el florentino dibujó el esbozo de una anciana para un cuadro. Es sólo un ejemplo de cómo aprovechaba cada resquicio de papel para poder crear.

A la izquierda, prueba de las leyes de la fricción anticipadas por Da Vinci en 1493; a la derecha, diseños de ingeniería del florentino

Por culpa de este dibujo esta parte de las anotaciones pasaron sin pena ni gloria durante mucho tiempo, quizás pensando que eran partes sueltas de otros estudios que a muchos historiadores del arte, más centrados en el dibujo de la anciana (que creían parte de un futuro cuadro más grande), no les llamó la atención. Tuvo que ser un profesor de ingeniería de Cambridge el que, conocedor las calves de la escritura de espejo, supo ver lo que otros no habían detectado. Esa formulación es la base de la actual tribología, el estudio sistemático del rozamiento, desgaste y funcionamiento de partes sólidas en fricción mecánica. Básicamente Leonardo creó la base teórica sobre la que todas las máquinas actuales funcionan. Después de él muchos otros también lo hicieron, y lo perfeccionaron, pero fue todo o un pionero que al año siguiente del viaje de Colón ya sentaba las bases de lo normal en la industria de 400 años después.

Esa formulación es un compendio de figuras en las que se ven hileras de bloques lastradas por un peso colgante de una polea. Muy revelador: es el experimento básico para mostrar las leyes de fricción que todavía hoy se hace en las escuelas. Da Vinci sintetizó una idea concreta: dos superficies en deslizamiento provocan una fricción proporcional a la carga de presión de ambas superficies juntas, y a su vez esa fricción es independiente del área de contacto entre esas dos mismas superficies. Esa misma idea fue formulada, doscientos años más tarde, por William Amontons, que se quedó para siempre con la titularidad. Antes Da Vinci había experimentado: lo que sabíamos era que sus proyectos de ingeniería llevaban implícitas esas ideas sobre fricción, pero nunca (hasta ahora, claro) las había recogido. Pero sí que lo hizo.

Leonardo, el pionero de casi todo

El hijo ilegítimo de un burócrata florentino fue, por decirlo así, el primero de los llamados “antecesores”, uno de esos raros casos de genialidad humana que se adelanta siglos a su tiempo. Una vida consagrada tanto al arte (donde fue de los más grandes del Renacimiento), la ciencia y la ingeniería, un extraño caso de fusión de todas las disciplinas en una sola persona. Por trabajar incluso ideó recetas gastronómicas. Mientras que en el Renacimiento se alabó su maestría artística y se desdeñó su capacidad tecnológica y científica, hoy es justo al contrario: crece la leyenda de Da Vinci por su previsión y anticipación como teórico científico e ingeniero. A su genio se deben muchos avances, redescubiertos posteriormente, sobre óptica, hidromecánica, anatomía, ingeniería militar y civil… y la aviación. Queda para la historia el primer diseño de una máquina para volar. En realidad dos de ellas: creó un aparato heliocoidal que anticipaba en casi 500 años el helicóptero, así como un primitivo parapente que supuestamente debería servir para volar. Pero también creó diseños primitivos para coches, tanques o submarinos. En parte también se debe a su imaginación un arcaico sistema de buzo.

Como todo buen renacentista, arte y ciencia se regían por el mismo amor por el conocimiento, era un humanista, más preocupado por las soluciones prácticas que las derivas teóricas. Más de 13.000 páginas atestiguan que en vida fue una máquina de creación continua, empírica, una parte perdida y lo que queda en forma de legajos y códices repartidos entre Inglaterra, Francia, España, Italia o los sótanos de la casa de Bill Gates, que pagó una fortuna por el Codex Leicester, uno de los grandes trabajos de Leonardo. Su pasión por el empirismo encorsetó sus derivas teóricas, así que sólo podemos conocer al naturalista y al ingeniero, y no al matemático, físico o filósofo. Por eso sus manuscritos “de espejo” (era zurdo y escribía de derecha a izquierda en sentido inverso, lo cual le hacía ir más rápido que como lo hacemos nosotros) hablan de la biomecánica de los pájaros en pleno vuelo, del movimiento del agua, de la anatomía humana… Problema: aunque era un empirista, muy pocas veces, que sepamos, puso en práctica real sus diseños. Un simple examen de un ingeniero actual comprobaría que el sistema de alimentación de aire al buzo no habría funcionado, que la máquina para volar no tenía sustentación suficiente, que su barco de palas mecánicas apenas se habría movido, o que su “helicóptero” habría tenido el efecto inverso (se clavaría al suelo como una peonza).

Estudio del cráneo humano

Modelo de puente sin clavos portatil

Estudio anatómico de los músculos y tendones del brazo humano

Diseño de la máquina voladora de Da Vinci