Lens está lejos, incluso de París, casa madre del Louvre, pero merece la pena dar un salto para conocer una de las mayores exposiciones que se han hecho sobre los etruscos en Europa.
Los etruscos fueron algo más que el pueblo que ocupaba la actual Toscana, las Marcas y parte del Lacio cuando los romanos sólo eran los revoltosos pobladores de una ciudad del centro de Italia. Fueron más incluso que los aristócratas tiránicos contra los que se rebelaron los romanos para fundar su República, mucho más que los primeros que sufrieron en sus carnes la belicosidad de aquella ciudad-estado del Tíber. Bastante más. Fueron, en realidad, la primera civilización del oeste europeo junto con Tartessos, la primera chispa del pedernal cultural de Europa. Roma le debe mucho, y las loas a los viejos etruscos de origen difuso y desconocido en la Antigüedad son continuas.
Desde este 5 de diciembre hasta el 10 de marzo de 2014 en Lens, y luego en Roma (al Palacio de Exposiciones capitalino), la institución del Museo del Louvre expone en su “sucursal” ultramoderna de Lens (norte de Francia) buena parte de sus tesoros etruscos acumulados durante décadas. Toda la exposición gira en torno a la Necrópolis de Cerveteri, en el Lacio actual, verdadera Arca de Noé arqueológica sobre los etruscos. En total son más de 400 piezas para una de las muestras más ambiciosas y humanas que se hayan hecho hasta ahora de los etruscos. Merece la pena dar el salto, quien se lo pueda permitir, claro. Además del viaje hay noticias del precio de las entradas: 9 euros. Lens está a una hora de la Gare du Nord de París en tren de alta velocidad. Puede el lector consultar más en la web de Louvre Lens.
Museo Louvre de Lens
Dados de hueso de la artesanía etrusca
‘Los Etruscos y el Mediterráneo’ es el nombre genérico de una exposición que recorre, en el contexto mediterráneo de aquellos siglos anteriores a Roma, la historia de una metrópoli tan grande como Cerveteri, uno de los grandes centros culturales de la difusa y misteriosa cultura etrusca, que diera nombre a Etruria (actual Toscana) y que fue clave en la traza de las rutas comerciales con griegos, fenicios y el resto de pueblos prerromanos que poblaban la península itálica. Abarca piezas que van desde el célebre Sarcófago de los Esposos hasta los dados hechos de hueso de vaca, la vida cotidiana y las relaciones de los etruscos con el resto de aquel eje central mediterráneo. Italia era en aquella época un gran mosaico de piezas tribales que abarcaba desde las ciudades-estado griegas del sur (Neápolis, Tarento y Siracusa eran las más importantes) hasta los primitivos celtas de las llanuras del Po y los más evolucionados ligures y vénetos al norte. Y entre medias, los umbros, los oscos, samnitas, sabinos, los laciales y, andado el tiempo, los romanos.
Lámina de oro con alfabeto etrusco
La exposición abarca casi diez siglos de historia para poder meter en la cabeza del occidental contemporáneo cómo era aquel pueblo clave, primigenio, uno de los primeros en mestizarse: primero se dejaron inundar por la estética griega y su cultura, y luego por las legiones de Roma, que les pasaron por encima como parte de la primera oleada de conquistas de una República que había tenido mucho contacto con ellos. Dejaron tras de sí ciudades que fueron romanizadas, pero también tumbas, mansiones, ofrendas, santuarios, arte, decoración, orfebrería de gran calidad…
Los etruscos fueron grandes importadores de artículos llegados desde Oriente, uno de los espejos en los que esta cultura de origen enigmático y religión extraña se miraba. El comercio con fenicios y griegos les dotó de un peso político y económico mayor que el resto y les permitió ser hábidos consumidores de lo que saliera de Grecia, Fenicia y Oriente Medio. Crearon una poderosa aristocracia que tenía la llave de su grandeza en el puerto de Pyrgi, por donde entraron gran parte de las piezas que compraban.
Su cultura se alargaría durante mil años en los que pasaron por diferentes etapas de poder e influencia y en las que incluso su particular religión (una mezcla de culto al héroe, a los muertos y dotada de una flexibilidad teísta muy particular, con fuerte peso de lo que hoy llamaríamos brujería) varió con los años, adoptando gran cantidad de creencias griegas. Vivieron la cultura del vino y el lujo, pero conservaron también sus tradiciones tribales como la lapidación de los criminales y enemigos. La muerte esta presente a todos los niveles, desde los sarcófagos a la Tumba de los Cinco Asientos, las Plañideras de Cerveteri o las joyas de las tumbas de ambas necrópolis.
Objetos etruscos: demonio, cabeza de mujer y recipiente de vino
Las necrópolis de Cerveteri
Cerveteri tiene dos yacimientos etruscos, la Necrópolis de Banditaccia y la Necrópolis del Sorbo, de donde salió el celebérrimo Sarcófago de los Esposos. Ambas son ultraprotegidos lugares, y en el primer caso incluso son Patrimonio de la Humanidad por la Unesco junto con la también famosa Necrópolis de Monterozzi en Tarquinia, epicentro etrusco. Cubre una zona de cuatrocientas hectáreas (pero sólo están abiertas al público 10 de ella) y abarca cerca de un millar de tumbas ubicadas, en ocasiones, en túmulos típicos de la cultura preclásica europea y que pueden verse incluso en Irlanda, Inglaterra, Alemania, Francia o España. Es la necrópolis antigua más grande de la región mediterránea. Las tumbas van desde el siglo IX a.C. (Periodo Vilanovio) hasta la edad etrusca tardía (siglo III a.C.).
Las más antiguas tienen forma de pozo, en las que se albergaban las cenizas de los muertos; también hay simples cuevas. Además de los montículos hay otro tipo de tumbas llamadas “dados” por su forma: cuadrangulares, situadas en largas hileras a ambos lados de senderos bien construidos. Los montículos son estructuras circulares construidas en toba, y los interiores, excavados en roca viva. Albergan una reconstrucción de la casa de los muertos, incluyendo un corredor (dromos), un salón central y varias habitaciones donde hay abundante decoración en forma de frescos, bajorrelieves y esculturas. La conexión con Roma salta a la vista: los romanos copiaron muchos de los usos y costumbres, de las formas artísticas incluso, que luego ellos refinarían todavía más tras conquistar Grecia. La necrópolis alcanza incluso el siglo III a.C., cuando Roma ya había hecho sus primeras expansiones.
¿Quiénes eran los etruscos?
Los etruscos fueron un pueblo de la Antigüedad basado en la vieja Etruria, la actual Toscana; fueron llamados tirrenos por los griegos, tusci y etrusci por los romanos. El nombre que se daban a sí mismos era rasenna. Después de ocupar su territorio original se expandieron entre el 750 y el 500 a.C. por el centro de Italia hasta la Campania y hasta el valle del Po. Su zona abarcaba desde Mantua al norte hasta Capua al sur. Además conquistaron y sometieron a Córcega. Desarrollaron un poder naval preeminente en el Mediterráneo occidental, en parte gracias al intenso comercio con fenicios y griegos. Célebres por su orfebrería y su maestría a la hora de construir barcos, comerciaron activamente por todo el mundo conocido. Su declive empezó a partir del mencionado siglo V a.C. por el acoso continuo de los celtas en el norte y los griegos y cartagineses en el sur. Pero los que les dieron la puntilla fueron los romanos, sus herederos en muchos aspectos. Los estruscos, a diferencia de sus enemigos, nunca crearon un estado centralizado sino sucesivas confederaciones de ciudades-estado que fracasaron frente a la dinámica república romana. Se les considera predecesores de Roma, que permitió cierta autonomía a las ciudades de Etruria hasta el ascenso de Octavio Augusto, que las metió de lleno en el poder romano.
Su origen es incierto (no hay que olvidar que su idioma no era indoeuropeo ni estaba emparentado con otros conocidos) y los arqueólogos no se ponen de acuerdo ni siquiera desde hace siglos. Herodoto, padre de la historiografía, los consideraba un pueblo oriental venido desde Anatolia (Turquía) que llevó consigo una cultura muy refinada y sofisticada frente al primitivismo de sus vecinos; Dionisio de Halicarnaso creía que era itálicos como el resto de pueblos que se encontraron los colonos griegos porque no hay huellas etruscas en ningún otro lugar y que su lengua se parecía poco a las orientales. Ya en época contemporánea se les atribuyó primero un origen del norte de los Alpes, en la difusa Germania, ya que los romanos los vinculaban étnicamente con las tribus de las actuales Suiza y Austria, pero esta teoría se descartó. Finalmente queda la actual provisional: grupos de tribus orientales emparentadas entre sí que se fusionaron con culturas nativas y aportaron el alfabeto (copiado de los orientales del suroeste de Anatolia). El resultado del mestizaje fueron los etruscos.
Vista aérea de Cerveteri