Antes narrábamos los destinos imposibles, Palmira y Bamiyán, destruidos por la intransigencia religiosa. Las “Islas Perdidas” no son imposibles, pero sí tan complicadas que será toda una demostración de voluntad, desde el Ártico a los Mares del Sur, el Atlántico, el Mediterráneo o las costas de Sudamérica. Quien pueda llegar tiene asegurada la tranquilidad. Incluso el olvido.
IMÁGENES: Wikipedia / NASA
Quien crea que no existen las islas de la soledad sólo tiene que echar una ojeada a las elegidas de una lista mucha más grande; en realidad el planeta aún es grande y los rincones olvidados, a los que hemos bautizado como “Islas Perdidas” son en realidad multitud. En la era de Google Maps donde no hay rincón de la superficie planetaria (o del mundo submarino) que no haya sido cartografiado o registrado, es un lujo poder disfrutar de un puñado de puntos en los mapas donde todavía se puede vivir el doble desafío de lograr llegar y quedarse. Todos tienen en común lo recóndito: un clima imposible, animales peligrosos, ser paraísos naturales donde la presencia humana está prohibida, la lejanía de la civilización o su pequeñez. Del norte más frío al sur tropical.
Jan Mayen (Noruega, Océano Ártico)
Esta isla volcánica forma parte de Noruega, una isla de 377 km2 en el Ártico que está cubierta en gran parte por glaciares perennes y rodeado de mar helado o icebergs. Está situada en un punto intermedio entre Islandia, Groenlandia y Noruega, usada como punto de paso para las expendiciones científicas que viajan al Polo Norte o la gran isla del norte. En realidad son dos islas unidas por un estrecho istmo. Sus únicos habitantes son los miembros de la base de navegación de alto alcance Loran-C, así como una estación meteorológica vital para monitorizar el clima ártico; nunca superan la veintena de personas juntas, en parte porque la agricultura es imposible y la pesca casi por el hielo que suele rodear la isla. Sólo dispone de una pista aérea sin pavimentar, ya que sus costas no disponen de ningún muelle: por mar sólo se podría llegar en bote desde un barco que no podría acercarse a la costa. A pesar de no tener población per sé tiene incluso un dominio de internet asignado, “.sj”. Soledad, frío y vida ártica asegurada, y descrita por los noruegos como “más inhóspita que toda Groenlandia junta”.
Isla Bouvet (Noruega, Atlántico Sur)
Cambiamos de océano y hemisferio, pero no de país. Noruega es experta en poseer islas perdidas e inhóspitadas, dominadas por el frío: la isla Bouvet tiene incluso el extraño título de ser el punto terrestre más aislado de la Tierra, ya que se sitúa a 1.600 km de la Antártida y a 2.000 de Sudáfrica, por lo que es el punto más alejado de otro punto terrestre del mundo. Fue incluso usada como referencia ficticia para la película ‘Alien vs Predator’ precisamente por su total aislamiento. Y si no fuera suficiente, basta recordar que esta isla volcánica es inaccesible desde el mar por estar rodeada de banquisas de hielo todo el año que apenas dejan playas volcánicas que no servirían para atracar, ya que están a los pies de los altos acantilados que componen toda la costa. Además no dispone de pista aérea. La única forma de llegar es por barco y luego en helicóptero hasta el único punto que podría servir de pista, producida por un movimiento de tierras en los años 50. Apenas 49 km2 cubiertas por hielo perenne en un 90%. Es un lugar virgen y el gobierno noruego prohíbe toda expedición que no sea científica, de hecho está totalmente deshabitada y la única presencia humana es una estación meteorológica automatizada y controlada por satélite. Curiosamente también tiene dominio de internet, “.bv”.
Islas Salvajes (Portugal, Océano Atlántico)
Las islas Salvajes (Ilhas Selvagens) es un pequeño archipiélago portugués de tres islotes situado a 160 km al norte de Canarias y que apenas representa 273 hectáreas de terreno, sin pista aérea y sólo una posibilidad de llegar: por mar desde Canarias, Madeira (a la que pertenece administrativamente) o, con permiso, desde Marruecos. Pero a pesar de su pequeñez es un auténtico paraíso natural con 150 especies de plantas y convertido en un santuario de aves y para una serie de especies endémicas de caracoles y reptiles, con un clima de tipo desértico y que no ha sido apenas tocado por el ser humano. De hecho sólo hay tres personas de forma cíclica en las islas, guardas especialmente elegidos para pasar grandes periodos de tiempo en soledad y asegurarse de que siguen siendo un santuario natural. Una de sus peculiaridades históricas es que nunca, a pesar de los muchos intentos tanto portugueses como españoles, han podido ser pobladas: no hay agua dulce, apenas crece vegetación útil y durante años ha sido motivo de pugna pesquera y territorial entre España y Portugal. Su condición de parque natural estatal las protege de cualquier tipo de visita, por lo que sólo podría llegarse con un permiso especial de Lisboa e intenciones más ornitológicas que turísticas.
Tristán de Acuña (Gran Bretaña, Atlántico Sur)
La más poblada de las islas que repasamos. Situada a 1.600 km de la tierra más próxima, en el Océano Atlántico Sur, es el territorio poblado más remoto que existe, por múltiples razones: se encuentra en medio del Atlántico Sur, en un punto equidistante entre Sudamérica y África: el punto habitable más cercano es la isla de Santa Helena, a 2.161 km de distancia. El censo de esta isla volcánica arroja sólo 242 habitantes que comparten ocho apellidos (Glass, Green, Hagan, Laverello, Repetto, Rogers, Swain y Patterson), todos de origen británico, y donde la endogamia es inevitable. Para el empedernido viajero investigador será una misión peculiar: el perfil genético, después de varias generaciones, es muy peculiar, con alto índice de asmáticos y de glaucoma pero donde la gripe es casi inexistente. Una erupción volcánica en 1961 obligó a trasladar a Inglaterra a la población, que fue diezmada por las enfermedades para las que no estaban preparados. Al volver descubrieron que sus perros se habían comido a todo el ganado. La isla es prácticamente redonda y dominada por una cima de 2.062 metros, no llega a los 100 km2 pero emite sus propios sellos, un sistema económico agropecuario igualitario (para evitar que algunas familias dominen a otras) y la prohibición de asentamiento de extranjeros para no alterar el status quo. Sin embargo es muy célebre literariamente: aparece en ‘Las aventuras de Arthur Gordon Pym’ de Edgar Allan Poe, entre novelas diferentes de Julio Verne (sobre todo en ‘Los hijos del capitán Grant’, escenario de un capítulo entero) y en ‘El rey del aire’, de Emilio Salgari.
Isla de la Quemada Grande (Brasil)
Conocida también como “La Isla de las Cobras”, es el hogar de una especie endémica de ofidio, la “Serpiente de Isla Quemada”, que tiene el dudoso honor de ser una de las más venenosas del mundo. Esta isla, de apenas 43 hectáreas y con una orografía elevada y muy complicada, se encuentra a tiro de piedra de la costa de Sao Paulo, pero está deshabitada porque tiene una de las mayores concentraciones de serpientes jamás conocida: en algunos puntos especialmente aptos para estos animales hay hasta una serpiente por metro cuadrado. Por esta razón la isla ha quedado como reserva natural especial, ya que la especie no existe fuera de la isla, y es uno de los casos más sorprendentes de la Teoría de la Evolución en condiciones de aislamiento. Pero aunque no hubiera presencia humana o potenciales fuegos (el clima es subtropical y no hay mucha vegetación) la endogamia hace que sea una especie en peligro de extinción de forma natural. Sólo hay una señal humana: un faro automático para el tráfico marítimo. En el pasado hubo intentos de establecer cultivos de plátanos, pero fracasaron por la presencia continua de las serpientes y el poco espacio practicable. La isla está bajo protección de la Marina de Brasil, que sólo permite contadas expediciones científicas.
Atolón Suwarrow (Islas Cook, Nueva Zelanda, Pacífico Sur)
Pequeño atolón de 0,4 km2 con forma ligeramente hexagonal alrededor de un lago salado interior, formado por 22 islotes conectados entre sí por una base de coral sobre la que pasa el mar y que le confiere ese aspecto poliédrico. Es un lugar tremendamente inhóspito por su lejanía respecto a otras islas del archipiélago Cook al que pertenece (a 825 km al noroeste de la isla de Rarotonga, bajo soberanía de Nueva Zelanda), y que al igual que otros ejemplos de “islas perdidas” es una reserva natural cuya población máxima fue de 58 habitantes en 1956. Hoy sólo queda una persona: un guarda encargado de vigilar una diminuta isla anillada en la que sólo prosperan las aves marinas y los cangrejos de cocotero. Jamás fue colonizado por los polinesios, que ignoraron la isla hasta que los marineros británicos la ocuparon. Debe su nombre a la traducción inglesa del nombre Sovorov, de un general ruso sobre el que escribió Lord Byron y que él tradujo como Suwarrow. Quizás su mayor curiosidad es que en el siglo XIX fueron hallados restos de cofres con moneda de oro de un galeón español perdido de los convoyes que iban desde Filipinas hacia Perú y México, por lo que tiene fama de “isla del tesoro” y sería un lugar perfecto para rodajes cinematográficos si no estuviera bajo protección del gobierno neozelandés, que restringe la presencia humana para evitar contaminaciones en la reserva.
Isla Howland (EEUU, Océano Pacífico)
Howland es un atolón deshabitado situado justo al norte del ecuador geográfico, a 3.100 km de distancia de las islas Hawaii, justo a mitad de camino entre éste archipiélago y Australia. Es un territorio bajo control de EEUU, sin población nativa, y sin presencia humana, totalmente plana y surgida de los arrecifes de coral. Apenas tiene 1,6 km2 y está catalogada como refugio de vida salvaje (aves marinas principalmente) protegido por el gobierno federal de EEUU, que intentó colonizarla en los años 30 y 40 sin éxito: el Ejército japonés la atacó para sacar de allí a los norteamericanos y nunca más volvió a tener presencia humana después de la Segunda Guerra Mundial. Anteriormente, en el siglo XIX, fueron explotadas sus reservas de guano (fertilizante natural derivado de las deposiciones de las aves marinas). No hay muelles, puertos o embarcaderos, y la única pista que existió se hizo ex profeso para el viaje alrededor del mundo de Amelia Earhart, que fue destruida por el bombardeo japonés. Además los arrecifes que rodean el atolón son muy peligrosos para la navegación. No hay agua dulce y su vegetación son básicamente arbustos, árboles tropicales adaptados al clima y pastizales naturales. La única huella humana, como en otros casos de esta isla, es un faro automatizado y la visita, cada dos años, de una expedición del Servicio de Pesca y Vida Salvaje de EEUU para controlar que no se produzcan daños a la fauna y flora. También los Guardacostas de EEUU la visitan una vez al año desde Hawaii. Sin ser funcionario o militar, sólo se puede visitar con un permiso de investigación del gobierno de EEUU.