‘Motion. Autos, Art, Architecture’ (Museo Guggenheim, hasta el 18 de septiembre) no es una simple exposición de automovilismo. No se plantea como tal, sino como una lección de diseño industrial que con el barniz del tiempo y un cuidado análisis permite atisbar un tipo de arte y una estética tan adaptada a las necesidades tecnológicas como al gusto de cada época. Un tipo de trabajo que entronca con la pintura, la escultura, la arquitectura, la fotografía o el cine. El automóvil es algo más que una máquina. 

IMÁGENES: LCB Imagen de portada: Ferrari 250 GTO

¿Cómo puede un objeto complejo como un coche pasar de simple herramienta funcional a joya estética o incluso obra de arte? Pues con el paso del tiempo, tendiendo puentes con el arte (un claro ejemplo, el futurismo de la primera mitad del siglo XX) y con una visión integradora y no sectorial, como se ha tenido hasta ahora. Arte y tecnología suelen darse la mano más de lo que nos imaginamos. Y en el caso del automovilismo un paso clave fue el uso del túnel de viento, que dotó a los coches de un nuevo diseño aerodinámico que lo acercó aún más a la estética artística. El automóvil no sólo es el testigo del siglo XX (junto con el avión), también es el lugar donde confluye la cultura de la centuria, desde sus vínculos con el cine, la música, la arquitectura, el cómic y el diseño. No hay islas, los puentes son múltiples y quizás sea el punto de conexión entre arte y mecánica.

Delahaye Type 1965

Hasta el 18 de septiembre el público puede comprobar esas vías de conexión por épocas, desde el principio: la muestra incluye el primer vehículo con motor de combustión, de tres ruedas, el Benz Patent Motor Car de 1886 o el primer prototipo eléctrico, el Elektrischer Phaeton, Modell Nr. 27 System Lohner-Porsche de 1900, y llega hasta los años 70 con el peculiar estilo de los muscle car norteamericanos, para luego avanzar hacia el futuro y las diferentes propuestas en los que el automóvil y el urbanismo se dan la mano. La exposición no habría sido posible sin la contribución de Norman Foster, arquitecto y coleccionista de automóviles clásicos; de hecho muchos de los que aparecen en las salas del Guggenheim son suyos, lo que da cierta idea del enfoque de la muestra. Además de Foster, actúan como comisarios Manuel Cirauqui y Lekha Hileman Waitoller.

Para a exposición se han reunido cuarenta automóviles, desde prototipos a leyendas del motor como el Ferrari 250 GTO, el Aston Martin DB5, un modelo de Fórmula 1 contemporáneo o leyendas de las que se vendieron millones como el Beetle, el Mini (hay uno de exhibición partido por la mitad como en una autopsia para poder observar cómo se construía), el 2CV de Citroën, el Jeep Willys MB (vital en la Segunda Guerra Mundial y del que hay un modelo con la equipación completa) o un Mustang descapotable de los 60. También abundan los prototipos, como los tres Firebird de General Motors, ejemplos de cómo convertir un coche en un cohete a reacción. Literal y estéticamente por el futurismo descarnado de los tres, tan útiles como laboratorio experimental como poco efectivos para el uso diario.

Ford Mustang 1965

Ubicados en el centro de las salas y rodeados de importantes obras de arte y arquitectura, muchos de ellos no habían tenido contacto con el público anteriormente. Se presentan por primera vez ante un público amplio (el Pegasus Cúpula de los 50, un prototipo de velocidad, regresa a España por primera vez), pues no habían abandonado nunca las colecciones privadas o instituciones públicas a las que pertenecen. Y los guiños al futuro del automóvil son continuos. Resulta paradójico que uno de los primeros coches que se fabricaron fuera eléctrico (el citado Elektrischer Phaeton de 1900, que tenía los motores eléctricos en las ruedas, sistema luego emulado por la NASA en los rovers del Programa Apolo), y todo en la muestra tiene un aire de despedida al motor de combustión en todos sus tipos; avanzamos hacia el cambio tecnológico camino del vehículo eléctrico, y en plena transición Foster y el museo parecen decir adiós a todo un modelo industrial, social y cultural.

El Guggenheim ha organizado la muestra en salas que se conectan entre sí por arcos o pasarelas, de tal forma que son islas cronológicas y estéticas de un archipiélago del motor donde el espectador tradicional del museo podrá ver la evolución del diseño artístico aplicado a la tecnología, y los fanáticos del motor observarán cómo ese extraño objeto de deseo funcional pasó de los cómicos carruajes sin caballo a los muscle car como los Mustang, que tuvieron el mérito de marcar una época (la “feliz y próspera” posguerra) y un estilo (la belleza compacta del automóvil que era algo más que un simple vehículo). Ese desarrollo histórico en lo mecánico y estético, siempre doble, es el corazón de la exposición.

Elektrischer Phaeton 1900

Hay varios ejemplos claros: el Mustang, el DB5, el Ferrari 250 GTO, el E-Type, pero también el Cadillac, el Bentley R-Type Continental, el hermoso y extraño Delahaye Type 165, el experimental Pegaso Z-102 Cúpula o el Bugatti Type 57SC Atlantic, que lleva al visitante al universo de los primeros cómics, las películas de género negro de Hollywood o las novelas de Entreguerras. Porque la huella dejada por el motor en las artes es profundo, y sigue además mecanismos referenciales casi inconscientes. La memoria nos lleva a otros mundos cuando entramos en la sala ‘Deportivos’ y nos topamos de frente con el SL Coupe con sus alas de gaviota abiertas. Dispuestos como una estrella de cinco puntas, son el mejor ejemplo de lo que transmite la exposición, por su legado en el inconsciente colectivo, en la cultura popular, en el cine.

Los propios automóviles, y esto confirma su importancia estética, fueron coleccionados, venerados y anhelados por creadores como el arquitecto Frank Lloyd Wright (que acumuló más de 80 vehículos en vida, algunos de los cuales están en la exposición) o el pintor Andy Warhol. Ambos utilizaron los automóviles como parte de su desarrollo artístico, formal, estético, y veían entonces lo que hoy es una apreciación a posteriori: belleza. Diferente, extraña, metálica, condicionada por la aerodinámica, las necesidades industriales y los gustos de cada generación, pero que con el tiempo también adquiere esa connotación de clasicismo estético que comparten los visitantes al Guggenheim.

Aston Martin DB5

El automóvil fue en su origen una bendición técnica: liberó a las ciudades de los caballos, cuyo hedor, contaminación orgánica y transmisión de enfermedades las convertía en lugares poco recomendables. Cuanto más crecieron las urbes, más caballos hubo, y por tanto menos higiene. Y sin embargo, pasado el tiempo, el coche se ha convertido en otro caballo: contaminante, amenaza sanitaria millonaria, un peligro constante en las redes urbanas. Así pues su historia también es la de su desarrollo tecnológico, que la muestra no deja atrás en ningún momento. El Guggenheim abre sus salas a una exposición diferente, que rompe los muros entre arte y mecánica igual que otras lo han intentado con esa Tercera Cultura que busca fusionar las artes con las ciencias en un todo dinámico. Y hacia ahí vamos.

Seis secciones de exposición, seis épocas

(1) COMIENZOS – Primeros modelos, el tránsito del prometeico carruaje sin caballos (tenían casi la misma forma que los tradicionales) a la producción en serie del fundacional Modelo T de Ford (1914). En paralelo aparece el cine y se consolida la fotografía, y el coche entra en la cultura por esas vías. Poco a poco gana en aerodinámica y en apenas unos años aparecen los primeros modelos de diseño convencional, como el Rolls-Royce 40/50 Alpine Eagle (1914). El automóvil pasa de máquina sin estética a un diseño fluido curvo llegados los años 30; un buen ejemplo es el Chrysler Airflow de 1934 presente en la muestra, donde se abandona el modelo de caja con ruedas para ser algo más, una vanguardia que ya se daba también en arquitectura o en el diseño de la escuela de la Bauhaus. Otro ejemplo es el Bugatti Type 35, de los primeros con el diseño “lágrima” para competición y que favoreció el salto estético del automóvil.

Bugatti Type 35 1924

(2) POPULARIZACIÓN – Pasamos del coche como objeto de la élite o de la clase media a objeto doméstico; el uso del coche se expande en paralelo a la industria del petróleo, bajan los precios y se universaliza a partir de los años 30, para pasar luego a ser algo inevitable una vez superada la Segunda Guerra Mundial, especialmente en el país motorizado por definición, EEUU. Los vehículos se hicieron más modestos, pequeños, sencillos, y por tanto más útiles y viables. Mientras que en América se simplificaban y sofisticaban, en Europa se compactaban. Dos vías, pero idéntico resultado. El arte y la moda de la época se fusionaron con el atractivo del automóvil: el Mini surgió con fuerza en paralelo a la revolución estética de los 60, y no fue algo casual.

 Mini Años 60 diseccionado

(3) DEPORTIVOS – El auge del automovilismo de competición separó el diseño del automóvil en dos: las carreras y la vida diaria. Sin embargo, una parte del primer sector se filtró al segundo, y nacieron deportivos como los Ferrari, Jaguar, Porsche o Aston Martin, pero también más accesibles. En la bonanza de Posguerra surgió una nueva estética asociada a imposiciones tecnológicas, porque viajar más rápido necesitaba plegarse un poco más a las leyes de la Física. El coche pasó a ser, además de útil y dinámico, un objeto de deseo por su sofisticación, glamour y magnetismo, alimentado todavía más por el cine, donde tenían un peso específico evidente, como en la sagas de James Bond con el DB5. Arte, moda y diseño se dieron la mano con la tecnología. Basta observar el Jaguar E-Type, el Ferrari GTO (germen de competición que pasaría luego al diseño canónico de los modelos del Cavallino Rampante) o el Mercedes-Benz 300 SL Coupe, el “Alas de Gaviota”, considerados la cima del diseño de motor.

Mercedes 300 SL Coupe 1955

(4) VISIONARIOS – Prototipos, diseños de vanguardia más cercanos al arte unido a la tecnología que a la funcionalidad. Vehículos utópicos que tenían mucho de experimento y de exploración de nuevas formas, como los tres Firebird de General Motors. Muchos anticiparon el futuro en décadas, como sueños de ciencia-ficción de lo que sería aquel siglo XX y el XXI. Se experimentó con las turbinas a reacción, con diseños que parecían más aviones que coches, que fantasearon con la automatización décadas antes de Tesla y que incluso soñaron con pequeños motores nucleares adaptados. Los automóviles se exponen junto a obras del movimiento futurista, entre las que destaca ‘Formas únicas de la continuidad en el espacio’ (1913), de Umberto Boccioni, cuyo traje de bronce fluye como si la figura estuviera en un túnel de viento.

Lancia Stratos Zero 1970

(5) AMERICANA – Pocos países han sentido el automóvil como parte de su cultura como EEUU. Es tan habitual como una cafetera, una cama o una lavadora, imprescindible en la sociedad de consumo de largas distancias, símbolo de libertad y autonomía personal. El coche ha configurado su economía, su paisaje y sus espacios urbanos, y ha definido su cultura popular hasta un grado no conocido en el resto del mundo. Creó un auténtico romanticismo de la carretera que alcanzaría un grado máximo con el diseño de los muscle car (Mustang, Camaro, Challenger, Pontiac…), un nuevo tipo de estética compacta y potenciada que daba más por menos y con un estilo americano inconfundible. Un Mustang de 1965 recuerda en la exposición estos años, junto con un Cadillac descapotable igual de icónico.

Cadillac Eldorado años 50

(6) FUTURO – La última sala está dedicada a lo que vendrá, en especial de la mano de las nuevas generaciones de estudiantes invitados a fantasear el futuro de la movilidad, más allá incluso de los automóviles. Se cierra así el círculo, ingenio contra las mismas dificultades a las que se enfrentaron los inventores del coche hace más de cien años: la congestión urbana, la escasez de recursos y la contaminación. La última sala alberga estas propuestas mediante maquetas, dibujos, textos, 3D, audiovisuales y una organización pensada para que el público pueda entender cuáles son los horizontes de algo tan sencillo (y complejo) como es la Humanidad en movimiento.

Benz Patent Motor Car 1886

Jaguar E-Type

Pegaso Z-102 Cúpula 1953