La NASA ya tiene un plan para llegar hasta uno de los mundos más prometedores para el ser humano fuera de la Tierra, puede que incluso más que Marte: la luna jupiteriana Europa, una gran esfera helada que alberga en su interior océanos de km de profundidad, quizás incluso con más agua que toda la Tierra.
Si la Tierra es el paraíso azul brillante, Europa es el paraíso blanco brillante, pero profundamente azul oscuro en su interior, un mundo que no es lo que parece, líquido por dentro, y muy probablemente con fuentes de calor geológico tan grandes que incluso podría calentar esos océanos subterráneos y permitir la creación de vida. Hasta allí quiere llegar la NASA (lo tiene en mente desde hace años) con un plan muy concreto de exploración con tres metas científicas: buscar vida en Europa, evaluar la potencia habitabilidad de la luna y crear la cartografía (física y química) de la superficie de Europa para la futura exploración robótica. Porque es evidente que las máquinas serán las que viajen, no los humanos. De todas formas que nadie espere una misión así antes de 2025, y antes habrá otra (para 2020 de sobrevuelo orbital de la luna).
Europa está muy lejos, más allá del Cinturón de Asteroides y atrapada por el campo gravitatorio de un gigante asesino como Júpiter, cuyo campo magnético dificulta enormemente cualquier tipo de viaje. Es un mundo clave en la exploración del Sistema Solar junto con Encelado, Titán y Ceres, los otros mundos “acuáticos” o que se sospecha que son los “huevos Kinder” de nuestro vecindario: sólidos por fuera, líquidos y acuáticos por dentro, o bien con suficiente cantidad de agua como para ser viable que la vida biológica, como la conocemos, exista. Europa es especial también porque ese océano es contiene casi tres veces más agua salada que la Tierra (en superficie), y que está protegido por una superficie helada que eliminar el peligro constante de la radiación cósmica y solar. Se sabe además que Europa integra el exclusivo club de los “mundos de océano y roca”: junto con Encelado es el único lugar del que se sabe que ese océano descansa sobre un lecho de roca y con un núcleo activo.
Para poder hacer la misión de exploración in situ se ha desarrollado un sistema de aterrizadores que tendrán que lidiar con dos problemas: no se sabe bien cómo es la consistencia de la superficie de Europa, y esta luna no tiene atmósfera, lo que supone que el módulo de aterrizaje robotizado no dispondrá de aire o gases que lo frenen en la caída. Por eso el módulo prescindirá de paracaídas o escudos térmicos que, en muchas ocasiones, pueden suponer un problema tecnológico (sobrepeso y sistemas que pueden fallar). Esta misión (programada para salir en 2020) sin embargo, está separada de la habitual inicial: observación. Igual que se hizo con Marte, Saturno, Ceres o incluso el Sol, la agencia quiere primero enviar una sonda orbital que monitorice la luna jupiteriana para conseguir el mayor volumen posible de información. La misión orbital (o sobrevuelo) en realidad se pondrá en órbita de Júpiter, para así poder pasar por encima de Europa cada dos semanas, lo que permitirá hacer un mínimo de 45 “sobrevuelos” de esta luna. Esto posibilitará conocer la composición de la superficie y del interior gracias al instrumental de inspección por espectro. Y las cámaras de alto alcance facilitarán elegir un lugar de aterrizaje.
Vida y agua
La vida se define no sólo por una serie de componentes químicos básicos (carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno, los cuatro naipes clave) que interaccionan con el medio, sino también por las condiciones de posición de un planeta. En el Sistema Solar existe la llamada “zona habitable”, una franja de espacio orbital respecto a la distancia con el Sol: la Tierra está en el punto exacto, ni muy lejos ni muy cerca. Mercurio y Venus están demasiado cerca, si bien Venus está justo en el borde de la zona, igual que Marte, que es demasiado frío pero que todavía orbita dentro de ese cinturón imaginario. La abundancia de agua en el Sistema Solar (es una molécula muy sencilla y se forma con naturalidad) es una realidad que se une a esa zona clave: pero salvo en la Tierra, en su mayor parte está helada y compactada por la presión gravitatoria o encerrada a decenas o cientos de km de profundidad en los cuerpos rocosos.
Europa es una de ellas. Esta peculiar luna de Júpiter apenas es apenas del tamaño de nuestra Luna, y desde el exterior es una gran bola blanca manchada de tonalidades ocres y rayada como si un niño hubiera hecho prácticas con un punzón. Aparentemente inerte y perlada. Pero en realidad lo que vemos es la superficie helada de un descomunal océano global de unos 100 km de profundidad y subglacial que abarca casi toda su superficie, por otro lado terriblemente helada (entre 163 y 225 grados bajo cero). Las cicatrices visibles de la superficie son venas abiertas en ese hielo por la actividad volcánica submarina, que rompería el hielo para lanzar material más caliente. El origen de estos volcanes internos sería el efecto de la presión gravitatoria de Júpiter sobre la luna (y que, como efecto colateral, hace que Europa tenga su propio campo magnético, lo que protegería la potencial vida biológica de radiaciones espaciales), lo que daría pie a un movimiento interno de subducción que incluso podría dar la paradoja de que se moviera la superficie sobre ese océano, que desconectaría el manto interno con ese hielo.
Los otros mundos de agua
Pero hay otros mundos. Titán es también número uno en agua. Es la mayor de todas las lunas que orbitan el planeta anillado (es más grande que Mercurio y más denso que la Luna), y cuenta con una atmósfera gruesa y rica en gases que son potencialmente necesarios para la germinación de vida biológica: nitrógeno y metano. Al igual que en Europa y Encelado, existe la posibilidad de que haya océanos subterráneos mezclados con amoníaco. De existir agua podrían producirse reacciones químicas que dieran como lugar a aminoácidos, un paso fundamental para la vida.En realidad todo Titán está cubierto por una bruma persistente, especialmente en zonas únicas: lagos de hidrocarburos en estado líquido. Algunos tienen el tamaño del Mar Negro terrestre y se les considera mares. En ellos podrían, perfectamente, aparecer bacterias que se alimenten de metano en estado líquido, igual que ocurre con el petróleo en la Tierra, donde algunas formas de vida microscópica pueden, literalmente, devorarlo. En realidad Titán cuenta con un ciclo de metano similar al del agua en la Tierra: hay ríos, lagos, deltas… incluso dunas y movimiento de materiales por el viento. Y estaciones similares a las de nuestro planeta, pero donde la base del ciclo es el metano.
Y Encelado, otra luna de Saturno que es, en realidad, una hermana gemela parcial de la luna Europa. Al igual que ésta, Encelado está recubierta de hielo sólido, es más pequeña que el resto, pero su temperatura no es tan fría como la de otros, tiene más que probablemente una geología activa y el 99% de su superficie está compuesta de hielo de agua. Y la sospecha de que en algún lugar había bolsas de agua líquida quedó confirmada recientemente por la sonda Cassini, primero en 2005 y ahora también en 2013. Posee carbono, hidrógeno, nitrógeno y… si tiene agua, también oxígeno. Su núcleo podría ser similar al de la Tierra: hierro fundido en movimiento.
Desde 2005 existe la sospecha de que Encelado tiene muchas papeletas para ser una hipotética segundo nido biológico; ese año la sonda Cassini dio el primer aviso: había detectado geiseres de vapor de agua en el polo sur de esta luna. En una nueva pasada, y ya programada para recabar nueva información, la Cassini ha podido hacer un estudio más detallado y concluido que los datos geofísicos confirman la existencia de una gran masa líquida bajo la superficie, detectada gracias a las variaciones gravitacionales que registraron los sensores de la sonda. Dichas alteraciones sólo se explicarían por la presencia de una gran masa líquida en ese mismo polo sur. La NASA ha calculado que bajo el hielo hay algo líquido, un océano grande de casi 10.000 metros de profundidad de media (bastante más que los de la Tierra) encerrado bajo una capa aún más gruesa de hielo de unos 40 km de espesor.