La NASA, la ESA, el Observatorio de París, el Caltech (el primero en lanzar el supuesto descubrimiento indirecto del Noveno Planeta del Sistema Solar o Planeta X) y ahora hasta los astrónomos amateurs: todos en busca de la primera prueba real de que más allá de Plutón hay un planeta gigante.

En los confines del Sistema Solar, entre la Nube de Oort y la región en la que orbita Neptuno, se encuentra un gran vacío, inmenso, varias veces más grande que el que existe entre el Sol y ese planeta gigante. La materia más allá de esa frontera interna recibe el nombre de Objeto Transneptuniano, y son miles, quizás decenas de miles, desde pequeños asteroides de un metro a cuerpos inmensos como Plutón y sus lunas. Pero más allá de este antiguo planeta (ahora simplemente planeta enano, como Ceres) están los ETNO, los “Objetos Transneptunianos Extremos”, muy lejanos y todo un misterio que podría encerrar uno de los mayores descubrimientos de la astronomía en décadas: un planeta oscuro y silencioso, con una órbita extraña y que sería la respuesta a la alteración orbital de los ETNO identificados.

Hasta ahora hay 21 ETNO catalogados, de los que sólo uno (Sedna) se ha podido “visualizar” por espectroscopia. Sin embargo se les puede localizar por sus órbitas, concretadas, y por lo tanto sabemos que existen ya que generan cambios en todo el gran baile orbital de esa zona. A partir de esta danza fue cuando los españoles Carlos y Raúl de la Fuente Marcos apostaron por la opción de un nuevo planeta que los buscadores de exoplanetas de Caltech, Michel Brown y Konstantin Batygin, llevaban años teorizando. Fueron estos dos últimos los que en 2016 aseguraron haber configurado un modelo orbital y gravitatorio que explicaba la existencia del Planeta X, que estaría en torno a 700 unidades astronómicas (UA, la Tierra está a 1 ua del Sol) del centro del sistema. Desde entonces astrónomos y astrofísicos de todo el mundo mantienen una carrera para ser los primeros en detectarlo definitivamente.

Objetos-transneptunianos-y-su-tamaño-comparativo.-Wikimedia-Commons

Principales Objetos Transneptunianos, incluyendo Plutón y sus lunas (Wikimedia Commons)

En esa carrera están la mayoría de centros de investigación del mundo, entre ellos el mayor de todos por presupuesto y tamaño, la NASA, que ha decidido abrir la búsqueda a cualquiera que pueda ayudar. Literalmente ha pedido públicamente que los astrónomos aficionados de todo el planeta se unan a la búsqueda del Planeta X o los ETNO cuyo comportamiento estaría afectado por la presencia de ese planeta gigante de gravedad expansiva que supuestamente los altera. En la web Backyard Worlds: Planet 9 los amateurs pueden participar siguiendo unas instrucciones y el material concreto acumulado por la Misión WISE de la NASA de exploración de esa zona. Ahora bien, ¿cómo es posible que se puedan atisbar cuerpos a miles de años luz y no otros que están a menos de un año luz, cercanos incluso en términos astronómicos.

Sólo hay que pensar que entre la frontera neptuniana y la estrella más cercana, Próxima Centauri, hay menos de 4 años luz, una nimiedad. El problema es que la incidencia de la luz en esa región es mínima. Y sin luz no hay reflejo, y sin éste los cuerpos estelares que no brillan por sí mismos (asteroides, planetas, enanas marrones, que son estrellas fallidas) se oscurecen y son invisibles para los instrumentos tradicionales. Hay que buscarlos con infrarrojos, como los que porta la misión WISE, que empezó a escanear el espacio cercano en 2010 y produjo una inmensa cantidad de datos que deben ahora ser analizados. Quizás dio con el Planeta X pero aún no lo sabemos. Ahí es donde los amateurs deben trabajar, filtrando lo importante de lo residual, y en muchas ocasiones con vídeos parciales de WISE para que sean analizados al detalle por los aficionados. Como buscar una aguja en un pajar.

Una opción para el Planeta X es que en realidad no sea un planeta, sino una enana marrón, una estrella fallida que, literalmente, no han conseguido acumular material suficiente ni ser suficiente masiva como para iniciar las reacciones nucleares de fusión del hidrógeno acumulado. Es decir, son fracasos estelares que luego derivan hacia cuerpos gigantes de tipo gaseoso parecido a Júpiter (algunos investigadores sospechan que éste fue en realidad una antigua enana marrón que evolucionó). Están entre un mundo y otro: no son estrellas, pero tampoco planetas, y su tonalidad es extraña, ya que a la vista humana podrían parecer de color magenta y tienen muy poca luz propia en onda visible. Es decir, que bien pudiera ser que un planeta gaseoso gigante (quizás una enana marrón) altera el comportamiento de los ETNO que sirvieron a Brown y Batygin.

El Planeta X: origen y fiebre

Cuando todavía arden las mentes por lo que la nave New Horizons encontró en Plutón, un grupo de investigadores del Caltech (Instituto Tecnológico de California, uno de los mejores centros educativos y de investigación del mundo) publicó en enero el posible hallazgo de un noveno planeta masivo en el Sistema Solar, situado casi entre la nube de Oort y el Cinturón de Kuiper, dos fronteras externas de nuestro sistema. Apenas hace unos años que Plutón se caía de la lista y pasaba a ser “planeta enano” o planetoide, y ahora quizás haya que volver a cambiarlo todo.

Por supuesto hay que esperar a verificaciones, observaciones más concretas y más datos, pero por ahora la noticia publicada por Michel Brown y Konstantin Batygin es rotunda: el Planeta X existe, tiene diez veces la masa de la Tierra, orbita al Sol y está 200 veces más lejos del Sol que Neptuno. Por su lejanía y tipo de órbita tardaría casi 15.000 años en dar una vuelta completa a la estrella. Brown y Batygin no son dos locos, son auténticos cazadores de exoplanetas con una gran reputación científica: Brown es el responsable del hallazgo de Eris, un planeta enano en el Cinturón de Kuiper. Incluso, se especula con que el propio cinturón existiría por una interacción entre el Sol y este noveno planeta.

Posible órbita (en amarillo) del Planeta X respecto al Sistema Solar y el Cinturón de Kuiper

Su aseveración se basa en las variaciones de movimiento observadas en los objetos distantes más allá de Plutón, alterados por la existencia de “algo” con suficiente fuerza gravitatoria como para modificar sus trayectorias. Su tamaño debe ser tan grande como para, literalmente, “hacer bailar”, por ejemplo, al planetoide Sedna y otros cinco cuerpos que orbitan más allá de Neptuno. El “Planeta Nueve” o X, como se le denominaba antes, dominaría una zona del sistema mucho más grande que el de cualquier otro planeta conocido.

El problema del planeta X es su gran masa, que condiciona las órbitas de todos los cuerpos en las zonas más allá de Neptuno, la frontera planetaria reconocida si mantenemos fuera a Plutón. Según declaraciones de Brown al Caltech y varios medios de comunicación, el X sería el tercer gran planeta descubierto después de Neptuno (1846) y Urano (en 1871) y aumentaría mucho más las verdaderas dimensiones del Sistema Solar. No termina en Plutón, sino que va mucho más allá con el Cinturón de Kuiper, la nube de Oort y los límites de la Heliosfera (la frontera a partir de la cual el viento solar se detiene).

Cinturón de Kuiper-7