La retrospectiva que le prepara el Guggenheim de Bilbao a Bill Viola es tan útil como una navaja suiza: reconoce su carrera, su obra, que sea un pionero del videoarte, pero también ejercerá de herramienta pedagógica con el público español, que desconoce en gran medida que es eso del “videoarte”.
IMÁGENES: Wikimedia Commons
El Museo Guggenheim ha incluido a Bill Viola, uno de los mejores representantes del videoarte contemporáneo, como parte del programa de exposiciones de este año. Hasta ahí todo correcto. Pero esta muestra puede servir también como un arma de pedagogía masiva para los visitantes, no sólo hacia Viola y su carrera, sino también hacia un tipo de arte basado en el video (en todas sus formas y representaciones) y que puede abrir muchas mentes. La retrospectiva será entre el 30 de junio y el 9 de noviembre de este año, tiempo suficiente para que el público español pueda aprender sobre un formato artístico que gana adeptos y que, en los últimos años, ha terminado por dar el salto hacia la fusión total entre arte y nuevas tecnologías.
‘Bill Viola: retrospectiva’ recorre su trayectoria en todo su arco de desarrollo, desde los inicios en los años 70 hasta la actualidad, de manera organizada en función de la temática y de la propia cronología. La muestra incluirá ‘La piscina reflejante (The Reflecting Pool, 1977–79)’, por ejemplo, pero también piezas de este siglo como ‘Avanzando cada día (Going Forth By Day, 2002)’, ‘Mujer fuego (Fire Woman, 2005)’, ‘La ascensión de Tristán (Tristan’s Ascension, 2005)’, ‘Los soñadores (The Dreamers, 2013)’ y ‘Nacimiento invertido (Inverted Birth, 2014)’. Viola fue pionero en el empleo del vídeo y en la exploración de la imagen en movimiento, lo que le convirtió en uno de los motores de este tipo de arte.
The Raft (2005)
Abrazó la imagen en movimiento más allá del propio cine para recrear la vida misma, sus ciclos de nacimiento y muerte, la percepción de la realidad o la espiritualidad, con un tema como el renacimiento siempre presente, y usando elementos muy primarios de la naturaleza como el fuego y el agua para poder crear nuevas obras. Lo que quiere Viola es mostrar la fugacidad de la vida, cómo el ser humano es una briza en medio de una tormenta, pero también a la vez dotar de trascendencia espiritual a esa propia temporalidad. Una de las razones es que Viola entró en contacto con los místicos del cristianismo pero, sobre todo, con la religiosidad oriental, en especial el budismo zen. Otra de las fuentes de las que bebe es la propia Historia del Arte. Pero en todas busca que el espectador reaccione de alguna forma, personal, siempre adaptada a cada individuo.
Desde los 70 hasta ahora Viola ha tenido tiempo para evolucionar en su lenguaje; la retrospectiva tendrá la virtud de mostrar en un solo vistazo ese devenir personal, la transformación que se ha producido en su lenguaje artístico, y cómo la tecnología (en perpetua evolución y cambio) ha sido uno de los alicientes de cambio en su carrera. Pongamos un ejemplo: un cuadro siempre será un lienzo sobre el que trabajar. Pueden cambiar las épocas, los estilos, pero la base es la misma. En el caso del videoarte la tecnología ha cambiado los soportes. Desde los vídeos primitivos de los 70, el VHS y luego el inmenso campo de desarrollo de la televisión, las telecomunicaciones y la informática ha hecho que el propio Viola cambiara con ella. Ese cambio continuo ha influido tanto en su obra como la propio evolución personal como artista a lo largo de los años.
Así, en estos casi 40 años de arte ha producido desde cintas de vídeo a proyectos pensados para ser emitidos por televisión, instalaciones virtuales que simulan arquitecturas internas o externas (como cuando creó un retablo virtual para San Pablo en Londres), actuaciones de música electrónica o incluso proyecciones de vídeo sobre pantalla grande. Y el sonido tiene tanto potencial y poder como la imagen: Viola también ha firmado instalaciones sonoras ligadas a otras obras. Uno de sus rasgos estéticos es el uso de cámara súper lenta para producir cierto ritmo pausado que ayuda al espectador a establecer lazos con la obra.
Biografía de Bill Viola
Bill Viola (1951, Queens – Nueva York) sintió la vocación artística desde la infancia, un tiempo en el que también tuvo una experiencia traumática que le marcaría para siempre, incluso en su obra y su vinculación con el agua: durante una excursión de montaña estuvo a punto de ahogarse en un lago. Ese momento trágico le añadió material sensorial y artístico cuando ya fue adulto. En los años 70, después de formarse en la Universidad de Syracusa, Viola buscó su nicho en el mundo del arte, y optó por subirse al tren del videoarte que descollaba entonces con Bruce Nauman, Peter Campus o Joseph Beuys, entre otros. El hecho de estudiar en Syracusa, centro de formación pionero en la expresión artística y la tecnología, también ayudó a su carrera. Hasta 1980 trabajó con el compositor David Tudor en el grupo de música Rainforest, y también fue director técnico en Art/Tapes/22, un videoestudio pionero en Florencia (Italia). Posteriormente fue artista residente en la WNET Thirteen Television Laboratory en Nueva York.
Pero su verdadero salto personal fue cuando entró en contacto con la religiosidad oriental (principalmente el budismo zen y la mística cristiana, que sirvieron como catapulta para un especial y personal estilo que le diferencia y caracteriza. Viajó por todo el mundo grabando material que luego usaría. Fue también en los 70 cuando conoció a su esposa y colaboradora, Kira Perov, fotógrafa y uno de los pilares de su desarrollo artístico. Los 80 y los 90 serán sus años de despegue y confirmación artística, con múltiples viajes y residencias profesorales donde sentó cátedra de su estilo: el Instituto de Artes de California, la Bienal de Venecia de 1995, la creación de ‘The Greeting’ y la serie ‘Buried Secrets’, su puesto en el Getty Research Institute (Los Ángeles), o su elección para la Academia Americana de las Artes y Ciencias en el año 2000, así como sus trabajos para los museos Guggenheim por todo el mundo. En lo que va de siglo ha sofisticado tecnológicamente y estéticamente su obra, con piezas como ‘La pasión’ (2003) o sus colaboraciones en la producción operística.
The Return (2007)
La Ascensión de Tristán (2005)