El canal TNT estrena la segunda temporada de ‘Black Sails’, serie original del canal americano Starz y que es de lejos uno de los proyectos más peculiares que se ha hecho, por lo raro que es: no todo el mundo se la juega por recrear el mundo de la piratería en aquel siglo XVII belicoso como pocos.

La premisa de ‘Black Sails’ está en ‘La isla del tesoro’ de Robert Louis Stevenson, pero dos décadas antes. Sí, es tal y como parece: una precuela en formato de ficción televisiva con producción de Michael Bay e idea original de Jonathan E. Steinberg y Robert Levine. Un aliciente para esta serie que arranca su segunda temporada en España. Es una serie diferente, violenta y que cuenta con poderosos personajes femeninos que le aseguraron a la serie tener audiencia de género. Fueron ellas las que cimentaron que la serie siguiera adelante y tuviera vida más allá de la primera temporada, todo un logro viendo cómo está el mercado televisivo. Incluso ya tiene en la mano los cheques para la tercera temporada después de arrancar con más de tres millones de audiencia la segunda.

Los personajes de Eleanor Guthrie (Hannah New) y Max (Jessica Parker Kennedy) son el contrapunto femenino al capitán Flint (Toby Stephens). Las historias de mujeres piratas son comunes en aquel tiempo, y ‘Black Sails’ no es una excepción. Y la bisexualidad era una parte más de una forma de vida de frontera y en el límite. Resulta interesante mostrar este aspecto en un mundo donde lentamente se caen tradiciones pero al mismo tiempo los reaccionarios intentan remar contra la Historia.

Todo transcurre en la región de New Providence y las Antillas en el año 1715. Era la fase pre-caza de la piratería, cuando las grandes potencias ya empezaban a hartarse de verdad de los corsarios y filibusteros y ponían precio a sus cabezas. Lo que empezó como un negocio hipócrita en la que Londres, París o Amsterdam concedían patentes de corso para arruinar los convoyes españoles y portugueses se había convertido en un monstruo incontrolable que afectaba a sus antiguos padrinos estatales. La serie recrea ese ambiente sucio y decadente, de prostíbulos, tabernas, traiciones y violencia desmedida que sigue la estela del otro gran producto de Starz, ‘Spartacus’.

Y lo cierto es que no era nada fácil. Porque las películas del género nunca han funcionado bien en taquilla. Desde que Matthew Modine y Geena Davis protagonizaran ‘La isla de las cabezas cortadas’ no se había atrevido nadie de peso a hacer algo sobre piratas que no fuera pensado para niños y adolescentes. Porque Johnny Depp y ‘Piratas del Caribe’ no valen: demasiado azúcar, demasiado Disney. Alguna que otra miniserie, la ya clásica adaptación de ‘La isla del tesoro’ (una tradición que nunca termina de encontrarle el punto al texto de Robert L. Stevenson), y recreaciones del canal Historia y Discovery. Poco más. Pero el que fuera uno de los programas criminales más exitosos y demoledores de la Historia, la piratería en América entre el siglo XVI y el XVIII, necesitaba una nueva vida.

‘Black Sails’ parece un cruce entre ‘Juego de Tronos’, los ‘Tudor’ y toda la parafernalia típica del género. No escatima medios, sexo, violencia y uno de los tabúes de la pequeña pantalla americana: el lesbianismo. Si ‘Juego de Tronos’ rompió muchos corsés con la sexualidad alegre en pantalla, aquí las mujeres son fuertes y no desdeñan nada del menú. Se acabaron las ñoñas versiones de aire Disney con piratas amables sacados de los sueños de los niños. La piratería fue auténtico y genuino crimen organizado, y la serie lo deja bien patente. La situación general es obvia: los corsarios ya no tienen la patente legítima de la Corona Británica y se han convertido en proscritos más o menos perseguidos.

Y como el género es lo que es, no puede existir sin que el ansia por el dinero no mande sobre todos ellos. En aquel tiempo y lugar valías lo que podías conseguir o poseer, y por eso todos van detrás de un tesoro, el de (allá vamos con otro tópico) un galeón español, La Urca de Lima, que en julio de 1715 se hundió frente a Florida con una de las mayores acumulaciones de oro y plata conocidas. El hecho es real, por cierto, y se conjuga a la perfección con la ficción literaria, un ensamblaje de piezas donde todo lo demás lo pone la combinación de violencia, guiones elaborados que suenan más a los Soprano (lógico, entre criminales anda el juego) y sexualidad deshinibida, sugerida o dotada de elegantes elipsis que lo insinúan todo.

Toby Stephens como el capitán Flint

Reparto de la primera temporada