Mario Gas y José María Pou llevan por primera vez a escena la tragedia de Sócrates, condenado a muerte por el mismo sistema de polis que ayudó a proteger. Será en las Naves del Español (5-28 de febrero).
Mario Gas y Alberto Iglesias han preparado un viaje al primero de los grandes filósofos canónicos de la Antigüedad. No fue el primero real (antes que él la escuela de Mileto ya había abierto camino en el paso del mito al logos, es decir, de la religión al racionalismo), pero sí el iniciador de una revolución intelectual como ha habido pocas en la historia de la Humanidad. Ambos se basaron en los textos de Platón (que inmortalizó a su maestro Sócrates en obras como ‘Fedón’ y ‘Critón’) y de Diógenes Laercio, historiador del clasicismo tan clásico como aquellos a los que estudió.
La obra se centra en el célebre juicio que sufrió el filósofo tras haber arremetido contra la corrupción en Atenas y el papel obtuso de los sacerdotes en la vida política. Las élites corrompidas, a su vez, le acusaron de corromper a los jóvenes y de difundir ideas contrarias a la libertad y la polis. Ya es célebre su condena a muerte por ingesta de cicuta, y cómo él, a pesar de haber podido salvarse, optó por ser ejemplo moral y acatar la sentencia. El montaje se estrenó el año pasado en el Festival de Mérida y luego en el Festival Barcelona Grec. Tras girar por varias ciudades llegará a las Naves del Español el 5 de febrero, hasta el día 28. Mario Gas también se encarga de dirigir a Josep María Pou (Sócrates) junto a Carles Canut, Borja Espinosa, Guillem Motos, Amparo Pamplona, Ramon Pujol y Pep Molina.
Todos tienen el deber de recrear a uno de los padres de Occidente como civilización consciente de serlo, el pionero en el pensamiento sistemático, deductivo y abstracto que ha caracterizado siempre a esta parte del mundo. Toda su vida como filósofo y maestro en Atenas se centró en combatir a los sofistas, filósofos que ponían en duda todo y relativizaban las certezas fundamentales para desnudar los mitos. Aunque Sócrates también compartía esa necesidad de “deconstruir”, también se implicó en la necesidad de reconstruir racionalmente y desde un punto de vista más elevado lo que el ser humano entendía por mundo.
Desarrolló un método, el socrático, consistente en partir de la ignorancia real del individuo y ascender por la escalera del conocimiento haciéndose preguntas y deduciendo a partir de ello. De ahí su famosa frase de “Sólo sé que no sé nada”. Consideraba que su misión era la comprensión objetiva y libre de mito y superstición de los conceptos de justicia, amor y virtud, que llevarían al individuo a conocerse mejor a sí mismo. Pensaba que el mal y el vicio eran producto de la ignorancia, y que la virtud era consecuencia de del conocimiento bueno y necesario. Fue el principio seguido luego por Platón y, en menor medida, por Aristóteles, que reaccionó a sus dos maestros completando la cadena de sabios griegos.
Sócrates se negó a transcribir sus enseñanzas porque consideraba que lo que él hacía debían llevarlo a cabo todos los demás: él sólo era uno más. Daba clase a los hijos de las élites y de aquellos que pudieran pagarse sus ideas. Pero esta influencia, más la decidida crítica contra la corrupción de la polis y de la manipulación de la religión sobre la sociedad, le ganó muchos enemigos. Los mismos que luego le denunciaron a él. Acusado de despreciar a los dioses y corromper a la juventud, se negó a huir, como le proponían sus discípulos, cuando fue condenado a ingerir una copa de cicuta. Y su muerte acabó convertida en una de las más famosas de la historia porque sirvió de ejemplo moral para toda Grecia.
Fechas: Del 5 al 28 de febrero
Horarios: De martes a viernes a las 20h, sábados 19h y 21.30h, domingos a las 19h.