En España también juegan a imaginar futuros decrépitos, rotos e imperfectos, una buena manera de denunciar el presente proyectando el desarrollo de sus contradicciones y errores. Nada mejor que mirarnos en el espejo deformado y asustarnos para espabilar. O eso al menos pretende el subgénero de la ficción futurista distópica. Y ahora Cuerda lo intenta a su manera.