Resulta que la Tierra no es el arca azul que todos creíamos, que en realidad no es el planeta con más agua del vecindario y que hay una más en la lista, Mimas.
Resulta que la Tierra no es el arca azul que todos creíamos, que en realidad no es el planeta con más agua del vecindario y que hay una más en la lista, Mimas.
No hace falta encontrar un exoplaneta con atmósfera para que haya vida, bastaría que alguno del quinteto astronómico que hay en el Sistema Solar revelara que las condiciones que se les presuponen son ciertas y han permitido que se generara vida biológica básica.
Ahí fuera el Universo nos tiene en la diana: en apenas una semana van a pasar “rozándonos” en escala espacial dos asteroides.
Uno de los símbolos de Júpiter, tan grande que podría tragarse varias Tierras, disminuye de tamaño por causas desconocidas.
Kepler, el telescopio que rastrea el espacio buscando exoplanetas, siempre en pos de encontrar a la nueva Tierra, ha dado por fin en el clavo: Kepler-186f, que tiene el mismo tamaño que nuestro hogar azul.
Rojiza, más bien anaranjada y oscura, se tornará la Luna el 15 de abril al darse un extraño fenómeno casual llamado “Cuatro lunas de sangre”.
Agua bajo la superficie, no acuíferos ni pozos, sino auténticos lagos subterráneos atrapados a presión en el interior de la Tierra en piedras y minerales como la ringwoodita.
Venus es un planeta que nada tiene que ver con su nombre y la diosa de la belleza: clima infernal, sin campo magnético protector y con explosiones por anomalías del flujo de calor que pueden tragarse el planeta entero.
Una de geología: el último análisis de la formación de la Tierra concluye que en sus primera etapa nuestro planeta albergó dos océanos de magma separados por una capa de cristal.