Recuperamos uno de nuestros clásicos, el 3×1 de áreas concretas, en este caso de astronomía, en la que la NASA ya conoce los últimos momentos de la sonda Cassini, que la Luna tuvo atmósfera y que la primera estación del viaje a Marte no es el planeta en sí, sino una de sus lunas, Phobos.
La sonda Cassini, un prodigio de la tecnología humana capaz de hacer un viaje de años a través del Sistema Solar y navegar entre Saturno y sus lunas, le aguantó apenas un asalto de 91 segundos a la atmósfera del gigante anillado. El pasado 15 de septiembre la sonda se zambullía en Saturno con dos objetivos: evitar chocar con las lunas del gigante para no contaminarlas y acumular datos sobre la atmósfera del mismo antes de que el rozamiento y la química la destruyera. Envió información hasta el final, suficiente para desvelar algunos detalles, como por ejemplo que las capas altas de la atmósfera no tienen aire apenas, es un gas de densidad leve con la misma presión que el vacío que rodea a la Tierra. Pero también para saber cómo fueron sus últimos momentos: Cassini aceleró por la gravedad de Saturno y su largo mástil de 11 metros, que formaba parte de su instrumental, ejerció de palanca que la obligó a girar sobre sí misma cuando el rozamiento lo movió. Los propulsores de Cassini intentaron mantener el equilibrio de la sonda y se activaron para no desviarse: aguantó 91 segundos, después quedó en silencio porque perdió su eje de posición y empezó a girar sin control mientras se degradaba su estructura.
La Luna tuvo atmósfera. La que pasa por ser una roca inerme sometida a la radiación solar y cósmica como si fuera un tsunami continuo tuvo su propia atmósfera, pero fue más casual y breve de lo que podemos creer. La Luna se caracteriza por su poca gravedad, lo que evita que se forme atmósfera como tal; sin embargo, erupciones volcánicas en el satélite expulsaron suficientes gases en poco tiempo como para crear una tenue capa que duró un tiempo. Eso ocurrió hace unos 3.000 millones de años, y dejó una huella visible a escala humana: las zonas más oscuras de la Luna son mares de basalto generado por vulcanismo que rellenaron cuencas de impacto de asteroides. Las erupciones indican que la Luna tuvo actividad tectónica en el pasado y, sobre todo, modificaron la superficie del satélite. Expulsaron además monóxido de carbono, vapor de agua, azufre y otros gases en suficiente cantidad como para generar una capa gaseosa que envolvió la Luna el tiempo suficiente antes de que la poca gravedad y el viento solar la arrancaran lentamente.
El estudio corresponde a Debra H. Needham, del Centro de Vuelo Espacial Marshall de la NASA, y David A. Kring, del Instituto Lunar y Planetario (LPI). En este trabajo calcularon que esta atmósfera “accidental” perduró durante unos 70 millones de años y coincidió en el tiempo con el pico de actividad volcánica lunar, hace 3.500 millones de años, cuando muy probablemente la apariencia de la Luna debió ser muy distinta a la que vemos por las noches. Las dos cuencas principales de liberación de lava fueron Imbrium y Serenitatis, y lo más importante fue la presencia de agua: el estudio calcula que por las plumas volcánicas emergió suficiente agua como para llenar dos lagos “del tamaño del Tahoe”. La mayor parte se esfumó con la atmósfera, pero es posible que una porción terminara en los polos lunares. Traducción: hay hielo en nuestro satélite, lo que permitiría una colonización humana para convertir ese material en sustento de oxígeno y combustible (extrayendo el hidrógeno).
Y de un mundo que hemos pisado los humanos, a otro que es la nueva frontera: Marte. Pero antes quizás haya que hacer escalas. Concretamente Phobos, uno de los dos satélites naturales del planeta rojo (el otro es Deimos), donde la NASA ha puesto sus ojos como paso intermedio para la colonización de Marte. De momento la agencia espacial ha explorado la luna con la cámara del THEMIS, una cámara de infrarrojos de la sonda orbital Mars Odyssey para crear un mapa concreto de su forma y superficie. La idea es crear patrones térmicos para poder conocer las opciones para crear una estación de vanguardia: es decir, aprovechar el satélite para evitar gastarse fortunas en estaciones espaciales artificiales. La investigación incluye la evolución térmica antes del amanecer y después del mismo, para así poder saber cómo de rápido se calienta el suelo de Phobos y poder determinar la composición de la superficie.
Phobos tiene forma oblonga con un diámetro muy pequeño de 22 km, y está sometido a una presión enorme por parte de la gravedad de Marte, hasta el punto de que podría terminar por disgregarlo en polvo y materiales que formarían, según los patrones gravitatorios, un pequeño anillo. Las dos lunas marcianas son cuerpos extraños desde el punto de vista astronómico: desde hace tiempo se sospecha que no fueron satélites naturales, sino asteroides que pasaron demasiado cerca del planeta y quedaron atrapados en órbitas estables. Otra opción es la teoría de formación “por impacto”: un choque de un meteorito expulsó materiales de Marte que conformaron Deimos y Phobos. Precisamente los estudios de THEMIS y la Mars Odyssey ayudarán a desvelar el verdadero origen de los dos satélites.