Objetivo: el Sistema Solar y los mundos pequeños pero vitales. Conocer mejor el origen de nuestro vecindario con misiones concretas a asteroides compuestos casi por completo de metales, y determinar si las crestas de hielo vistas en Plutón, que sólo existen en la Tierra, esconden claves sobre su pasado.

Imagen de portada: Ilustración del aspecto de Psyche

La NASA sigue con su fase de exploración del Sistema Solar a partir de sondas pequeñas, pero muy útiles. Aunque detrás se esconde quizás el deseo profundo de poder arrancar la era de la minería espacial en breve, lo cierto es que las misiones Lucy y Pscyche (para 2021 y 2023 respectivamente) aspiran a conocer mejor cómo se formó el Sistema Solar, y si varios asteroides metálicos son en realidad núcleos desnudos de planetas que no fraguaron. La primera misión irá hacia los “asteroides troyanos” de Júpiter entre 2025 y 2033; y la segunda a una rara avis, un cuerpo totalmente metálico que es inexplicable por simple formación.

Los “troyanos” son un grupo de seis asteroides atrapados en órbitas alrededor de Júpiter pero agrupados en enjambres colectivos, en fila india y de forma coordinada. Son considerados testigos mudos de la etapa de formación del Sistema Solar que muy probablemente se formaron en las regiones lejanas, más allá incluso de Neptuno, pero que fueron atraídas por la gravedad del gigante gaseoso. Son, por así decirlo, material sobrante de la formación de los planetas exteriores. Lucy usará el mismo tipo de instrumental que tiene la nave New Horizons y de la misión OSIRIS-REx que visitó el asteroide Bennu.

Modelos de las misiones Lucy (izquierda) y Psyche (derecha) de la NASA (Fuente: NASA)

En cambio Psyche es una misión diferente. Viajará hasta uno de los cuerpos más raros del Cinturón de Asteroides (entre Marte y Júpiter), conocido como 16 Psyche, con cerca de 210 km de diámetro y que está formado por hierro y níquel, igual que el centro de la Tierra. Nada que ver con el resto de asteroides, en su mayoría roca y hielo compactados. Esta originalidad no puede ser algo aleatorio: Psyche pudo pertenecer a un grupo de núcleos de metales pesados que conformaron el eje de formación de los planetas. Como en el caso de la Tierra. Quizás es la huella de un planeta que nunca llegó a formarse, que no fue capaz de compactar a su alrededor material.

Desde hace años se especula si el propio Cinturón de Asteroides son los restos de un planeta rocoso entre Marte y Júpiter que no soporto la tensión gravitatoria entre ambos y terminó por deshacerse, creando esa pantalla orbital alrededor del Sol en la que también está Ceres. Quizás incluso fue tan grande como Marte, pero el desmedido campo magnético y la presión gravitacional de Júpiter, demasiado cerca, terminó con él. O quizás porque fue impactado por cometas que los rompieron. El núcleo, mucho más sólido y pesado, sobrevivió. La misión partirá en 2023 y llegará en 2030.

Imagen de la superficie de Plutón, con las crestas de hielo en primer plano (Foto: NASA)

Por otro lado, las fotografías y datos enviados por New Horizons sobre Plutón siguen dando muchas pistas sobre este extraño planetoide, con una órbita muy extraña y diferente del resto, que fue la frontera del sistema durante mucho tiempo hasta que perdió su consideración de planeta. Sin embargo es cada vez más diferente, original y sorprendente. Por ejemplo: las fotografías muestran crestas de hielo que sólo pueden formarse cuando hay condiciones atmosféricas y físicas parecidas a las de la Tierra. Es decir, que debe haber una atmósfera mínima en un planeta que apenas recibe calor solar y que está tan lejos que es más un iceberg rocoso que un cuerpo estelar. Aplicando los modelos meteorológicos que se usan en nuestro planeta se ha deducido que hay variaciones estacionales.

Estas crestas se forman por la erosión, con depresiones en forma de cuenco con espiras similares a palas y que se levantan cientos de metros. En la investigación, entre la NASA y la Universidad John Hopkins, llegan a la conclusión de que es imprescindible un determinado modelo atmosférico, el cual podría repetirse en otros mundos. El hecho de que sólo estén en Plutón refuerza, por eliminación, la idea de que el planeta rocoso tiene una atmósfera y que interactúa con la superficie. Sin embargo estas crestas son mucho mayores allí: alcanzan casi medio km de altura y muy separadas de su base terrenal, a veces hasta cinco km. Las diferencias de escala se deben a que el hielo y la nieve plutonianas son de metano y nitrógeno, no de agua, y que la fuerza solar es muchísimo más tenue.