La ciencia más mediática (junto con la medicina) sigue su curso aunque no veamos muchas veces sus logros. En esta noticia triple veremos cómo la sonda Cassini se sumerge en los chorros de agua de la luna saturniana Encelado, en el destino final de la antigua sonda Voyager y el poder de Júpiter, que expulsó un planeta del Sistema Solar condicionando el desarrollo posterior.
La NASA ya ha publicado las primeras imágenes de la “zambullida” de la sonda Cassini en el polo sur de la luna Encelado, unida a Saturno en el baile gravitatorio. Importante porque se supone que es uno de los cuerpos que contiene agua líquida; los chorros de hielo de agua y otros componentes que expulsa por fisuras en la zona sur es uno de los fenómenos clave para saber si podría albergar vida. Este suceso, además, determinaría que es una luna con actividad geológica de algún tipo, es decir, no está muerta. Cassini fue programada para poder meterse de lleno en la estela de ese chorro y así poder fotografiar y captar información sobre el fenómeno geológico. Ha pasado a apenas 49 km de altura, que astronómicamente es un vuelo rasante.
Desde el Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA en Pasadena (California) anunciaban que las primeras imágenes daban una nueva visión de esta parte de Encelado, pero que habría que esperar a que lleguen los datos de los instrumentos de análisis de la nave Cassini, entre ellos un analizador de gas y un detector de polvo que permitirán saber la composición aproximada del chorro. Así se podría confirmar si es agua salida a presión desde el interior de la luna, saber qué gases expulsa junto con el agua en forma de hielo pulverizado y otras características de un fenómeno más que peculiar. De confirmarse la teoría general, que hay un océano al menos en el hemisferio sur (otras teorías apuntan a que es un océano global bajo la corteza de hielo) calentado o presionado de alguna forma por la actividad geológica, se podría definir como un mundo vivo. Con todo lo que eso implica: podría ser destino de colonias futuras, o caldo de cultivo de vida fuera de la Tierra.
Fotografía de la Cassini (NASA): a la izquierda el polo sur de Encelado con los chorros de expulsión
Otra nave que viaja es la Voyager 1, desde los años 70. Un vuelo de más de 35 años que ya se encuentra en el borde convencional del Sistema Solar. Fue la primera máquina construida por el ser humano que ha salido al espacio abierto, pero todavía está dentro de la gigantesca Helioesfera de nuestro Sol, que varía en función de a qué astrónomo se pregunta y de qué se podría considerar frontera del sistema (¿es la heliosfera, la Nube de Oort que nos rodea a miles de millones de km o quizás la magnetoesfera que a su vez rodea al Sol y es descomunalmente grande, tanto como para albergar en su interior varios sistemas más por espacio?). Pero es mucho más. La Voyager 1 sigue enviando información. En 2012 logró mandarnos datos sobre el campo magnético en el que se había sumergido al abandonar la Heliosfera.
Aquellos datos eran extraños, no casaban con la teoría previa, así que hubo que cambiarla. De momento un primer grupo de investigadores de la Universidad de New Hampshire ha publicado en Astrophysical Journal Letters una posible explicación, pero no definitiva. Es una nueva teoría: la sonda tenía que haber registrado algún cambio magnético al salir de la Heliosfera y cruzar esa frontera (llamada heliopausa). Los astrónomos han combinado varios datos y han estimado que en realidad la Voyager 1 sigue incrustada en la zona de la heliopausa y que la medición magnética está deformada porque en realidad la heliopausa lo deforma, es decir, que la zona está en movimiento a través de una región espacial donde los campos magnéticos no pueden medirse de manera tradicional ya que están condicionados. Es decir, que la nave sigue en esa frontera, aún no la había atravesado del todo en 2012 y, calculando su velocidad, no debería salir de ella hasta 2025.
Voyager 1
La historia del Sistema Solar aún es una bruma sin desvelar. Casi todo son suposiciones a partir de varios detalles contrastables, como la formación general de los planetas en dos tipos, rocosos en el circuito interior (Mercurio, Venus, Tierra, Marte) y los gigantes gaseosos externos (Júpiter, Saturno, Neptuno y Urano), algunos con corazón sólido y otros pura gravedad (se sospecha que Júpiter no tendría un núcleo sólido, pero es una teoría). Como frontera hay un Cinturón de Asteroides que se cree es lo que quedó de la no formación de un planeta más entre Marte y Júpiter, que bien podría haber sido abortado por la gravedad del gigante, mucho más fuerte de lo que pensamos. Así, se cree que Júpiter (el más viejo de los planetas) pudo expulsar del sistema a un hermano hace unos 4.000 millones de años, como asegura el estudio de un grupo de astrofísicos de la Universidad de Toronto publicado en The Astrophysical Journal.
No es una teoría nueva: ya se propuso en 2011, pero es complicado pensar cómo pudo ser. La idea es que no había sitio para un tercer gigante entre Saturno y Júpiter, y que los desmesurados campos gravitatorios (capaces de crear subsistemas con decenas de lunas a su alrededor) eyectaron ese planeta fuera. Sin embargo esto propicia otras preguntas: ¿dónde está ese planeta? Aunque hayan pasado 4.000 millones de años debería estar relativamente cerca, como para poder encontrarlo con la tecnología actual. El proceso de eyección es parecido a una goma elástica: uno de los dos planetas acelera tanto por la aproximación que sale expulsado con tal fuerza que se libera de la gravedad del Sol. Es una teoría: la práctica no tiene en cuenta el estropicio que podría generar un fenómeno así en las lunas de Júpiter o Saturno.
Los astrofísicos de Toronto crearon simulaciones por ordenador a partir de las órbitas de las lunas de ambos gigantes. De esa forma, presuponiendo el encuentro con un tercer planeta, pudieron deducir que había indicios de uno de esos encuentros. Su órbita no era la que se hubiera supuesto en caso de no existir dicha eyección; jugando a la inversa descubrieron que sí puede haber la posibilidad de un quinto gigante gaseoso que haría cuadrar mejor la evolución del Sistema Solar. No obstante es una teoría sin comprobar.