Blanco, blanco y más blanco; Canadá en el subconsciente colectivo como un país congelado, tierra de leñadores, jugadores de hockey sobre hielo y una legendaria amabilidad. Pero también un pedazo del Oeste, del otro, el que se fusionaba con el Gran Norte de Jack London.
En los tres volúmenes de la integral de ‘Trent’, creado por el escritor francés Rodolphe Daniel Jacquet y el dibujante brasileño Luis Eduardo de Oliveira (Leo), y publicado por la editorial Ponent Mon, hay mucho de ese mundo de aventuras que se desgrana en ‘Colmillo Blanco’, en el norte blanco, duro, salvaje e indomesticable narrado en muchos folletines decimonónicos y en novelas de aventuras durante décadas. Es la otra parta del salvaje Oeste, la marcha sin fin hacia las fronteras naturales de América del Norte, hacia el Pacífico o el Ártico, pero siempre hacia delante. Porque Canadá es mucho más que una peculiar bandera y el Parnaso laboral de oportunidades que todos anhelan en la depauperada España. Sólo hubo ocho álbumes al estilo cartoné. Con el nuevo siglo los autores cambiaron de temas y la francesa Dargaud los acoplaría y resucitaría en 2008. Es justo de lo que hablamos ahora, una integral en tres volúmenes pasados por el tamiz francés.
‘Trent’ aparece como el propio país: austeridad, línea clara, realismo, concreción en las formas, un estilo sobrio y que parece algo tradicional. Pero de fondo late el corazón indómito de un mundo geográfico inhóspito como pocos para el ser humano. Tan tradicional que en el centro mismo de la historia hay un arquetípico miembro de la Policía Montada del Canadá, con su uniforme rojo de botas altas y pantalones de viejo mariscal, el sombrero que ya sólo llevan ellos y Pharrell Williams, y la misma flexbilidad que una barra de acero forjado. Este cuerpo federal es un mito nacional, tan adorado como satirizado por los canadienses, y que en ‘Trent’ es el trasfondo para la historia de un particular héroe clásico que nació durante los años 90 y que no había sido traducida y publicada en España. Hasta ahora.
Este mes de enero sale a la venta el último de los tomos, e incluye la despedida de los propios autores al personaje, que se llena de humanidad en todo momento y no pretende ser transgresor, sino más bien el reflejo de una época y de un territorio que fertiliza la imaginación como muy pocos: bosques inmensos, montañas inaccesibles, inviernos eternos, lobos, osos, tramperos, leñadores, tierras vírgenes donde los seres humanos sólo estamos de paso y siempre bajo la amenaza de la naturaleza… La obra toma el nombre del oficial Trent, un sargento que con el rifle reglamentario, a caballo, a pie, con un perro o en solitario se mueve por un escenario que puede ser tan propio del western como del citado Jack London. Entre ambos mundos, literarios y cinematográficos, se mueve esta historia donde hay menos violencia que apuntes filosóficos de un modo de vida encorsetado y dominado por la naturaleza.
Domina la nostalgia y la soledad del individuo, un toque muy francés de fondo que rellena de contenido lo que por otro lado no deja de ser una estampa sin dobleces: honor, deber, patria colonial anglofrancesa y el clima, otro personaje más. Le hará mucha más ilusión a los maduros actuales que a los propios jóvenes habituados al universo del cómic americano o la transgresión posmoderna europea. Tiene ese regusto clásico. Por no llamarlo antiguo. Pero que funciona porque toca la fibra nostálgica de los mundos pasados perdidos, o soñados y perdidos por no ser poseídos, que todos tenemos dentro. Trent se debate entre su amado trabajo, las ilusiones de un futuro abierto (especialmente por la época, cuando para dejar de ser pobre y prosperar bastaba con mudarse un poco más lejos y conquistar tierra y recursos, o fundar otra ciudad) y el enorme peso de la memoria, de ese pasado que le encadena a ensoñaciones por encima de la realidad.
Quizás lo que haga más atractivo al lector/a maduro/a sea precisamente esa personalidad introvertida de Trent, al que sus creadores disfrazaron también con las ropas del puritanismo anglosajón clásico. Tiene ese regusto adulto y profundo que no tienen otras obras. Es decir, que pinta más de western estilo John Ford con toques de aquel ‘Raíces profundas’ con Alan Ladd que de cómic estilo ‘Teniente Blueberry’. Una lectura inicial permite ver que tanto el estilo como el trasfondo se hizo para honrar a todo un género antes de que Sergio Leone y compañía lo rompieran para reconstruirlo más sucio, más inmoral y más violento.
‘Trent’ es un guiño al clasicismo y a los valores de los que se sentiría orgulloso aquel John Wayne aliado con el otro John, Mr. Ford. El viaje permanente también tiene una parte fundamental en la historia: Trent es casi un Ulises que en lugar de una isla real en el Egeo persigue una Ítaca fabulada. Ahí es donde el brasileño Leo cobra más protagonismo: paisajes tremendos. Pocas series gráficas tienen tanto cuidado con cada detalle de árboles, suelo, montañas o escenarios como ésta. Y no es de extrañar porque es precisamente el medio lo que condiciona el propio mensaje. Hasta el color está tamizado. Es vivo pero al mismo tiempo apagado. Y muy cuidado. Traducción: línea clara y nada más que hablar.