Pocas preguntas de ciencia, y sí muchas de cómo es la ciencia, los científicos, sus intereses y cómo se puede luchar para sacar adelante a la nueva generación de investigadores. 

El Instituto de Astrofísica de Canarias, el Cabildo de Tenerife y el Festival Starmus tenían preparada una última sorpresa para la isla que ha acogido al mayor número de premios Nobel y de investigadores en astronomía y física en bastantes años: hoy viernes lograron reunir en la misma sala de conferencias del Museo de la Ciencia y el Cosmos, prolongación del Astrofísico de Canarias, a tres de los Nobel más carismáticos y célebres de los últimos 60 años. Para empezar estaba uno de los padres de la Teoría del Big Bang, Robert Wilson, que flanqueó durante el tiempo que estuvo presente a Harold W. Kroto, descubridor de ciertas moléculas de carbono llamadas fullerenos, y a John Mather, descubridor de las anisotropías del fondo cósmico de microondas.

El primero fue Nobel de Física en 1978 por haber dado con la radiación del fondo cósmico de microondas, fundamental para poder asentar la Teoría del Big Bang y de paso abrir una nueva era en la física moderna. Kroto dio otro paso más en la íntima relación entre la química orgánica y el futuro de la Humanidad al dar con los fullerenos (lo que le valió el Nobel de Química en 1996), un tipo de moléculas de base de carbono que podrían tener aplicaciones inimaginables en el futuro para casi cualquier cosa. Y luego uno de los actuales jefes de investigación y desarrollo de la NASA con el proyecto de telescopio espacial Webb, Mather, que fue Nobel de Física en 2006 por las mencionadas anisotropías y sobre todo por establecer que dicha radiación se comporta como un “cuerpo negro”.

De izquierda a derecha: Robert Wilson, H.W. Kroto y John Mather

Un lujo para las cientos de personas que abarrotaron el auditorio, muchos de ellos de pie y apelotonados al fondo de la sala y en los pasillos laterales. Si bien empezó con retraso, las preguntas (porque a fin de cuentas no se trataba de hablar de su ciencia sino de ciencia respondiendo a las inquietudes del público) quizás no fueron lo que uno podría esperar: más que hablar de ciencia se habló de cómo es la ciencia y sus participantes. Aparte de una pregunta concreta sobre el “palo” que le ha dado el equipo Planck europeo al equipo BICEP2 americano sobre la detección de radiación de fondo cósmico y cómo el polvo interestelar ha distorsionado las mediciones que terminarían de confirmar la inflación posterior al Big Bang y la propia teoría del universo explosivo en inicio, y de otra sobre las posibilidad de los fullerenos como alternativa al grafeno, poco se habló de ciencia pura y dura.

Sí se habló de cómo fueron sus experiencias en unas épocas en las que los ordenadores no eran tan potentes ni tan útiles. Por ejemplo Wilson narró cómo trazó el primer mapa de radiación con una pluma, un papel y una regla de las que se pueden comprar en una tienda, o cómo Kroto y sus compañeros tenían un ordenador tan simple que o bien dirigían el telescopio o bien hacían un vaciado de datos para poder saber por dónde iban. Al final les pudo más la curiosidad que cualquier otra cosa y pararon la gran máquina para ver lo que hacían. Mathen también contó alguna batalla de tiempos pretéritos, cuando se dedicaban a investigar al mismo tiempo que buscaban financiación literalmente por cada esquina.

Hubo preguntas sobre cómo ven el futuro de la astrofísica en esta era en la que los radiotelescopios y detectores son cada vez más potentes, o cómo afrontaron en sus vidas el recibir un premio Nobel. Cuando llegó esta pregunta Kroto ya se había ido dejando tras de sí una ovación y más de un guiño. Wilson fue sincero: no hubo llamada telefónica sino un telegrama que se perdió; al final fue un amigo que le despertó por teléfono el que se lo contó. Y en el caso de Mathen fue una llamada rayando el alba en el horizonte la que le dijo que era el nuevo Nobel de Física.

Igualmente hubo mensajes en clave política y académica. De los primeros, que no hay excusa para no tener un buen sistema educativo, y que no tenerlo es el primer paso para la inopia y el fracaso económico. Igualmente, ya desde un punto de vista más humano, se apuntó que hay que investigar aquello que nos apasiona, y que no hay motivos para no hacerlo. En este sentido, Wilson aseguró que si pudiera a un niño simplemente le daría un telescopio y un microscopio para que pudiera ver lo más grande y lo más pequeño y así poder descubrir los muchos universos que existen. Mucho de divulgación hubo en una charla a dos bandas, en inglés y español, con problemas de traducción pero donde estaba claro que iban todos hacia el mismo punto: el público, donde había muchos estudiantes, casi la gran mayoría, en grupos, casi podría decirse que imitando a los personajes de series de televisión que todo el mundo conoce donde no saber de física es pecado.

La espectacular “gran oreja” del Museo de la Ciencia y el Cosmos en Tenerife