El ilustrador Benjamin Lacombe hace su propia revolución con un estilo que recupera a la vez el goticismo y el simbolismo del mundo onírico europeo. 

Por L. C. B. – Imágenes: Benjamin Lacombe – Matthieu Dortomb

El tornillo del fino arte de la ilustración gira y gira, clavándose cada vez más en la literatura, bebiendo de muchas fuentes, renovándose. Todo lo que tenga que ver con cultura y niños ha alcanzado en estos años un poder de atracción y un dinamismo difíciles de encontrar en el sector dedicado a sus padres. Surgen nuevas ideas, la literatura infantil y juvenil se expande o revisiona sus clásicos. Uno de los que más ha hecho por darle una nueva dimensión visual a los clásicos de Grimm o Edgar Allan Poe es el francés Benjamin Lacombe.

En sus manos algo tan aparentemente infantil como Blancanieves muta en un desasosegante y atractivo mundo onírico de líneas precisas, curvas, infantilismo y un fondo goticista que le acercan, en el imaginario colectivo, a todo lo que hace Tim Burton. Eso para que quien lea estas líneas se haga una cierta idea de por dónde van los tiros. Lacombe es un revisionista consumado, alguien capaz de hacer girar ese tornillo del que hablaba antes, un poco más profundo, un autor con todas las de la ley, superventas en Francia y que asoma ya en España con su marca de fábrica. Es complicado definirle: un toque de naïf, otro toque de barroquismo en las formas y el recargo de los escenarios cerrados, un poco más de imaginería gótica habitual del siglo XIX, mucho simbolismo y un juego con el color muy elaborado. Regado todo con esa escuela inexplicable de Tim Burton que conecta tan bien con los niños.

Un trabajo redondo que le ha catapultado al siguiente nivel: de simple ilustrador del montón a firma registrada, a artista que expone en París, Nueva York, Tokio o Roma, capaz de aglutinar los esfuerzos de Edelvives para quedarse con este diamante galo… 25 libros le preceden desde Francia. Escribe, dibuja, confecciona… lo hace todo y siempre con una aire entre decadente y vanguardista que está impregnado de lo oscuro que tanto le pega a este tiempo que vivimos. No cambian los textos: en sus ‘Cuentos macabros’, que en realidad es el trabajo de ilustración de los textos de Poe originales, Lacombe deja atrás el simbolismo de Blancanieves o Pulgarcito, dentro de la serie sobre los Grimm, para ser todavía más recargado y oscurantista. Blancanieves es una niña de formas imposibles perseguida por cuervos, y en su libro ‘Los amante mariposa’ la torcida imaginación alcanza sus mayores cotas: la muerte se presenta sin disfraces, rotunda, real y simbólica a un tiempo.

Lacombe tiene sobre sus espaldas 100.000 ejemplares vendidos de sus obras. Eso no lo borda ni el 80% de los escritores de este país. Mejor dicho, el 90%. Salvo, claro está, los que tocan con los dedos ese Santo Grial que es el subconsciente de los niños. Su trabajo tiene una profundidad psicológica en la que el paternalismo no existe, conecta con la mente infantil mucho más sinceramente que la mayor parte de los autores. Durante años muchas editoriales y autores han tenido puesto el chip de autocensura familiar, y sus trabajos nunca han pasado de ser meramente correctos en relación a lo que se supone debe ver un niño. Sin embargo, qué curioso, los cuentos infantiles más famosos esconde, y esto no es nuevo (hay mucha literatura y ensayo sobre ello), un salvajismo demoledor porque en su día servían de enseñanza oral para los niños en su vida diaria. En la cómoda y aséptica modernidad ya no hay sitio para avisos metafóricos. No obstante, esa fiereza la ha recuperado Lacombe. Una imagen vale más que mil palabras.

El trabajo de Lacombe

En España Lacombe ha publicado con Edelvives cuatro libros: ‘Cuentos macabros’ (los textos originales son, obviamente, de Edgar Allan Poe), ‘El herbario de las hadas’, ‘La niña silencio’ y ‘Cuentos silenciosos’. Pero en Francia el volumen de su trabajo, a pesar de su juventud (29 años) supera ya los 25 volúmenes y decenas de exposiciones en todo el mundo. Muchos de ellos pueden comprarse en francés por internet, pero es cuestión de tiempo que Edelvives, viendo el éxito arrollador, los traduzca y publique en castellano, catalán y euskera. Entre sus libros para niños destacan: ‘Cerise Griotte’, Édition Seuil Jeunesse (2006); ‘Longs cheveux’, Édition Talents Hauts (2006); ‘La funeste nuit d’Ernest, Édition Sarbacane (2007) – coescrito con Sébastien Perez; ‘Les amants papillon’, Édition Seuil Jeunesse (2007); ‘La petite sorcière’, Édition Seuil Jeunesse (2008) – coescrito con Sébastien Perez; ‘Le Grimoire de Sorcières’, Seuil Jeunesse (2008); ‘Le petit chaperon rouge’, Édition Seuil Jeunesse (2004); ‘La Mélodie des Tuyaux’, Edition Seuil Jeunesse (2009); ‘Blanche-Neige’, Edition Milan (2010).