Quizás no le diga nada ese nombre a un lector español, pero Willy Vandersteen fue rival y contemporáneo de Hergé, uno de los maestros de la línea clara y la escuela belga y holandesa, de actualidad por el robo de algunas de sus planchas originales valoradas en millones de euros.
El dibujante prolífico y popular Willy Vandersteen es a Holanda y Bélgica lo que Ibáñez, por ejemplo, es a España. No es que hiciera su versión de Mortadelo y Filemón, pero sí que fue uno de los grandes maestros de la escuela francobelga a pesar de ser de origen holandés. Nació y murió en Amberes, publicó más de mil volúmenes (de los más prolíficos de la Historia) en 25 series diferentes y vendió más de 200 millones de ejemplares en todo el mundo. Un éxito de creador, alguien que para los holandeses es un auténtico Walt Disney nacional. Sin embargo su fama se debe sobre todo al impacto que tuvo en Países Bajos, Bélgica y Alemania, algo menos en Francia y desde luego casi desconocido fuera de ese circuito.
Pero ahora ha saltado a la luz de nuevo porque dos ladrones han logrado entrar en Haatch (Brabante) para robar cientos de ejemplares originales, y peor, algunas de las planchas primigenias de Vandersteen, todo valorado en al menos 2 millones de euros. Algunas de las obras databan de la década de los 40, pero también había originales de los 50 y 60, la época dorada de Vandersteen y de sus contemporáneos. Una gran pérdida para el cómic europeo en cuanto al material, pero que nos permite recuperarle para el público español, que apenas le conoció en los años 60 a través de personajes como Suske y Wiske, en francés Bob y Bobette, uno de sus grandes éxitos.
Galería homenaje con los personajes de Vandersteen
Padre de la escuela holandesa y miembro destacado de la belga por el amor por la línea clara, fue uno de los competidores de Hergé hasta que trabajó para él en la revista Tintín. Alfons Molins contaba la anécdota que le relacionaba con Hergé, a partir del cual dejaron de llevarse demasiado bien. Vandersteen prefería la cantidad antes que la calidad, y sus personajes eran más bien simplones en comparación con la depurada técnica del belga.
Cuando Hergé le invitó a trabajar para la revista Tintín le obligó a mejorar a Bobette para hacerla algo más idealizada y menos “clase baja”, para así hacer efecto llamada entre los lectores. No terminaron demasiado bien, porque Molins cuenta que “cuando se le reprochaba a Hergé de llevar una producción de álbumes tan lenta, solía decir “¡Yo no soy Vandersteen!”… y cuando a Vandersteen se le critica lo contrario, de producir a destajo prefiriendo la cantidad a la calidad, aseguraba “¡Yo no soy Hergé!”. El éxito hizo que ya en 1978 hubiera vendido 80 millones de ejemplares de Suske y Wiske sólo en holandés, una cifra que quintuplica la actual población del país.
Sus temas eran muy variados, desde el folklore holandés y los cuentos de hadas, las leyendas medievales o el western hasta obras más contemporáneas que lo emparentaban con la escuela belga, como es el caso de la larga serie Suske y Wiske, moderna pero en la que sus personajes no paraban de hacer saltos y viajes en el tiempo. También hizo volúmenes satíricos sobre el mito del superhéroe americano y otros con temática de ciencia-ficción. Pero al revés que Hergé, que apenas salió de Bélgica, Vandersteen hizo larguísimos viajes que duraban meses y en los que absorbió por completo todo lo que vio y sintió para su trabajo. Un ejemplo es el viaje que hizo a Asia en 1959.
Vandersteen con sus volúmenes apilados