Charles C. Mann revisa cómo cambió el mundo definitivamente a partir de que Cristóbal Colón pusiera los pies en América en 1492 con un peculiar libro, ‘1493’ (Katz – Clave Intelectual).
La globalización no es cosa de hace dos días. Empezó en el mismo momento en el que Cristóbal Colón emprendió el viaje de vuelta hacia Europa. En aquellos barcos viajaban seres humanos y metales preciosos pero también plantas, animales, gérmenes… Un primer paso hacia la conquista, colonización y remodelación de un continente entero que generaría una gran ola que cubriría el mundo cinco siglos después. Fue el inicio de la expansión europea y del modelo occidental.
También fue el inicio del intercambio colombino, un proceso de más de 500 años que llevó el maíz a África, el boniato a Asia, los caballos a América y el eucalipto a Europa; trasladó insectos, hierbas, bacterias y virus, generando lo que para muchos fue el acontecimiento ecológico más importante desde la extinción de los dinosaurios. América pagó un precio muy alto: un auténtico genocidio viral y bacteriano que diezmó poblaciones enteras de nativos americanos por culpa de la gripe o la viruela que arrasaron comunidades aisladas durante milenios y que no tenían anticuerpos para protegerse de estas nuevas enfermedades. Pero también de la esclavitud y el trabajo forzoso.
El caucho, la malaria o los deforestados bosques de Filipinas son protagonistas de este relato cronológico ameno, directo y alejado de eslóganes por el que también desfila un buen abanico de seres humanos que abarcan toda la escala moral: desde la crueldad esclavista a los que lucharon por humanizar y proteger a los vencidos. Las dos caras se dieron, pero sobre todo un transvase bidireccional de conocimientos, productos y nuevos usos y costumbres que incluyen desde el chocolate al tabaco, por poner dos ejemplos muy presentes.
Charles C. Mann aceptó el reto de actualizar la ampliamente referenciada obra de Alfred W. Crosby ‘Imperialismo ecológico: la expansión biológica de Europa, 900-1900’, publicada hace 25 años y que necesitaba ser revitalizado. Es más, según la editorial, fue el propio Crosby quien solicitó este lavado de cara por parte de otro autor. El tiro salió por la culata: Mann usó las conclusiones de Crosby para dibujar un nuevo mapa mundial: China se hundió frente al empuje Europeo ya que el eje comercial mundial pasó de la Ruta de la Seda y las vías marítimas por Oriente Medio a la India hacia el Atlántico; Europa acumuló riquezas y recursos y se lanzó al mar sin complejos, algo que pagarían África y Asia poco más tarde.
Mann traslada lentamente su atención hacia el presente, en una clave más abierta de ecología y migración; aquel descubrimiento fue un punto de partida de una nueva era occidental en el mundo que promovió grandes y enormes cambios a todos los niveles. Resumiendo: el mundo pasó de civilizaciones-isla que apenas si se conectaban entre sí por rutas de aventureros (la de la Seda, la del Mar Rojo, la de Bengala) a ser piezas unidas de una nueva gran red-tablero en el mundo. O como indica el libro, “un mundo en el que nadie se sorprende porque dos jardines, separados por miles de kilómetros de distancia, alberguen las mismas plantas y ninguna de ellas sea autóctona”.