Premio Príncipe de Asturias de las Artes, el director de origen austriaco advierte de la manipulación: “Ninguna forma artística es capaz de convertir tan fácil y directamente al receptor en la víctima manipulada de su creador como el cine”.

Michael Haneke, nacido en Munich aunque educado en Austria, es el sexto director de cine que ha recibido el Premio Príncipe de Asturias de las Artes tras Luis García Berlanga (1986), Fernando Fernán Gómez (1995), Vittorio Gassman (1997), Woody Allen (2002) y Pedro Almodóvar (2006). Haneke, realizador entre otras de ‘Funny Games’ (1997), ‘La pianista’ (2001), ‘Caché’ (2005), ‘La cinta blanca’ (2009) y ‘Amour’ (2012), ha analizado y lamentado en su discurso en el Teatro Campoamor de Oviedo que el cine sea actualmente “un medio de avasallamiento” y ha cuestionado su parentesco con otras expresiones artísticas. “Y eso que ni siquiera se puede dar por seguro que mi propio campo de trabajo, el cine, se pueda considerar arte. Desde su invención a principios del siglo pasado, el carácter de feria de la mayor parte de su producción ha hecho todo para impedirlo”, ha denunciado Haneke.

“Ha heredado las estrategias efectistas de todas las formas artísticas que existían antes que él y las usa eficazmente (…). Ninguna forma artística es capaz de convertir tan fácil y directamente al receptor en la víctima manipulada de su creador como el cine. Este poder requiere responsabilidad. ¿Quién asume esta responsabilidad? ¿Surge la fundada desconfianza de aceptar el cine como forma artística de esta responsabilidad tan frecuentemente no asumida? ¿La manipulación no es lo contrario de la comunicación? ¿Y no es la comunicabilidad y el respeto ante el tú del receptor una condición básica para poder hablar de arte en general?”, ha expuesto el director de origen austriaco.

Haneke recibiendo el Premio Príncipe de Asturias

Haneke considera “indispensable para cualquier arte la capacidad de diálogo (…). Un autor que no toma en serio a su socio, el receptor, de la misma forma en que él mismo quiere ser tomado, no tiene un interés real en el diálogo”. Sin embargo, “demasiadas veces el cine ha traicionado esa regla básica interhumana, que precisamente es también una regla básica de la producción artística. La manipulación sirve para muchos fines, no solo políticos. También atontando a la gente uno se puede hacer rico. Pero si, como en esta ocasión, se quiere honrar al cine en la categoría de las Artes (…), pienso que es oportuno recordar estas condiciones”.

El director austriaco no solo ha discurrido sobre el cine como expresión artística. En su discurso de recepción del Premio Príncipe de Asturias de las Artes, ha demostrado su poco apego a las reglas comerciales de la industria cinematográfica: “El primer cometido de cualquier película es encontrar un público lo más amplio posible para así cubrir al menos sus costes de producción y asegurar la posibilidad de seguir trabajando de forma continuada. Los errores, al igual que en otros sectores económicos, no son tolerables: el que los cometa repetidas veces, difícilmente tendrá la oportunidad de seguir trabajando”.

Además, ha cargado contra los medios de comunicación de masas y “su trivialización de los criterios estéticos y de contenido, forzada por la dependencia del índice de audiencia”. Para el realizador de ‘Amour’, último Oscar a la mejor película de habla no inglesa, “no representan precisamente una escuela audiovisual compleja para el público potencial del cine”. No obstante, considera que en Europa, gracias a las subvenciones, “es más fácil para el director de cine cometer errores sin que esto signifique inmediatamente la paralización de su trabajo en el futuro. Pero en comparación con la abierta dictadura del mercado estadounidense, en la que el éxito de una película se mide exclusivamente en dinero contante, la influencia sobre la producción cinematográfica de las cadenas de televisión, que en Europa participan decisivamente en la financiación, es un mal solo insignificantemente menor”.

Haneke este mismo año con su Oscar por ‘Amour’

Prefiere mirar al futuro. “El cine cuenta con un atributo propio: es mucho más joven que todas las demás formas artísticas, así que espero que tenga sus mejores tiempos aún por delante. Pero, a pesar de esta juventud, se ha hecho culpable como casi ninguna otra forma de expresión artística. Ni la literatura, ni el teatro han conseguido alejarse tanto de su propia vocación. Las artes plásticas han llegado como mucho a los carteles de propaganda y la música a las marchas militares; el cine, con su peligrosa eficiencia en temas propagandísticos, ha puesto en peligro el destino de miles de personas”.

Un agitador mensaje que ya había insinuado en días anteriores. En la rueda de prensa previa a la ceremonia de los Premios Príncipe de Asturias, Michael Haneke defendió su cine y cuestionó otros géneros como el de acción. Descartó, por ejemplo, con vehemencia rodar una película de acción porque “ese tipo de cine contribuye a atontar al público” y rechazó la etiqueta que parte de la crítica le ha colocado de transgresor y violento: “No hago películas para provocar (…). Yo lo que intento es presentar esa realidad para que les dé asco a los espectadores (…). Normalmente, en el cine en general la violencia se presenta como algo atractivo; eso es lo que me parece peligroso”, avanzó antes de cuestionar en el Teatro Campoamor al cine como expresión artística y de mostrar su admiración por las Pinturas Negras de Goya expuestas en el Museo del Prado, que visitaba cada vez que su trabajo en el Teatro Real, con la ópera ‘Cosi fan tutte’, de Mozart, se lo permitía.

Las Pinturas Negras de Goya supusieron “una conmoción que, probablemente, nunca olvidaré”. Su encendida defensa y crítica del cine como expresión artística tampoco se olvidará en los Premios Príncipe de Asturias. Haneke no ha dejado indiferente a nadie. Quizás sea más transgresor y provocador de lo que cree.