Selva, horror, lo desconocido, el horror, la clave era ésa, el horror, ya fuera mediante palabras de Joseph Conrad o en viñetas como en ‘Kongo’, el origen del relato más célebre del escritor.

‘Kongo’ (guión de Christian Perrissin y dibujos de Tom Tirabosco) es una novela gráfica, con todas sus limitaciones y virtudes, con toda la fuerza simbólica que otorga la imagen en viñetas y la estructura literaria que son los dos pilares de este formato tan contemporáneo, surgido en los años 70-80 gracias a Eisner, Frank Miller y un puñado más de iluminados. Es una nueva forma de contar lo que ya se ha contado mil veces, el ser humano reducido a su barbarie más brutal en medio de un escenario que no controla y al que teme (la selva más densa y profunda), donde sabe que está de más y que debe luchar para seguir respirando. Además, su legado en ese mundo, un despótico y deshumanizado gobierno colonial, son la guinda del peor sitio imaginable.

Joseph Conrad lo definió perfectamente en ‘El Corazón de las Tinieblas’, tantas veces traducido (mal) como ‘Viaje al Corazón de las Tinieblas’, y luego llevado al cine con maestría y una mirada muy personal por Francis Ford Coppola en la monumental ‘Apocalypse Now’ en los años 70. Quien no ha visto la película habrá leído el libro (o los dos), así que la transición hacia la novela gráfica no le sorprenderá. El problema es que ‘Kongo’ (Dibbuks, que ya va por la segunda edición) no es específicamente la adaptación del relato, sino el origen del mismo, el momento vital del propio Conrad como emisario comercial en aquellas tierras del Congo Belga donde los europeos alcanzaron el grado máximo de crueldad con los africanos, reducidos a meros números y piezas inanimadas intercambiables.

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También fue el lugar donde el mundo salvaje y la civilización industrial europea chocaron y terminaron por agotarse la una a la otra. Conrad remonta un río de iniciación donde entrará como un europeo curtido más y saldrá convertido en un ser humano diferente, horrorizado y vaciado para volver a empezar con un poso de tinieblas que no le abandonaría jamás. Bendita ignorancia, que debió echar de menos al ver en directo el choque de mundos y cómo los nativos africanos y los patronos coloniales blancos y su sistema hacían crujir ese frente alrededor del río Congo. Lo que fue un exorcismo personal de Conrad dio pie a esta obra y a la novela gráfica ‘Kongo’. Porque es él, Conrad, el eje de todo.

El lector está ante un relato decimonónico a pesar de haber sido publicado ya en el siglo XX y que cumple 115 años (los aniversarios son lo de menos) alcanzaba cotas de agonía psicológica dignas de mención, pero es que en esta novela gráfica se relata el viaje desde Bruselas hasta el Congo por parte del propio Conrad, reconvertido aquí en su original nombre polaco, Józef Teodor Konrad Korzeniowski. Era el tiempo en el que Conrad no era todavía un escritor genial y épico, sino un oficial de la marina mercante de Gran Bretaña en misión comercial a aquel pedazo gigantesco del mundo dominado por uno de los mayores cafres blancos nunca conocidos, Leopoldo II, a la sazón rey de la diminuta Bélgica.

Perrissin y Tirabosco convierten a un personaje histórico y literario real, a partir de su propia vida anterior a las letras como marino mercante y aventurero, en un personaje de seudo-ficción y seudo-realismo que sirve de ojo y testigo de ese horror selvático y humano irracional. El relato llena de estrías psicológicas a Konrad (que no Conrad, todavía) y le convierte en un personaje muy complejo que no cae en el maniqueísmo (igual que no lo hace el relato literario original), sino que se mantiene en un difícil equilibrio entre la leyenda negra del colonialismo en África o el orgullo racial europeo.

Dos páginas de 'Kongo'

Los autores construyen ese viaje a partir de las escenas relatadas en el diario personal, en las cartas y en las alucinaciones febriles de Conrad, siempre tan tieso, comedido, tan eslavo hijo de aristócratas perseguidos en Polonia y que de tanto deambular por el mundo terminó convertido en marino, aventurero, escéptico, algo cínico y cultivador de la virtud reflejando los defectos humanos. Y sobre todo en un escritor legendario que ayudó a cimentar la vía alternativa del antihéroe literario durante el siglo XX. Una travesía de 176 páginas en blanco y negro con un estilo muy bien definido, realista y sin estridencias experimentales que al lector le resultará cómodo y manejable, con momentos que parecen robados al storyboard de una película clásica y al mismo tiempo con toda la crudeza del lugar y el momento.

El resultado es encomiable, pero no es ‘El Corazón de las Tinieblas’, es la cocina mental y real donde la mente de Conrad elaboró un plato de gusto amargo y agrio como pocos, un relato que debería ser obligatorio en todos los centros de secundaria. Quizás usar ‘Kongo’ sea una buena manera de poder explicarles qué fue el colonialismo en África y sus consecuencias, porque sobre todo esta novela gráfica está perfectamente documentada y estructurada, donde no vemos a Kurtz, el infame héroe caído en la bruma del relato, sino al abanico humano en positivo y negativo (sobre todo negativo) que, fusionados y extrapolados, dieron como resultado a ese personaje de ficción. Pero ‘Kongo’ enseña la miseria humana de esos energúmenos para que todos comprendan por qué nació Kurtz y lo que le rodea.

SINOPSIS. Mayo de 1890. El capitán de marina Josef Konrad Korzeniowski deja Bruselas y parte al Congo. Se va para tres años, contratado por una compañía belga para ser comandante de un vapor que recorre el río Congo hacia las tenebrosas y misteriosas tierras del Alto Congo. Como “mensajeros de la luz”, enviados por el rey Leopoldo de Bélgica, la misión de los europeos es, oficialmente, desarrollar el territorio y emancipar las poblaciones de sus horribles y salvajes tradiciones. Evidentemente la realidad es otra. El viaje empezado en Burdeos les hace recorrer Tenerife, Libreville y Boma, antes de seguir a pie el camino hasta Kinshasa. El trayecto es duro, la jungla densa, la fauna indomable, los encuentros inesperados. Esta es la increíble historia de un joven idealista que descubrirá la verdadera cara del colonialismo en un viaje que le marcará física y moralmente para siempre.