La editorial Pulp Books lanza en castellano a lo mejor de la nueva narrativa contemporánea gallega, una pequeña gran casa de los libros.
FOTOS (libros): Pulp Books
En 2010 pusimos la vista en las pequeñas editoriales, y en El Corso hicimos dos reportajes sobre Nevsky Prospect, una de esas casas minoritarias centradas en un terreno concreto de la literatura. En ese caso eran los escritores rusos: clásicos, nuevos, desconocidos… su trabajo de recuperación de nombres y títulos olvidados ha sido muy encomiable en estos años. En el caso de la gallega Pulp Books el trabajo y la razón por la que ponemos el foco en esta pequeña editorial es su labor de traducción al castellano de los nuevos valores de las letras gallegas, desde consumados hijos de la Transición y la Posguerra a nuevos nombres que, de paso, arrasan: es el caso de Diego Ameixeiras, que rompió moldes en la última Semana Negra de Gijón con ‘Dime algo sucio’, novela negra con sabor gallego que ha demostrado que muchas veces merece más la pena ser pequeño y ágil que mastodóntico y previsible.
En el texto de presentación de Pulp Books, fundada en Cangas de Morrazo (Pontevedra), surgida de la casa madre Rinoceronte, experta en traducir y publicar literatura “rara” (japonesa, finlandesa, checa, etc) al gallego, decidió hacer el camino inverso y pasar a la lengua cervantina las obras de los gallegos que remaban en pos de la lengua administrativa y querida de Alfonso X el Sabio. En su texto de presentación, en su web, va toda la sorna y el mensaje identitario de la editorial: “La humanidad nos estará agradecida por haber creado cosas como la empanada de berberechos, pero Galicia tiene más cosas que ofrecer: una cantera de autores que desde los años 80 ha despuntado con textos narrativos de gran calidad. En el nuevo siglo se ha incorporado a las letras gallegas una amplia nómina de jóvenes escritores que tienen mucho que decir, desde la periferia hacia el mundo. ¿Literatura nórdica? ¡Desde luego! Pero del norte de España. Un exotismo cercano, familiar, que le mostrará al público lector hispano una ficción menos conocida de lo que debería. Tan cerca, tan lejos”. La selección de la editorial es exquisita y siempre sobre seguro: títulos ya publicados, con buena respuesta de público y crítica, y que se lanzan en castellano para abrir camino a estos mismos autores.
Pulp Books selecciona con muy buen ojo: en su cuenta van de momento diez títulos: ‘Querida catástrofe’ (Teresa Moure), ‘Dime algo sucio’ (Diego Ameixeiras), ‘Vidas post-it’ (Iolanda Zúñiga), ‘Fábula’ (Xavier Alcalá), ‘Generación perdida’ (Francisco Castro), ‘Pensamientos impuros’ (Xurxo Borrazás), ‘El globo de Shakespeare’ (Jaureguizar), ‘El hombre inédito’ (Carlos G. Meixide), ‘El arte del fracaso’ (Verta Dávila) y ‘El mejor francés de Barcelona’ (Bieito Iglesias). Todas tienen en común el mismo diseño, alegre, vistoso, muy cercano al cómic o bebiendo directamente de él, una forma de distanciarse de los competidores y de, visto con cierto humor, acercarse a cómo se plantean los diseños de libros en Estados Unidos, mucho más llamativos que los fríos diseños oficialistas de las grandes editoriales españolas. Otra cosa en común es la temática: son totalmente contemporáneas, novelas que van desde las relaciones de pareja (‘Querida catástrofe’) hasta la experimentación que parece ensayo pero es puro monólogo emocional (‘Pensamientos impuros’), pasando por relato de amor e intriga narrada con la clásica retranca gallega y con la transición como telón de fondo (‘Fábula’) o textos, muchos de ellos más cerca de la reflexión que del relato, que nos sumergen en el imaginario personal de la autora y de toda una generación. La soledad, el amor, la pérdida de ilusión, el trabajo (como en ‘Vidas post-it’).
La fuerza literaria del gallego
Siempre según las autoridades culturales gallegas (es decir, que el dato es fiable sólo hasta cierto punto) el gallego es hablado por unos dos millones y medio de personas, de los cuales aproximadamente dos millones lo tienen como primera lengua y lo usan habitualmente en su vida diaria. Antiguamente el gallego fue lengua de cultura (ahí están las Cantigas de Alfonso X para atestiguarlo), una vía literaria de primer orden que sucumbió ante el avance del castellano. En la Galicia predemocrática el gallego era la lengua del campo, de ese mundo rural tan rico en folklore y misticismo como la Irlanda con la que se emparenta lejanamente; pero desde los años 80 para acá ha entrado con fuerza en las ciudades, y con ese auge aumentaron las opciones de que resurgiera como lengua literaria, como en la Edad Media. Toda la generación surgida de la Transición, desde esos 70 de esperanza hasta hoy mismo, ha mamado desde pequeño la lengua gallega y la usa con una fluidez no exclusiva con el castellano. Ese bilingüismo permitió a las editoriales gallegas salir adelante y que la aventura de publicar en este idioma fuera incluso rentable. Un caldo de cultivo que ahora da al país una nueva generación de autores que primero piensan y escriben en gallego, que luego ya les traducen. Todo un avance de la cultura, en general.




