Viento en popa a toda vela: el mundo del videojuego, después de que en 2009 y 2010 tuviera alguna que otra zancadilla en su ritmo económico de crecimiento, ha vuelto a su senda habitual, crecer y crecer sin freno.
El responsable de este nuevo auge es el teléfono móvil, los smartphones donde es sencillo descargarse una aplicación de un juego en segundos y por un precio tan bajo que es irrisorio en comparación con el viejo mundo de discos y discos en los ordenadores. Y por supuesto también las tabletas.
En España, cuna de varios estudios de videojuegos de primer orden, es de los pocos sectores que demanda trabajadores cualificados para mantener el ritmo de estas empresas, creadoras de videojuegos para consolas, para ordenadores y para teléfonos móviles.

En 2010 el sector facturó, sólo en España, 1.250 millones de euros, la mitad de todo lo que los españoles invirtieron en ocio audiovisual (es decir, incluyendo DVD, música y cine). La mitad de lo que nos pirra a todos. España es uno de los seis países que más productos de este tipo consume, con una población de 45 millones de habitantes, lo que supone un porcentaje altísimo. Pero, un problema: nuestro país no invierte en este campo, sólo lo consume, con lo que a pesar del enorme gasto apenas hay un 1% de trabajo de fondo frente a un 15% de media en Europa.
La gente no para de jugar, sin cesar, y en tiempos malos el escapismo a través del ocio es muy interesante para los negocios. Ya no son niños, adolescentes o adultos con síndrome de Peter Pan: todo el mundo juega, incluso son usados con ancianos y en el sistema educativo, así que… seguirá el crecimiento. Las nuevas consolas captan el movimiento y posibilitan la interacción con la máquina, y también los juegos en grupo (amigos, familias…). Y por supuesto, el pago: por tramos, muy bajo y sin apenas problemas para los usuarios. Por 2 o 3 euros son descargables. Un éxito seguro.

