El Hierro volvió a temblar a inicios del verano, un aviso de que la historia del volcán submarino surgido en 2011 no ha terminado, sino todo lo contrario.

Por Marcos Gil 

Imágenes: Rapid Eye – Ministerio de Fomento – Instituto Geográfico Nacional

El vecino malvado de El Hierro ha vuelto. El volcán submarino que casi lleva a la ruina a la isla en 2011 durante meses de actividad, que devastó el fondo marítimo, que mató peces, envenenó el agua y cerró negocios del turismo, ha regresado en forma de continuos seísmos de baja intensidad. Pequeños, sí, pero que a finales de junio alcanzaron los 4 grados en la escala Richter, un indicio de que aquello no fue una historia con principio y final y que la entonces fisura se está convirtiendo en algo más. La naturaleza en estado puro que reclama su sitio entre los temores y las vidas comunes de los seres humanos, incapaces de controlar un fenómeno que afecta un área que duplica el tamaño de la propia isla.

El lugar más tranquilo del mundo, El Hierro, una isla con una población que no supera los 10.000 habitantes y que es un vergel único, con varios climas diferentes, surgida igual que el resto de Canarias de la actividad geológica volcánica hace millones de años, era un rinconcito precioso en el que poder hacer submarinismo, senderismo, turismo rural, bañarse en aguas sin contaminación y disfrutar de la tranquilidad. Un territorio del que nadie o casi nadie había oído hablar hasta que en 2011 se convirtió en un lugar perfecto para poder estudiar vulcanología en directo. Empezó un 10 de octubre y terminó, al menos en su primer ciclo, en febrero de este año, y completamente el 5 de marzo. El cono volcánico submarino se encuentra a 88 metros de profundidad, en el Mar de las Calmas, y de momento tiene el poco glamuroso nombre de 1803-02.

 

Restos en la superficie atlántica de la erupción volcánica 

En azul turquesa, el rastro de residuos tóxicos y sulfurosos que dejó la erupción submarina

 

La presión del magma detectada en la isla canaria de El Hierro causó en la última semana de junio que la isla se deformara. Muy poco. Tan poco que el ser humano no puede detectarlo, pero sí los sensores y los geólogos que acunan la isla canaria a la espera de que el vecino sin nombre que se oculta bajo el océano decida asomar la cabeza en forma de penacho volcánico. Si es que tiene que salir, porque muchos científicos apuestan porque no lo haga. El Hierro se ha elevado cinco centímetros en vertical y se ha alargado cuatro en horizontal según la Dirección General de Seguridad del Gobierno de Canarias. En total, la nueva oleada de seísmos y movimientos telúricos relacionados con la fisura submarina convertida en volcán llegó a los 420.000 millones de julios, una cantidad de energía inmensa que atestigua, según los geólogos, que el fenómeno que obligó a desalojar La Restinga durante días y llenó de verde sulfuroso el Atlántico en una mancha de cientos de km de superficie no ha terminado. Es más, se temen que no ha hecho más que empezar.

María José Blanco, la científica responsable del área de Canarias del Instituto Geográfico Nacional (IGN) advirtió con el repunte, ante los medios, que si bien no existe riesgo inminente para la población y que no hay datos concluyentes sobre si se va a producir otra erupción submarina que devaste, una vez más, la costa herreña, sí que se ha elevado el rango de vigilancia y de emergencia. La clave, según ella, es la anómala reactivación sísmica en la zona del volcán y que ha provocado una deformación del terreno muy similar al que se dio durante la erupción original de 2011 en el Mar de las Calmas, al sur de la isla.

En aquella ocasión duró tres meses en los que el fondo marino herreño fue destruido por los ácidos y los tóxicos emanados. La zona, muy rica en vida marina, quedó muerta y muchos negocios turísticos de la zona de la localidad de La Restinga se fueron a pique. El turismo salió muy mal parado, igual que la economía de El Hierro, donde temen que una vez más, en pleno verano, vuelvan los problemas. Y lo peor es que desde el IGN no pueden determinar cuál será la evolución final. Es el gran problema de la vulcanología actual, que falta tiempo para ser capaces de predecir con exactitud cómo se va a comportar un fenómeno geológico así. Ni siquiera si habrá una conexión en tierra o si volvería a ser en el fondo marítimo. Y en esa indecisión se abre la puerta a que para cuando ya estén leyendo estas líneas el volcán podría haber vuelto a entrar en erupción.

 

El buque oceanográfico Hespérides en el sur de El Hierro