Una rareza de coleccionista por poco dinero: el que iba a ser un nuevo volumen de Hergé sobre Tintín, centrado en el arte contemporáneo y que quedó sin terminar pero que las editoriales han convertido en un libro experimental.
Por Luis Cadenas Borges – Imágenes: Editorial Juventud
Iba a ser uno más de los volúmenes de Tintín. Hergé, que hacía un extensísimo trabajo de documentación previa en sus trabajos, capaz de hablar del Congo, América o Tíbet sin haber pisado nunca esos lugares, se tomó su tiempo (ya era mayor) para poder trabajar. Tal y como había sucedido en los últimos volúmenes, Tintín ya era algo más adulto y maduro, y sus aventuras tenían cada vez menos rasgos infantiles y sí más complejos. Fue el caso de ‘Las joyas de la Castafiore’, ‘El Asunto Tornasol’, ‘Vuelo 714 para Sidney’ o las revoluciones sudamericanas en ‘Tintín y los Pícaros’.
Tenía incluso el título, ‘Tintín y el Arte Alfa’, pensada para publicarse en la mitad de los años 80. Pero Hergé murió en 1983 y el volumen no se publicó, a pesar de estar incompleto, en 1986 por Casterman, la gran editorial francófona que trabajaba con Hergé. Luego se volvería a publicar en 2004 con más material todavía. Hergé notó que la enfermedad le vencía, así que dejó en manos de su esposa Fanny toda la documentación y la misión de velar por su creación. En el último año apenas puede trabajar pero deja más de 150 escritos, dibujos, bocetos e ideas anotadas para diálogos, escenas y temática.
El volumen publicado entonces en España por la editorial Juventud, poseedora de los derechos de Tintín y de sus reproducciones (como las imágenes que aparecen en este reportaje), intenta ser el esqueleto básico de un álbum más. Aparecen las planchas originales sobre las que más trabajó y justo al lado los diálogos reproducidos en grande que él mismo anotó viñeta a viñeta en francés. De esta forma el lector puede hacerse cierta idea de un gran volumen de Tintín. A un lado la palabra, al otro el dibujo, además de muchos más documentos que contextualizan el trabajo de Hergé, inmenso, y no de un simple creador de cómics.
En 1983 ya se planteó si merecía la pena entregar el trabajo a los colaboradores de Hergé y así poder explotar póstumamente su obra. Pero la muerte llegó al autor justo cuando estaba en el ecuador: no eran simples esbozos, había ya una temática y un argumento montado, pero al mismo tiempo no tenía todavía la forma básica para ser un volumen que sólo necesitara trabajo de limpieza y algo de brillo. Habrían tenido que sumar muchas ideas externas y no habría sido un auténtico Hergé.
Ahí entró la gran guardiana y custodia del bruselense, su esposa Fanny Remi, que dijo que se publicaría inacabado, tal y como lo había dejado su amado Hergé. De corolario flotaba la famosa frase que ha evitado que nadie se haya apoderado de Tintín todavía: “Si otros retomaran Tintín, lo harían quizás mejor, quizás peor, pero una cosa es segura, lo harían de otra manera y entonces ya no sería Tintín”. Lo cierto es que esa losa se ha mantenido inalterable, con lo que los tintinófilos tienen una serie cerrada a la que sumar películas, series y añadidos, pero la postura de esta obra es clave: el telón que baja. Quizás por eso es tan importante este volumen, porque enseña las tripas de la creatividad de Hergé y al mismo tiempo echa la llave a un lado de lo que fue su grandísimo legado.
Arte contemporáneo, género negro y ¿el final de Tintín?
Y hubiera sido uno de los mejores: hay mucho movimiento, una vida más urbanita, no hay necesidad de largos desplazamientos; la aventura se acerca más al género negro que al de acción y viajes. Hergé tenía un buen tema: el arte contemporáneo, que tan bien conocía, sus formas, el tipo de vida y de artificio que rodea el mercado del arte y los egos de los artistas. El hecho de que esté inacabado y que la última viñeta sea justo el momento álgido de la trama hace pensar que realmente tenía bien pensado hacia dónde ir. El arte contemporáneo era una excusa, pero no es casual que hubiera optado por un camino mucho más cercano a la literatura negra. No obstante, hay una duda: si realmente es cierto que quería matar a Tintín en este número, cerrar para siempre el personaje. Es un rumor sostenido por algunas entrevistas de amigos con los que habría hablado Hergé para saber si era viable la escena de asesinato que había planeado. No obstante, son sólo rumores y nunca llegó a acabar con él.
Versiones apócrifas
Fanny Remi decidió que se publicase el trabajo previo en dos bloques: los dibujos por un lado y por otro la transcripción de los diálogos. En 2004 se mejoró y se hilvanaron ambas partes con más detalles de interés. Pero el que fue más lejos todavía fue Yves Rodier, que completó por su cuenta y riesgo el álbum de la serie. En 1986 Rodier hizo una versión en blanco y negro según las notas de Hergé y se la presentó a Moulinsart, la editorial dueña de los derechos de Tintín. Pero se negaron. Rodier no se dio por vencido y en 1991 contactó con el antiguo colaborador de Hergé, Bob de Moor, que murió antes de poder hacer nada. Y la editorial se plantó de nuevo. Pero no Rodier, que en 1993 culminó el trabajo para acercarse más al estilo del maestro. Y finalmente salió publicada. Todo un pastiche ilegal pero que ha salido publicado en varias editoriales.