Ha muerto uno de los tipos con más vis cómica imaginable, un hijo genuino de la literatura satírica inglesa, un recolector de carcajadas: Tom Sharpe.

Falleció en su casa de Girona (donde vivía desde hace décadas) con 85 años, una vida larga dedicada a la enseñanza primero y a la literatura después, un gran maestro que huía y amaba su isla inglesa tanto como cualquiera de nosotros, pero que al contrario de nuestras furias cainitas supo transformar su ira en literatura de la buena, de la legendaria. Genuflexión y reverencia ante un maestro que se nos va. Tom Sharpe, que residía solo en una casa de Llafranc, en el municipio de Palafrugell, falleció hacia la una de la madrugada como consecuencia de unas complicaciones de la diabetes que padecía y que en los últimos días le habían dejado en estado de postración. Tras de sí deja un personaje ya imprescindible como Wilt, al que dedicó nada menos que cinco novelas y que fue llevado al cine en Reino Unido (en 1989 por Michael Tuchner) con menos éxito que en el caso del papel y la tinta.

Sharpe era dueño de un talento sobrecogedor para el humor negro y corrosivo que tanto cultivan en su isla natal, una virtud que volcó por completo en la serie dedicada a Wilt: ‘Wilt’, ‘Las tribulaciones de Wilt’, ‘¡Ánimo, Wilt!’, ‘Wilt no se aclara’ y ‘La herencia de Wilt’. Eran espejos de la sátira social que también usó en ‘Reunión tumultuosa’, ‘Exhibición impúdica’ y ‘Zafarrancho en Cambridge’, todas ellas escritas en los años 70, cuando su carrera literaria despegó. Todas editadas por la editorial Anagrama en España, país al que tenía un inmenso cariño y al que eligió por el clima y la tranquilidad con la que “viven los españoles”, nada que ver con la brumosa Albión. Tanto quería Llafranc que sus cenizas serán esparcidas en parte por esta localidad catalana, además de Cambridge, donde estudió.

 

 

Su temática es variada y es capaz de soliviantar al más firme defensor de la libertad de expresión, con un humor que a veces raya en el sadismo cruel. En ellos ataca todo lo que consideraba inhumano y estúpido, desde el esnobismo del establishment británico al sistema educativo (Wilt, siempre Wilt…), el mundo editorial, los extremismos, la burocracia, las ideologías, el Ejército, la policía… todo ello regado con un lenguaje sacado de la calle en muchas veces que choca con la capacidad narrativa de sus obras, y también con mucho sexo. Y cuanto más burdo sea para el que lee, mejor. Sobre todo provocación. Para la historia queda la escena de Wilt desnudo y atado a la muñeca hinchable. Para saber más, mejor leerle, que es el mejor homenaje que se puede hacer.

Porque su vida ha sido un devenir continuo de chistes vitriólicos: nacido en 1928 se educó en la selecta Cambridge después de vivir una infancia y juventud muy duras entre una madre enferma y dejada y un padre de simpatías nacionalsocialistas que le enrabietaron de por vida. Después de estudiar Historia en 1951 se fue a trabajar a Sudáfrica y sentir en su corazón y su mente la brutalidad absoluta del apartheid. En 1961, después de innumerables problemas con el régimen racista blanco de Pretoria (entre otros escribir ‘Natal’, una obra de teatro antiapartheid) fue expulsado hacia Inglaterra de nuevo tras pasar un tiempo en la cárcel por “subversivo y comunista peligroso”. Aquella brutal experiencia le serviría para debutar en la literatura con dos obras que TODOS deberían leer: las mencionadas ‘Reunión tumultuosa’ y ‘Exhibición impúdica’, auténticas bombas antiracistas y antifascistas que dejan marca en quien los lee. Desde 1963 hasta 1972 trabajó como profesor de Historia en el Colegio de Cambridge de las artes y la tecnología.