Probablemente no será la mejor película de ciencia-ficción de la década, porque no hay obra perfecta ni secuela de mito absoluto del cine que no termine siendo cuestionada, pero desde luego hay muchas razones para aplaudir ‘Blade Runner 2049’ y algunas críticas sinceras. Vamos a intentar hacerlo sin hacer spoilers ni dar muchos detalles, porque siempre decimos lo mismo: vayan a verla y juzguen.
Cada ser humano tiene sus referentes subjetivos, sus gustos, filias y fobias. Hay cosas que son objetivamente mejores que otras: una sinfonía de Beethoven, una novela de Joseph Conrad o un cuadro de Rafael siempre serán, al menos, más ambiciosos y complejos que una canción de los Beatles, un relato de Pérez-Reverte o un dibujo de Stan Lee, pero eso no significa que sean necesariamente malas. A ‘Blade Runner 2049’ le sucede lo mismo: no es mejor que el mito previo porque a la película de 1982 la hemos convertido entre todos en una leyenda. Y las leyendas, como todo el mundo sabe, son imbatibles porque nuestra memoria emocional las reconstruye para ser primigenias y perfectas.
‘Blade Runner’ triunfó por tres razones: su estética rompedora para la época (cyberpunk distópico mezclado con el gusto por el retro), la narración sobre qué significa ser humano cuando una máquina idéntica a nosotros ansía esa misma humanidad (dentro de la ya entonces larga tradición de debate sobre la Inteligencia Artificial que arrancó incluso antes de Asimov) y la banda sonora de Vangelis, que consiguió crear una atmósfera perfecta para la narración. De hecho, la música compensaba diversas lagunas de la película de Ridley Scott. Y por supuesto el impacto de la interpretación de Harrison Ford, contenido como siempre, que supo crear al perseguidor incansable de los replicantes sublevados.
‘Blade Runner 2049’ triunfará por otros motivos diferentes. Puede que no por los mismos, y desde luego es un filme con muchos aciertos y virtudes, pero también algunos fallos que vamos simplemente a señalar. Y recuerden, es cuestión de gustos: muy probablemente mucha gente no estará de acuerdo con estas líneas, pero es lo bueno del arte, y del cine, que genera diferentes impactos en distintas personas y no por ello pierde su validez. Personalmente prefiero que los iconos del cine se queden como están y que los productores, directores y guionistas dejen en paz el pasado y se concentren en crear cosas nuevas, que falta le hace a Hollywood.
Los aciertos de ‘Blade Runner 2049’
Es ciencia-ficción auténtica. No es una película de Marvel o DC, es ciencia-ficción auténtica. Traducción: es ciencia-ficción real, donde las fases de acción (que las tiene, y bastantes) no enturbian la narración de fondo sobre lo que es el concepto de humanidad, cómo se enfrentaría la sociedad a la presencia de los replicantes (con el ciclo de marginalidad, odio de clases y rebelión), cómo hacer frente a una sociedad traumatizada por la guerra, la contaminación y la ausencia de naturaleza auténtica. Es una distopía que plantea un desafío intelectual, no tan alto como se presentaría en un libro o una obra teatral quizás, pero pone en pantalla muchos problemas reales. Seguir el hilo conductor del filme requiere atención, y sobre todo cierto grado de conocimiento de los puntos de conexión con la ‘Blade Runner’ original. No es un filme para “pasar el rato”, como se le escuchaba a una espectadora decir antes de que empezara. Para eso están otras películas. Esto es ciencia-ficción, necesita que estés despierto y menos ocupado de las palomitas. Era imprescindible que el género que va a marcar el siglo XXI (en solitario o mezclado con el género negro o el drama) recuperar el terreno perdido. Ya se consiguió en parte con ‘The Arrival’, marcar una línea roja en defensa de un movimiento cultural que tiene ya casi dos siglos y que será vital en este tiempo.
El cyberpunk estilizado. No es la versión original que bebía directamente de lo que se podía ver en los años 80 en las calles de Nueva York, Londres o Los ángeles, es un cyberpunk mucho más sofisticado, dúctil, sutil. La cuidada estética orquestada por el director Denis Villeneuve es como un juguete bien engrasado, acompaña desde el primer minuto. Los primeros 40 segundos del filme definen muy bien cómo va a ser el tono visual y atmosférico del filme, un anticipo de que la quietud y la escenografía van a mandar. Y mucho. Villeneuve ha creado una película donde el cyberpunk es de libro: ciudades deshumanizadas ultramodernas, ruina social, derrumbe del orden anterior, mezcla de razas e idiomas, una ciudad de Los Ángeles que parece salida de una pesadilla de Silicon Valley, las ruinas postindustriales de zonas y ciudades devastadas por la guerra y la contaminación… Y eso es un gran acierto.
Distopía. El género ha vuelto para quedarse. Vivimos tiempos convulsos con líderes que nunca antes (o después) habrían podido gobernar el mundo, como Donald Trump, y movimientos populistas que sólo crean desgarros inservibles (el Brexit, el auge de la extrema derecha en Europa, el nacionalismo económico y centrífugo…). Ante eso la gente reacciona con ansiedad, miedo y pesimismo, el caldo de cultivo perfecto para que la reacción contraria a la utopía limpia y esperanzadora que marcó la ciencia-ficción durante décadas triunfara a partir de los años 60-70. Es una forma muy útil de reaccionar ante las ideologías separadoras y autodestructivas: avisar de los escenarios de fracaso y ruina social, mostrar lo que podría ser si se va por ese camino, un revulsivo que quien vea ‘Blade Runner 2049’ entenderá. De todas formas la secuela vive de la distopía desarrollada por el filme original: no podía despegarse mucho, aunque aporta nuevos elementos… pero sería un spoiler.
Ryan Gosling y Harrison Ford. Buen actor, que parece jugar a ser el Harrison Ford de 1982, aunque algo más apático; mientras, el Ford avejentado del filme se muestra como un humano derrotado y melancólico. Es como si se hubieran cambiado los papeles, pero en realidad Gosling se encarga de llevar todo el peso de la película con diálogos cortos; le ayuda mucho la definición visual de Villeneuve, que le dedica muchos planos largos de meditación y reacción ante las sucesivas dificultades que tiene en el filme. Sin ser su mejor trabajo sí que es una labor encomiable y digna de aplauso, aunque no se puede pedir mucho para un replicante de nombre K que tiene que buscar a otros como él para eliminarlos. El resto de actores y actrices son aportaciones igual de correctas, contenidas o desatadas, siempre en función de lo que haga falta. Destaca Jared Leto, que encarna al supuesto rival a batir, si bien su peso es menor y sus diálogos son más propios de un psicópata mesiánico que de un verdadero enemigo. También destaca Ana de Armas, que tiene un papel muy peculiar que es casi una vuelta de tuerca a la IA pero desde otro punto de vista muy original… para eso también tendrán que ver el filme.
La estética visual. Si algo ha logrado Villeneuve es convertir cada plano en un canto de amor al género de la película. La presentación visual del filme es quizás lo más destacado y trabajado, con escenas antológicas que muestran que el trabajo de preproducción fue realmente encomiable. Pongan especial atención a las calles siempre lluviosas y atormentadas de Los Ángeles, al mundo derruido y ruinoso fuera de los límites blindados de la ciudad, a todas las secuencias del viaje de K hacia las ruinas de otra mítica ciudad y al ambiente zen de la sede de la corporación Wallace. La arquitectura pocas veces tendrá tanto peso en una historia como aquí, igual que el clima: en ese mundo distópico todo es muerte y sequedad, por un lado, pero lluvia y nieve por otro. No es un clima cálido como el que se nos viene encima, sino el producto del invierno nuclear provocado por la guerra previa y la contaminación. La opresión es tanto atmosférica como social: eso incluye los edificios de la policía, las calles solitarias dominadas por máquinas, prostitutas y buscavidas que parecen salidos de una pesadilla ochentera. Gran trabajo para una civilización que vive de los impulsos audiovisuales.
Y los defectos de ‘Blade Runner 2049
La música. No, Benjamin Wallfisch y Hans Zimmer no lo han conseguido. Tampoco Johan Johannsson, que fue el compositor inicial y luego despedido. Intentaron crear una banda sonora mimética con la obra de Vangelis, pero sin la calidez, candor y cierto grado de misticismo tecnológico que tenía aquella. La música a veces puede acompañar (la escena en la que K vuelve a Los Ángeles y vemos la megalópolis bajo la tormenta por primera vez), pero en otras no aporta nada, incluso puede distorsionar la narración. Por ejemplo esos golpes de timbales y percusión que emulan los truenos pero que no significan realmente nada. Es una banda sonora meliflua y sin profundidad. Le falta todo lo que le sobraba a la de Vangelis, y sobre todo tiene el peor defecto posible: es prescindible. Falta, por ejemplo, el gran momento de amor: apenas hay un par de escenas de este tipo en todo el filme (la principal muy original, por cierto), y mientras que Vangelis le acopló un saxo tenor inolvidable que daba un punto de emotividad perfecto, aquí apenas hay rastro de sentimiento.
Lentitud. El filme dura 152 minutos y en ocasiones se pierde en la recreación visual hasta el punto de hacerse agónica. Hay planos que se podían haber eliminado del montaje. Se me ocurren cuatro secuencias que perfectamente se podían haber acortado porque no aportan nada salvo el gusto de Villeneuve por mostrarnos su esteticismo visual. Sí, es hermoso, pero apenas logran unificar una secuencia importante con otra trascendente para entender la historia. En especial en la segunda parte de la película se hace evidente que habría que acelerar un poco más para no desquiciar al espectador, que después de más de una hora y media de atmósfera audiovisual necesita resolución y no tanta recreación. En un momento determinado hay casi una línea dickensiana en el filme, la recreación de un futurista momento Oliver Twist que a los que quieren avanzar pondrá de los nervios. Visualmente es hermoso. Pero poco más.
Las servidumbres a la ‘Blade Runner’ original. Lo que puede ser una virtud (es una secuela más que digna que lleva con elegancia las anclas narrativas de la original) también es un lastre. Un espectador nuevo que no haya visto ‘Blade Runner’ no entenderá la nueva, o cuando menos se perderá. No pillará los pequeños guiños internos que hay a aquel filme de 1982, como las referencias a la Unión Soviética o Atari, la estética de las calles deshumanizadas bajo una extraña nieve que no es nieve, ese plano sobre los prototipos Nexus 8 que parece casual pero no tiene nada de ello… Y sobre todo la retórica sobre la Inteligencia Artificial, los sueños y recuerdos, la confusión entre el mundo real y el programado para los replicantes, las claves que hacen que tenga sentido todo para quien conozca la película de 1982 o el libro original de Philip K. Dick (‘¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?’) pero no para el no iniciado. Además Villeneuve se ha empeñado en anclarse al legado de Ridley Scott, que ha ejercido de productor y por lo tanto ha cimentado esas cadenas que, en ocasiones, se vuelven muy pesadas. Eso no deja volar ni aportar mucho nuevo a la secuela a la historia. Nuestro consejo es que, si no ha visto la anterior, lo haga primero. Un 2×1 que le ayudará a disfrutar y entender mejor lo que significa esta historia antológica.
A partir de aquí ya decide el lector. Pero sobre todo vaya al cine, es ciencia-ficción, no insuperable pero sí de la buena, de la que ayuda a construir un género que va a ser clave para la edificación de este siglo XXI que empezó con el mayor atentado de la Historia y que con la Gran Recesión de 2008 nos ha puesto en una línea distópica pesimista que deberíamos enderezar.