Los años pasan pero la industria de la música y las bandas son como el Guadiana: van y vienen, e incluso dinosaurios del rock entran en el juego.
“Los viejos rockeros nunca mueren”. Nunca jamás una frase tan antigua ha tenido tanta veracidad. Desde hace un lustro las resurrecciones se han puesto de moda como nunca. Algo debe estar pasando para que viejas bandas de los 70, 80 y 90 (si es que están todos vivos) decidan aparcar las razones de la desunión para subirse de nuevo a los escenarios y de paso grabar nuevo material. Quizás sea codicia, una alienación de planetas que les indica que ya son viejos y deben espabilar para divertirse otra vez. O simplemente que la transición al mundo digital y el lento pero imparable hundimiento del viejo negocio imperante durante décadas ha trastocado sus cheques de royalties.
Sea como fuere, muchos han vuelto, pero el colmo es que Black Sabbath, ya juntos para una gira revival, hayan pensado incluso hacer otro disco. Ozzy Osbourne, el come murciélagos, ha vuelto. Ha sido él quien ha asegurado ahora en el Sweden Rock Festival que se lo han planteado: “No lo hemos hablado realmente, pero es posible que haya otro álbum […] Vamos a terminar esta gira y entonces veremos”. Lo cual es peculiar porque llega después de algunos de los miembros de la banda, como Tony Iommi, asegurara que cuando la banda toque en Hyde Park en julio sería el bye bye final. Osbourne ha olido el negocio y no suelta el hueso: “Acabaríamos con una nota alta. Pero yo estoy preparado para otro disco y otra gira […]. Si no, continuaré con mis propias cosas”.
Black Sabbath en 2013: Tommy Clufetos, Geezer Butler, Ozzy Osbourne y Tony Iommi
Hace un año que la banda ya dio un alto do de pecho nostálgico con ’13’, de 2013, un álbum que no supuso nada nuevo salvo para los fans acérrimos. De ese trabajo quedaron canciones en el cesto, y con eso se podría cimentar otro nuevo. Aseguran que no es por dinero, pero no puede ser por nada más habida cuenta de que Black Sabbath acumula ventas extraordinarias y todo un culto musical a sus espaldas. Alicientes no les sobran: su álbum llegó a lo más alto aupado por el morbo del regreso y sus fans de toda la vida, y con una edad considerable (arrancaron su carrera después que los Rolling Stones, en 1968, ahí es nada).
De llegar sería el 20º disco de estudio de la banda, una larga carrera en la que fueron pioneros del heavy metal, el rock llevado hasta el extremo. Mientras los demás se enrollaban en éxtasis místicos mezclando el rock con el blues o el soul o tirando del pop abstracto final (léase los Beatles y sus herederos) ellos se dejaron el pelo largo, cantaron a los luciferinos y a base de extravagancias crearon una imagen musical contundente y rotunda que otras bandas también imitaron o sofisticaron (como Led Zeppelin). Son una leyenda sobre todo gracias a discos como ‘Paranoid’, uno de los 100 mejores de la historia, con un estilo que se moldeó lentamente y que incluyó el uso del “tritono”, una cadencia característica que daría cuerpo a su música.
Lo cierto es que del rechazo inicial (ni siquiera reproducían su música en las cadenas de radio) llegaron a un tono muy fuerte que les dio cancha y potencial entre un público harto de lo que les ofrecían los demás grupos. Y donde patrón-consumidor no manda marinero. A base de improvisación y originalidad lograron hacerse un hueco envidiable que ahora explotan al máximo. Sin duda el máximo responsable del sonido tan peculiar fue Tony Iommi, el tipo de los dedos cortados (le faltaban las puntas de dos de la mano derecha, y era diestro), una circunstancia que le hizo usar prótesis y adaptar la guitarra a su potencial y de esa manera creó un ritmo oscuro que no era deliberado, era lo que podía hacer. Entre unos y otros, finalmente, Black Sabbath consiguió su sonido y así hasta hoy.
Black Sabbath en 1970: Butler, Iommi, Ward y Osbourne