Con motivo del estreno de ‘Blade Runner 2049’ y el recuerdo indomable de la original película de los 80, nos acercamos un poco más a lo que es la expresión artística del cyberpunk, un subgénero con origen en la literatura pero que pronto se expandió hacia el arte y la estética, entre otros campos.
Foto de portada: Barrio de Shibuya (Tokio), considerada la mayor expresión cyberpunk actual
‘Blade Runner’ fue, por así decirlo, la caja de Pandora invertida a la que le pegan una patada. Todo lo que salió de ella fue una cascada estética que viajó de los libros de la ciencia-ficción e incluso de la obra de Moebius en cómic hacia otros niveles. Después de todo, como muchos otros saltos estéticos, fue la ciencia-ficción la que impulsó el movimiento hacia nuevas cotas, y lo hizo además a través del cine. El séptimo arte es un gran catalizador que puede aunar a la perfección imagen, narración y música, arte y sonido; el éxito postrero de ‘Blade Runner’ fue el despertar de los géneros mal llamados “menores” en la ciencia-ficción, y en especial dos que pueden ir de la mano, aunque siguieron caminos diferentes: el steampunk y el cyberpunk. No obstante, éste último es el que creó una estética visual y simbólica mucho más poderosa, y en especial
En realidad el cyberpunk nació como consecuencia de varias obras y mentes creativas, pero en especial del autor William Gibson y su libro ‘Neuromante’ (1984), una piedra fundacional del género que logró el Premio Nébula, el Premio Hugo y el Premio Philip K. Dick, creado en honor del mismo tipo que años antes había publicado ‘¿Sueñan los androides con ovejas electrónicas?’ de la que nació ‘Blade Runner’. Gibson supo crear una nueva senda de expresión que impregnaría incluso muchos años más tarde otro filme surgido de su mano, e inspirado también en el cyberpunk: ‘Johnny Mnemonic’, que apareció como relato en 1981. La misma que luego siguieron otros filmes y en múltiples géneros, como ‘Akira’ y ‘Ghost in the Shell’, las dos grandes aportaciones japonesas al género, dos monumentos al cyberpunk en animación como no ha habido antes.
Fotograma de la adaptación de ‘Ghost in the Shell’, donde se exhibe la revisión del concepto “humano” según el ideario cyberpunk
El cyberpunk se caracteriza por la distopía tecnológica en ambiente urbano donde el exceso simbiótico entre humanidad y máquina pasa a un nuevo plano estético: es muy común que el arte inspirado en el cyberpunk refleje todo tipo de fusiones, desde el ya clásico ciborg a la Inteligencia Artificial humanizada en extremo. La distopía es siempre el elemento unificador, y sobre todo una plataforma para que el arte se mueva. Existen innumerables obras de dibujantes e ilustradores que todavía hoy beben de un género que fue muy característico de los años 80, que impregnaron su estética en esa década, pero que se expande mucho más allá. Es una recreación de un mundo post-industrial que funciona sin funcionar, una dualidad que se nutre también del género negro: la estética de la serie negra clásica se entremezcla muchas veces con la ciencia-ficción, de forma que en realidad estamos ante uno de los primeros géneros bastardos. Y eso tendría consecuencias estéticas:
La conversión de ‘Blade Runner’ en un objeto de culto influyó desde la decoración hasta la moda, pasando por la arquitectura. Creó, por así decirlo, un nicho artístico a partir del cual se podía construir una enorme multitud de universos paralelos, pero siempre con esas tres características: futuro distópico, futuro tecnificado, futuro de contrastes formales entre la brillantez de la tecnología combinada con la oscuridad de una vida social rota o desfigurada. La estética cyberpunk bebe tanto de la ruina y la miseria (los escenarios destruidos del fracaso de la civilización, como en las series fotográficas y la ambientación cinematográfica basada en los barrios abandonados de Detroit, por ejemplo) como de la brillantez de una civilización tecnificada y deshumanizada, pero también re-humanizada a partir de una nueva dimensión.
Ilustración del manga ‘Akira’ que luego pasó al cine de animación, y que fusiona esa “ruina postindustrial” con el futurismo, marca de fábrica de la estética artística del cyberpunk
En el dibujo de cómic y la ilustración artística el cyberpunk siempre acude a las representaciones más extremas y desafiantes de la realidad aceptada como tal en el presente. Tanto en lo urbano (las ciudades son fascinantes juegos de luces de neón, oscuridad nocturna, ambientes claustrofóbicos diurnos, cielos siempre grises, alternando los vivos colores con las tonalidades más tenues y frías) como en lo humano (los cuerpos se llenan de biomecánica, fusionando la pobreza biológica con la fascinante potencialidad de la tecnología). Hay un juego casi retrofuturista en el cyberpunk, donde un ambiente que podemos reconocer como urbano y presente en nuestro tiempo se puebla de añadidos técnicos; el ambiente y la estética de los años 40 e incluso 50 que se puede observar en ‘Blade Runner’ no es casual, igual que no lo es tampoco la ambientación de ‘Johnny Mnemonic’, ‘Dark City’ (una de las más opresivas obras del género) o la no tan bien juzgada ‘Días extraños’ (donde el ambiente es incluso más actual, casi como un juego del principio de la distopía cyberpunk), o incluso los animes japoneses como ‘Akira’ y ‘Ghost in the Shell’.
El futuro superpone capas del pasado donde parece confundirse la estética de los años 80 y 90 con los sueños futuristas de plenitud que, género obliga, han salido mal para poder cimentar esa distopía que tiene consecuencias en la estética triste, pesimista y depresiva de muchas obras. Ese “todo salió mal” que impregna el género y su estética artística, reproducida mil veces en cada película, serie o anime (en pocos géneros el arte como elemento secundario es tan determinante) es una marca fundamental, y sobre todo una rebelión frente a la brillantez de lo que el mundo esperaba de la ciencia. El positivismo que marcó la carrera científica e industrial en el siglo XIX y parte del XX se tornó luego en un comportamiento casi bipolar: nos fascina la ciencia y la tecnología más que nunca, pero desconfiamos del mundo que crea más que nunca. El cyberpunk es un género post-Hiroshima, cuando la ciencia se usó para la destrucción total. Basta ver ‘Akira’ para entenderlo.
No hay “y comieron perdices” en el cyberpunk. La ciencia-ficción dejaba atrás el diseño que parece salido de una fábrica de Apple y abraza casi un mestizaje entre el ambiente de guetto de Harlem o de los barrios populares de Hong-Kong y un Tokio futurista; el poder evocador de la ciencia se usa para narrar las injusticias, la estética tribal e individualista. Eso sin contar con otra de las minas del género: lo humano como algo caduco y desfasado frente a la emergencia total de la máquina, o peor, de la Inteligencia Artificial fusionada con lo humano. A decir verdad, el cyberpunk es el primer salto hacia lo que quedará de nosotros cuando hayamos evolucionado al siguiente nivel, que será más biomecánico que biológico. Ese camino, el de la representación de ese nuevo ser humano tan máquina como animal, se convierte hoy, muchos años más tarde, en una fuerza visual demoledora, una redefinición del modelo de lo que somos.
Estética retrofuturista de ‘Blade Runner’, con formas de los años 40 y 70 que marcó al género
La estética del género recurre a la distopía, tanto en lo estético como en la fuerza simbólica: los humanos atrapados en las máquinas, en un mundo ultratecnificado donde se diluye, y que sirve tanto de denuncia de esta deriva como de la fuerza de la tecnología en nuestras vidas