El Museo Reina Sofía de Madrid tiene un año completo y con ganas de sacudirse el polvo; por ello hará la gran retrospectiva del británico Richard Hamilton para el verano.
Entre el 25 de junio y el 13 de octubre el museo reunirá las mejores obras del artista contemporáneo británico fallecido en 2011 y uno de los baluartes de la vanguardia que pululó por Londres durante el siglo XX. Es en realidad una versión española de la que ya hiciera en 1992 la Tate Modern en honor al artista, y contará con 250 obras que abarcan desde los años 50 hasta el año anterior de su muerte y que varían desde el diseño gráfico a las fotografías, instalaciones, dibujos y pinturas, todo mezclado con su interés en la cultura de masas que ha sido el gran pilar del siglo que le tocó vivir antes de que se inaugurara la cultura digital.
Hamilton será diseccionado en esta retrospectiva que promete tener un gran impacto en los medios anglosajones, que incluirá igualmente instalaciones como ‘This is Tomorrow’, ‘An Exhibit’, ‘Man Machine and Motion’ o ‘Growth and Form’, de 1951 y que fue la pionera de su carrera. Ha sido especialmente reconstruida por petición del Reina Sofía. Previamente la gran exposición estará en la Tate Modern desde febrero a mayo.
Una de las últimas fotografías en España de Richard Hamilton
La importancia de Hamilton en el arte contemporáneo tiene un peso específico, el de haber sido un pionero que abrió caminos, sobre todo en el pop art y como virtual mascarón de proa del posmodernismo en el arte. Más allá de las cómodas etiquetas que clasifican y cartografían a un artista, Hamilton fue un experimentador nato que saltó entre géneros, soportes, formatos y medios para poder expresarse libremente.
Quizás por eso abundan las pinturas junto a las fotografías, las impresiones, el diseño industrial aplicado y todo tipo de géneros, desde las nuevas naturalezas muertas al retrato o la pintura histórica, sin olvidar los guiños a la propaganda publicitaria y política. Se apropió de todo lo que le podía haber hecho falta: cultura pop, iconografía religiosa, política, incluso los métodos de la industria, todo era pasto de su necesidad. Especialmente interesante puede ser el salto que llevó a Hamilton a experimentar con Fra Angelico o Duchamp, un salto de siglos y casi de mundo si se tiene en cuanto que les separan más de 500 años pero que en él se fundieron en una sola línea artística.
Igual de importante fue su relación con los medios de comunicación, fundamentales incluso para entender su arte y que son parte de esa cultural popular y de masas que se extendió y generalizó después de la Segunda Guerra Mundial y que le pilló de lleno en plena madurez creativa. Destacan la fotografía y la experimentación con la televisión, así como sus conexiones con los monstruos sagrados del pop art como Roy Lichtenstein y Warhol, o directamente los “monstruos” deconstructivos como Francis Bacon. Y obviamente la omnipresente Polaroid, antecesora de las cámaras de móviles que daban libertad creativa completa si necesidad de esperar horas en un laboratorio fotográfico.
Hamilton fue, a grandes rasgos, un heterodoxo que saltaba entre cimas y nichos artísticos para crear su propia carrera. Los críticos le definen como un “puente entre la era moderna y la posmoderna”, lo que con el tiempo le convertiría en un maestro influyente (quisiera o no) entre las generaciones surgidas del baby boom posterior a la guerra y que han creado el arte actual. Fue un pionero incluso en el tema de las instalaciones, donde también dejó su marca y todos le siguieron a su estilo.
‘Swingeing London III’ (1972) – Vía Tate Modern
‘My Marilyn’ (1965) – Vía Tate Modern