Por Luis Cadenas
Cabe siempre la posibilidad de agradecer los servicios prestados a Sheila Niño por haberlo dado todo esta noche con el estreno de esta obra de Azar Teatro, coproducida por la Fundación Siglo que organiza el Festival de las Artes. Se exprimió esta chica en su papel de ángel roto y perdido, de víctima absoluta de toda la maldad del ser humano en una sociedad rota. Que se ubicara la historia en Rusia es una forma de acentuar su marginalidad, pero bien podría estar sucediendo aquí: una chica de apenas 16 años despreciada por su madre, que la abandona, por su tía, que la odia, por la gente de su barrio pobre, que la maltrata y termina por concebirla como una furcia más. Violada, engañada, estafada, apaleada, y finalmente una vía de salida final: el suicidio. Y perdón por contarles el final, pero ya era sabido viendo el filme.
A grandes rasgos, esta obra es la adaptación teatral realizada por Hansjörg Betschart de la película homónima de Lukas Moodyson, una historia de abandono y perdición, de la explotación y el abandono infantil centran el argumento de la historia, protagonizada por Lilja, una frágil adolescente desamparada que intenta sobrevivir en un sórdido mundo dominado por las mafias. Lo que queda en la memoria del espectador es una obra teatral que intenta por todos los medios llegar al espectador con vocabulario de calle, mucho taco y mucha rapidez, en un escenario que no para de fragmentarse y que hace perder parte de la densidad de la historia. Tanta velocidad y algunos parones hacen que la apuesta no termine de llegar. A veces incluso llevaba a la risita fácil más que al compromiso. Fuera algunos espectadores (eso sí, todos talluditos) echaban algunas pestes, pero no deja de ser loable intentar que el teatro haga de herramienta social de denuncia. Igual que no les gusta ver los demonios de su sociedad acomodada sobre el escenario. Y aunque no llegó la obra a ser completa y a conectar, la temática y el arrojo de la actriz principal sí que merece un pequeño aplauso.

