‘Gespräche mit astronauten’, del Nationaltheater Mannheim
Nombre impronunciable para quien no sepa alemán o lenguas emparentadas, pero detrás de ese título se esconde una de las obras con más tino y mejor ojo clínico social de los últimos festivales. Una obra que, saliéndose de los cánones tradicionales, no sólo disecciona el abuso moral y laboral de los países ricos sobre la población inmigrante, sino que también arrea simbólicas bofetadas a esa Alemania a la que últimamente no paran de agarrarle manía.
La obra, estrenada esta misma noche en Salamanca en el Teatro Caja Duero, dentro del festival, consiguió algo así como ¾ del aforo y que al final se rompieran las palmas. Los responsables de la obra se mezclaron con el público y rieron muchos de los golpes de humor ácido y sulfuroso que marcaron una obra en la que cinco actores activos y otro más disfrazado de astronauta, daban un repaso brutal a cómo se comporta la burguesía alemana con los trabajadores domésticos venidos de Turquía, Rusia o cualquier punto del este de Europa. Una forma poco ética de exprimir a una persona para “liberarse” uno mismo de las cargas de llevar una familia y una casa.
Todos los ciudadanos, y especialmente las ciudadanas, tiran de estas falsas au-pair y criadas para poder liberarse de una sociedad cargada de exigencias: trabajo, familia, hogar, superación personal, eficiencia, sacrificio en el trabajo… sociología del escapismo en una obra teatral muy bien interpretada y con unas dosis de humor que superan las barrera culturales. Eso, la vida moderna universalizada, idéntica aquí que allí, y sobre todo una buena traducción simultánea en la parte superior del escenario, lograron el milagro de que en otro idioma el aforo del Caja Duero hiciera salir tres veces a los actores y que les acabaran vitoreando.
El humor, omnipresente, como la broma de referirse a Alemania como Rancinia, el país de los rancios, y hacer continuas bromas sobre la eficiencia alemana y cómo se toman cualquier cosa, hasta pasarse unos céntimos de euro en la factura del teléfono. Totalmente acertada la obra, una pena que no haya más pases para que la gente no pueda disfrutarla más. Eso sí, el perfil del público cambia radicalmente: entre 30 y 50 años, muchos de ellos con estética y aspecto de estar ligados a profesiones liberales o directamente la Universidad, algunos grupitos de estudiantes y mucha “intelectualidad” en general. Lo cual vuelve a plantear la pregunta de la distancia a veces sideral entre el público común y este tipo de obras. Personalmente creo que es una simple cuestión de educación. Como todo.

