Un pequeño recuerdo para Claudio Abbado, director de orquesta y figura clave del circuito clásico en las últimas décadas.
Ha fallecido con 80 años uno de los últimos grandes directores de orquesta de un país, Italia, especialmente prolífico para intérpretes y cantantes. Que Italia genera más culto a la música clásica que muchas otras naciones es algo obvio, especialmente rica en el cultivo de intérpretes líricos y virtuosos, pero también de directores de orquesta. Claudio Abbado era uno de ellos, quizás el más famoso junto con Ricardo Muti.
Milanés de nacimiento, en su vida dirigió formaciones tan importantes como la Orquesta Sinfónica de Londres, la Orquesta Filarmónica de Berlín y fue director musical de los prestigiosos Teatros de La Scala de Milán o la Staatsope de Viena. Además fue senador vitalicio de Italia por los servicios prestados a la cultura nacional (algo impensable en España), con un sueldo que él destino íntegro a una pequeña escuela de música italiana.
Abbado nació en Milán el 26 de junio de 1933 hijo de padre violinista y profesor de conservatorio, y de madre pianista. Llevaba el oficio en la sangre y debutó en 1958 en Trieste para luego, siendo muy joven, pasar a uno de los templos con grandes letras, la Scala de Milán. Allí fue director titular entre 1968 y 1986 y donde forjó su reputación de gran director que le llevaría luego a Gran Bretaña y Austria, donde alternaría cargos de director hasta 1991.
Quizás uno de sus grandes hitos personales fuera sustituir al dios pagano de la batuta que fue Herbert von Karajan, tan irascible y despótico como talentoso. Fue en la Filarmónica de Berlín, otro de los templos y que decidió que el milanés sería el sustituto perfecto después del reinado del hombre que dirigía sin batuta. Dejó el cargo en 2002. Durante su larga trayectoria ha recibido numerosos galardones, como el título de Caballero de la Gran Croce italiana (1988) o la Cruz de la Legión de Honor francesa (1989), además de doctorados “honoris causa” por las Universidades de Ferrara (Italia) y Cambridge (Reino Unido).
Pero a Abbado también se le recordará en Italia por ser uno de los pioneros en la noble intención de sacar el clasicismo de los auditorios para la burguesía y llevarla hacia el resto de la población. Por ejemplo llevó a las orquestas a hospitales y cárceles para que todos pudieran disfrutar de la música, que no es para nada objeto de culto sólo para fans y grupos reducidos en cualquiera de sus formas de expresión. Y la clásica menos. A Abbado siempre le molestó que la música clásica fuera alimento sólo de posturas y élites. Esta posición se refrendó varias veces como cuando protegió y promovió a Gustavo Dudamel, joven director del sistema de orquestas venezolanas.
Abbado en sus últimos años junto a otro director ilustra, Daniel Barenboim (vía Barenboim Web)