Hasta el 31 de enero próximo CentroCentro Cibeles de Madrid expone ‘Ignacio Zuloaga y Manuel de Falla: Historia de una amistad’ sobre las relaciones entre uno de los grandes coleccionistas y el gran compositor español.
La amistad entre Ignacio Zuloaga y Manuel de Falla, a parte de una relación afectiva entre los dos artistas y sus familias, genera un buen número de trabajos y colaboraciones artísticas, de las más diversas índoles, es decir, no sólo obras conjuntas sino numerosas manifestaciones artísticas realizadas en su entorno. La exposición explora por primera vez en profundidad el trabajo común y la influencia que estos excepcionales creadores ejercieron entre ellos y sobre su ámbito de trabajo y vida. Hemos logrado reunir un gran número de obras, documentación y objetos que nos ayudarán a contextualizar el trabajo de ambos autores y su época.
Los primeros documentos de esta amistad continuada entre Zuloaga y Falla los encontramos en 1913, fecha en la que el compositor solicita una ayuda y consejos a su amigo pintor. A partir de ese momento, habrá una relación epistolar y un buen número de trabajos realizados entre ambos artistas, a través de numerosos encuentros en París, Madrid y Granada. Varios proyectos tomaron forma, algunos se materializaron y de esta relación fecunda pasados quince años surgiría ‘El retablo de maese Pedro’, representado en la Ópera de París en 1928.
‘El retablo’ supone la culminación profesional conjunta de dicha amistad, que fue creciendo a los largo de los años a través de colaboraciones directas de uno u otro en proyectos personales, que podemos enlazar desde sus comienzos con ‘La vida breve’, el proyecto realizado junto con Larreta sobre ‘La gloria de Don Ramiro’, la exposición del 22 y la celebración del Concurso de Cante Jondo en Granada, con ayuda de García Lorca, con la idea de promocionar a los artistas jóvenes locales y fomentar “lo gitano” y “el cante y el tocar Jondo”.
Esta relación cercana e intensa propiciaría la llegada del “retablo de maese Pedro” basada en un pasaje del Quijote de Cervantes con la obra plástica de Zuloaga y la musical de Falla. Una amistad inteligente que se fortalece y estrecha entre los dos artistas, pero que trasciende a los dos amigos, generando un movimiento y un resultado creativo artístico en la generación de su época.