Galería Marlborough de Madrid, hogar de la exposición ‘Matisse: la esencia de la línea. Grabados (1900-1950)’, la obra de dibujo de uno de los grandes maestros. 

Después de pasar con éxito por Londres y Nueva York, la galería Marlborough, de las más fuertes y con mayores recursos y múltiples sedes, ha traído a Madrid esa muestra que indaga en el arte “menor” del dibujo y que en realidad fue grande en Matisse, que cobró especial relevancia en la etapa final de su vida, cuando enfermo y postrado, ya no podía pintar pero sí crear imágenes a partir de retazos de otras. En total son más de 80 grabados de 50 años de carrera profesional.

Dejó escrito Matisse que “siempre se debe buscar el deseo de la línea, donde quiere entrar y dónde desaparecer. También saber de su origen, que debe ser el de la modelo”. A partir de esta frase se indaga en la faceta no tan conocida ni tan valorizada como la del dibujo en uno de los artistas clave de la modernidad occidental. Su intenso trabajo preparatorio para muchos cuadros o para ideas que terminaron simplemente en trazos negros sobre blanco ha sido la base de esta visión diferente a la obra de Matisse, un perfeccionista que llegaba a dibujar más de diez veces la misma imagen hasta que quedaba perfecta según su gusto. Sus grabados, producto final de esos dibujos, son una obra de arte que entronca perfectamente con su estilo, y que explica en muchas ocasiones la arquitectura interna de su carrera.

El artista realizó cerca de 800 trabajos en los que usó todo el abanico de técnicas del arte, desde la litografía al aguatinta, apunta seca o el aguafuerte, y con múltiples destinos: obras independientes, series, o ilustraciones para libros como ‘Jazz’, por ejemplo. La exposición se divide en cuatro secciones: tres basadas en las técnicas de Matisse y una cuarta dedicada a la danza, la música y la poesía; su trabajo como ilustrador fue fundamental en una etapa posterior de su vida, y buena cuenta de ello da esta exposición.

Abundan los retratos y desnudos femeninos, un remedo de aquellas odaliscas del romanticismo pictórico de la primera mitad del siglo XIX que vio nacer a Matisse (1869-1954), una celebración continua de las formas femeninas (‘Fanny de face’ – 1914 y ‘Jeune femme le visage enfoui dans les bras’ – 1929) mientras el mundo se desgarraba por la guerra y la crisis económica. También aparecen litografías que abundan en los mismo temas de exotismo y erotismo, aguatintas que coinciden con los años 40 y que ya no son tan sutiles y gráciles, mucho más oscuras, y finalmente surgen los trabajos hechos para el Ballet Ruso y varios libros que ilustró con maestría (entre ellos volúmenes de Baudelaire o James Joyce, como su ‘Ulisses’).

Por encima de todos ellos destaca ‘Jazz’, un libro canónico de 1947 en la que un Matisse enfermo y postrado no tiene más remedio que abandonar la pintura para recrearse en el color y las técnicas de reconstrucción a partir de trozos sueltos. Las manos ya no le funcionan tan bien como antes, pero sí su mente. Esta parte final de su carrera no fue nunca bien asimilada por la crítica oficial, pero ha dejado un sello indeleble de lo que el público considera “estilo Matisse”, vivos colores, líneas turgentes y simples, simplicidad y complejidad unidas.

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‘La-danse’ (1935-36)

La variedad de temas de Matisse es continua, pero presta esa especial atención a la femineidad y la música, a la que concibió visualmente con sus dibujos. En la exposición puede verse una buena muestra de lo primero: ‘Grande odalisque à la culotte bayadère’ (1925), ‘Odalisque à la coupe de fruits’ (1925), ‘Jeune Hindoue’ (1929), ‘Orientale sur lit de repos, sol de carreaux rouges’ (1929), ‘Odalisque, brasero et coupe de fruits’ (1929), ‘Repos sur la banquette’ (1929) y ‘La Persane’ (1929).

Y la música, y la danza, dos motivaciones extra que siempre formaron parte de su trabajo y por las que Matisse creo y recreó una y otra vez a lo largo de toda su carrera todo tipo de obras y técnicas. Diseñó escenarios, vestuarios e iconografía para todo tipo de obras, pero especialmente para el mencionado Ballet Ruso. Así, en 1927 creó la serie de litografías ‘Diz danseuses’, o grabados como ‘La danse’. En el extremo sonoro aparece una vez más la vital ‘Jazz’, excusa casi de toda su obra final, pero también los grabados ‘Livre d’artiste, Poésies de Stéphane Mallarmé’, una de sus piezas clave y en la que mayor capacidad de abstracción expresó con formas rápidas que simbolizaban cada poema en ritmo y forma.

Henri Matisse en los años 30