Matador dedica un número extra al mundo de los clubs, coincidiendo con la inauguración en Madrid del Club Matador.
Una mirada a un mundo secreto, al alcance sólo de sus miembros, que tiene características similares en todo el mundo: el derecho de admisión, la privacidad, las normas en ocasiones insólitas… Matador repasa la historia de los clubs privados e indaga, a través de imágenes y textos, en los motivos de su éxito eterno. Esos pequeños lugares que son como familias concretas de normas laxas donde se entra porque sus miembros quieren. La necesidad de sentirse diferente y parte al mismo tiempo de un algo distinto del común es el verdadero motor que subyace; el otro, sin duda, es la música, y el placer de disfrutarla en intimidad compartida.
Este número de Matador pretende “traspasar esa puerta donde dice “Members only” para descubrir las maravillas que se ocultan detrás. Con firmas como Luis Goytisolo, Rodrigo Fresán, Santiago Roncagliolo, Arthur Conan Doyle, G.K. Chesterton, Eduardo Arroyo o Jean-Marie del Moral”. Cuenta con firmas como las de Miguel Albero, Luis Goytisolo, o con el trabajo del diseñador gráfico Fernando Gutiérrez, o Mike Dempsey, Desiree Mejer, el empresario Bastian Manintveld… todos ellos retratados por ellos mismos o por Jordi Socías.
Los años 20 fueron una de las grandes hogueras de los clubes privados, sobre todo vinculados a la música y al consumo (ilegal) de alcohol durante los años de la prohibición
Como reza el texto original de presentación del número (a la venta online desde ya por 70 euros y cuya presentación será el 25 de septiembre), los clubs “han existido siempre, desde la antigua Roma, y muchas instituciones a lo largo de la Historia se han organizado como clubs privados, desde la orden de los Templarios hasta el mismo Parlamento inglés”. Tres conceptos se funden en un club: privacidad, exclusividad y pertenencia. Los dos primeros son obvios y tienen que ver con la necesidad humana de diferenciarse para identificarse a sí mismos, algo que hacemos de manera constante y que es la base de nuestro individualismo.
El tercero es la necesidad de pertenencia a algo, y que ese algo sea lo más exclusivo y cerrado posible para evitar diluirnos en la gran masa. Este impulso está en la base de las dinastía familiares, de los clanes, de las cuadrillas de amigos… de los partidos políticos y por supuesto en los clubes. Y eso produce también un doble efecto perverso: dentro del club, entre los tuyos, se deshinibe el talento, y desde fuera los mirones y cotillas especulan siempre sobre lo que ocurre en su interior, y normalmente la imaginación juega malas pasadas. Si no, que se lo pregunten a los masones y los miembros de clubes políticos y universitarios.
Entre las aportaciones de este número especial está la colección de fotografías del galerista Jorge Mara descubre el ambiente secreto de Nueva York entre los años 30 y 60, en blanco y negro. Nombres claves del jazz de la época, Lena Horne (en la portada del número) Ella Fitzgerald, Duke Ellington, Benny Goodman, Sonny Stitt o Betty Carter protagonizan el primer monográfico de este número. Las acompaña el texto ‘Un enjambre de sonidos cruzados’, del periodista cultural Eduardo Hojman, que repasa la época dorada de los primeros clubs de jazz y su innegable legado.
El recién inaugurado Club Matador de Madrid protagoniza dos capítulos, abierto por primera vez al público a través de las imágenes de Juan de Sande en ‘Interior’, resultado de dos meses de trabajo en la fase previa a que el espacio se convirtiera en el Club Matador. Aporta también para entender mejor esta institución el artículo ‘La fotografía es un arma con retroceso’ de Manuel Fontán del Junco, donde analiza el trabajo precisamente del fotógrafo que le precede. Aportan también Chema Conesa, que retrata al equipo y algunos de los socios del exclusivo local situado en la calle Jorge Juan.
Los clubs privados también se cuelan en los relatos de clásicos de la literatura incluidos en este número, todos ellos marcados por ese origen anglosajón de todo club que se precie, como es el caso de ‘El Club de los Negocios Raros’ de G. K. Chesterton, o ‘Las memorias de Sherlock Holmes’, de Arthur Conan Doyle; ‘Los documentos póstumos del Club Pickwick’, de Charles Dickens (imprescindible); ‘Jovencitos con botines’, de P. G. Wodehouse y por supuesto el bizarro y elitista club del que nació la apuesta contra Fogg en ‘La vuelta al mundo en ochenta días’, de Julio Verne. Aparecen también los relatos de ficción ‘El pozo’, de Santiago Roncagliolo; ‘Flores de temporada’, de Marta Sanz y ‘Dos vidas’, de Luisgé Martín junto al anecdotario ‘Un mundo feliz’ de Amy Milne-Smith. Cierra Matador Clubs el ‘Cuaderno Negro’ de Eduardo Arroyo, que reúne fotografías, recortes y objetos del género negro que es, a fin de cuentas, el gran sustrato final de la creación de la biblioteca del propio Club Matador y que gestiona Arroyo.
Portada del número extra